A mí también me dieron, de pequeño, un reconstituyente. En cuanto te veían debilucho, con problemas gástricos o en situación convaleciente, tus padres te aplicaban diversos remedios caseros o comprados en farmacia.
De entre todos los mejunjes, recuerdo con especial cariño al Ceregumil, cuyo significado e importancia de entonces y su litigio posterior con la Administración para definir su identidad y funciones, me resultan metafóricos y sugerentes en la actualidad política española, tan llena de recetas que pudieran parecer magistrales, aúreas… y, a lo peor, son "ceregumiles": El Tribunal Supremo ratificó una sentencia que prohíbe vender Ceregumil como un producto alimenticio, especial o dietético, si bien la firma podrá seguir comercializándolo como complemento alimenticio.
Vayamos por partes: el Ceregumil lo inventó un farmacéutico granadino que tenía un hijo con problemas de barriga. Lo comercializa una empresa que en su sola marca de fábrica ya es un poema a la colaboración de etnias ibéricas: Fernández y Canivell S.A. La publicidad pasó desde un enfoque familiar al consumo individualista tan apreciado por el neoliberalismo: un ceregumil para cada persona y para cada circunstancia (mineral, mujer, memoria, energéticos, multivitamínicos)...lo mismo que los procesos de confluencia, convergencia y regeneración