¡La izquierda que lucha obtiene un gran resultado donde va unida!
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La otra gran conclusión de la jornada electoral son los magníficos resultados que cosechan las formaciones a la izquierda de la socialdemocracia tradicional, muy especialmente cuando van unidas. Si se suman los resultados de Podemos, las coaliciones de izquierda en Catalunya, Galicia y País Valencià, y los conseguidos por Garzón y Izquierda Unida-Unidad Popular, en total 6.112.438 votos, superan ampliamente al PSOE y se colocarían como segunda fuerza política. Una lección que debe hacer reflexionar a Pablo Iglesias y a los dirigentes de Podemos.
La unidad de la izquierda triunfa en Catalunya, y obtiene un resultado histórico en Galicia y País Valencià
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Las tendencias a la unidad de la clase trabajadora por encima de divisiones nacionales se han expresado con fuerza en Catalunya, donde la burguesía nacionalista de Convergència se lleva un revolcón sin precedentes reduciendo su presencia de 16 a 8 escaños, perdiendo más de 450.000 votos. También el PP continúa su vía crucis hundiéndose en última posición con el 11,1% de los votos y 5 diputados. La cuarta posición de C’s, que irrumpió con el 18% de los votos como segunda fuerza en las autonómicas del pasado 27S, no puede calificarse más que de fracaso: pierde casi 250.000 votos en tres meses, quedándose con el mismo número de escaños que el PP, y por detrás del PSC.
Impresionante es también la segunda posición obtenida por En Marea en Galicia, que con el 25% de los votos, 408.370, obtiene 6 escaños, colocándose como primera fuerza en Vigo —la ciudad más poblada de Galicia y la que cuenta con un tejido industrial más importante— con nada menos que el 34% de los sufragios; o en segunda posición en A Coruña, con un 31% del electorado y a escasos mil votos del PP. La fuerte irrupción de la coalición de izquierdas en Galicia integrada por Anova, Esquerda Unida, Podemos y las Mareas, se ha confirmado el 20D con un resultado histórico después del éxito cosechado en las elecciones municipales. También la unidad explica la gran posición, segunda fuerza, en que queda la coalición entre Podemos y Compromís en el País Valencià, con 671.071 sufragios, el 25,1%, y 9 diputados, conquistando un resultado tremendo en la ciudad de Valencia con 394.112 votos, el 27,06%, y 5 diputados. Si le sumamos los votos obtenidos por Unitat Popular se colocarían como primera fuerza por delante del PP.
El giro a la izquierda se completa con otros datos muy significativos. El éxito de Podemos en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV), donde gana las elecciones con 316.441 papeletas, el 26% del voto frente al 24,8% obtenido por el PNV, y queda segundo en diputados: 5, uno menos que el PNV; o en Navarra, donde se alza con la segunda posición —80.961 votos, el 23%, y 2 diputados—, saca a la superficie la ola de crítica y desencanto de decenas de miles de jóvenes y trabajadores con la estrategia institucional de la dirección de la izquierda abertzale (EH Bildu) y su subordinación al PNV. De hecho, la izquierda abertzale pierde algo más de un tercio de sus votantes respecto a las elecciones de 2011. Y no menos importante es el resultado en Madrid, donde Podemos alcanza la segunda posición con el 20,9% de los votos, superando en tres puntos al PSOE que se queda en cuarta posición por detrás también de Ciudadanos (750.477 papeletas y 8 diputados para la formación morada frente a 643.158 y 6 escaños de Pedro Sánchez).
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Los resultados de Podemos y la confluencia de la izquierda
Podemos ha concentrado el voto de un gran sector de los trabajadores y jóvenes que han batallado estos años contra las políticas reaccionarias del PP. Su irrupción en las europeas y, mucho más que eso, el enorme entusiasmo que desató entre capas muy movilizadas, y que se volcaron en la creación de círculos en miles de localidades, hacían de Podemos el vehículo político del descontento social. Como señalamos en el artículo previo a las elecciones: “Podemos nació como un instrumento de lucha contra la casta, denunciando a las élites económicas y la legión de políticos, jueces y periodistas siempre dispuestos a lamer las botas de los poderosos. Su capacidad por sintonizar con las grandes luchas iniciadas en el 15M, continuadas con las Mareas Ciudadanas, las Marchas por la Dignidad, y un sin fin de conflictos sociales, le proporcionó un impulso tremendo como se vio en la gran demostración de enero de 2015 en Madrid, cuando más de 300.000 personas abarrotaron el centro de la capital respondiendo a su llamamiento…”.
Podemos ha conquistado la tercera plaza, pero los sondeos de fin de campaña, y también los realizados a pie de urnas, abrían la puerta a una fuerte remontada sin excluir la posibilidad de alcanzar la segunda posición y superar al PSOE. Al final no ha ocurrido esto y hay que explicar el porqué.
En enero de 2015 el CIS situaba a Podemos como primera opción electoral, 28% de los votos, justamente en el momento en que lograba movilizar a más de 300.000 personas en la Marcha por el Cambio celebrada en Madrid. ¿Qué ocurrió desde entonces? ¿Cómo es posible que en un breve espacio de tiempo, las expectativas electorales de Podemos se redujesen tanto y, a pesar del resultado obtenido, no se haya logrado sobrepasar al PSOE de Pedro Sánchez?
La respuesta a estos interrogantes hay que buscarlas en factores políticos:
1. La mayoría social se gana por la izquierda, con un discurso coherente y, sobre todo, basado en la movilización en las calles. Pablo Iglesias y sus compañeros de dirección han tenido una auténtica obsesión por no llamar “al pan, pan y al vino, vino”, para curiosamente recuperar el sesgo más militante y claramente de izquierdas en los mítines de campaña. En ese camino, la dirección de Podemos se ha dejado muchas plumas políticas que eran fundamentales para movilizar el voto de la izquierda social y arrebatar a la dirección del PSOE su preponderancia sobre un sector de la clase trabajadora.
Cuando la derecha atacaba a Podemos por su “izquierdismo” y su apoyo a la revolución bolivariana, la dirección reaccionaba con la política del avestruz, mirando hacia otro lado cuando se hablaba de Venezuela o votando resoluciones en parlamentos y ayuntamientos a favor de la libertad de los golpistas presos; algo similar ocurría con los acontecimientos en Grecia, donde Pablo Iglesias y Errejón no han perdido oportunidad para justificar la capitulación de Tsipras ante la troika. En lugar de mantener una posición clara de rechazo a la Monarquía, se ha basculado en la ambigüedad calculada pidiendo un referéndum pero sin clarificar una opción republicana. Pero lo peor han sido las renuncias a “ideas programáticas” que tenían un gran efecto movilizador porque conectaban con las aspiraciones de la mayoría: del no pago de la deuda ilegítima y las nacionalizaciones de los sectores estratégicos, se pasó a todo lo contrario; de prohibir por ley los desahucios, se habla ahora de “ningún desahucio sin solución habitacional”, argucia semántica que oculta una renuncia fundamental en el programa y que ha sido recientemente señalada por los activistas de la PAH; lo mismo ocurre con la reducción de la edad de jubilación, o cuando se afirma que la enseñanza concertada continuará siendo subvencionada con dinero público. En política internacional la cosa ha sido incluso peor: se defiende la permanencia en la OTAN y las bases militares de EEUU en la península, y al tratarse de la guerra los dirigentes de Podemos hablan de paz… pero ofrecen la “máxima” colaboración al gobierno de Rajoy participando en las mesas del pacto contra el terrorismo yihadista, cuando lo que su base espera es que pasen a la ofensiva encabezando un fuerte movimiento contra la intervención imperialista. Como corolario, la cúpula de Podemos ha sustituido “la ruptura” con el régimen del 78 por las alabanzas a la constitución y la Transición.
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2. El rechazo de Pablo Iglesias a la confluencia con Unidad Popular-IU y su candidato Alberto Garzón ¿ha sido una buena o una mala decisión? La respuesta depende del objetivo que se persiga. Si lo único que se pretende es conformar un partido de oposición parlamentaria siguiendo la estela de la socialdemocracia tradicional, la negativa a la unidad tiene sentido. Pero si realmente se busca derrotar a la derecha, la confluencia electoral con Unidad Popular-IU habría sido un fuerte catalizador para lograr un resultado mucho más favorable.
Unidad Popular-IU logra meter en el Parlamento dos diputados por Madrid, a los que habría que sumar el conseguido en Barcelona y en A Coruña en las coaliciones de izquierda. El resultado no es bueno: ha perdido más de 760.000 votos respecto a 2011 y 6 diputados (IC tenía uno en el grupo de la Izquierda Plural), con una caída en Andalucía de 2,5 puntos porcentuales, y aún más acusada en Asturias, de casi 5 puntos. Por supuesto, estos datos negativos no pueden ocultar que sigue siendo la formación más perjudicada por la ley electoral: a Izquierda Unida le cuesta 461.000 votos obtener un escaño, mientras que al PP le supone 58.000 y al PSOE 61.000.
Alberto Garzón no ha podido descargarse del pesado lastre de un aparato anquilosado, y de una larga tradición política llena de pactos con la dirección del PSOE para aplicar políticas alejadas de la izquierda; de vínculos estrechos con la cúpula de CCOO y en consecuencia de pasividad frente a la política de pacto social y desmovilización, y de una trayectoria en la que IU ha sido vista, durante décadas, como parte del engranaje institucional del sistema. Esta “mochila” ha sido imposible de superar en estas elecciones, mucho más contando con la fuerza de Podemos y su capacidad de agrupar el voto contra el PP desde la izquierda. Pero es significativa la campaña de Alberto Garzón, con mítines muy concurridos que han desbordado las expectativas y despertado enormes simpatías, sobre todo por el lenguaje de izquierdas y combativo que ha utilizado y que supone un paso adelante con el pasado mencionado. En definitiva, a pesar del resultado, se ha visualizado un potencial que se podría desarrollar en la práctica si rompe definitivamente con las peores tradiciones de Izquierda Unida apostando por un programa rupturista y anticapitalista.
Polarización, inestabilidad política y lucha de clases
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Ante estos resultados, la posibilidad de formar un gobierno de la derecha estable y con capacidad para imponer las reformas y ajustes reclamados desde la Unión Europea está en entredicho por estos resultados. La suma de diputados del PP y Ciudadanos arroja un saldo insuficiente, y la decepción ha sido grande: Albert Rivera recoge lo que pierde UPyD, que en 2011 obtuvo 1.143.225 votos (y ahora se hunde con poco más de 150.000), pero a duras penas canaliza la pérdida de 3.651.000 votos del PP, y no ensancha la base social de la reacción. Sin la aritmética parlamentaria necesaria, un gobierno de coalición PP y C’s sólo podría mantenerse si llega a un acuerdo de legislatura, más o menos abierto más o menos oculto, con otras formaciones como PNV y Convergència, o con el PSOE de Pedro Sánchez. Cualquiera de estas opciones es igual de problemática.
El desastroso resultado del partido de Mas, que cede parte de su electorado a Esquerra, sólo puede acentuarse en el futuro si pactan con el PP, un escenario de todas formas harto difícil salvo si hubiera un giro de 180 grados en la política de la derecha españolista respecto a la cuestión nacional catalana. La fórmula de un gobierno de la derecha sostenido por el PSOE, incluyendo la posibilidad de una gran coalición, cuenta con firmes partidarios tanto en el PP, de hecho es la preferencia declarada de Rajoy, como en las filas socialistas o, mejor dicho, entre los viejos “capos” de la socialdemocracia más de derechas, cuyo perfil lo representa mejor que nadie Felipe González. Pero las consecuencias de un pacto de esta naturaleza serían desastrosas para Pedro Sánchez, con un grupo parlamentario de Podemos a la ofensiva y beneficiándose de esta entrega. Una solución a la “griega”, la gran coalición de la derecha con la socialdemocracia tradicional, podría tener efectos en el PSOE muy parecidos a los que tuvo para el PASOK: su completo hundimiento.
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Es pronto para decidir un pronóstico más acabado. La volatilidad es muy grande, y no hace falta señalar que, sea cual sea el resultado, la voluntad que millones de trabajadores y jóvenes hemos manifestado en las urnas para cambiar radicalmente la situación, se trasladará inevitablemente a las calles, como ha sucedido en estos años. Hay demasiadas tareas urgentes por resolver, tanto del lado de la burguesía, que no renuncia a nuevas medidas antiobreras en un contexto de crisis que se prolonga, como para la clase trabajadora y la juventud, que han hecho una gran experiencia política en estos años, que mantienen una gran confianza en sus fuerzas, y que han comprobado el valor de la movilización de masas.
¡Sí se puede, la lucha sigue tras el 20
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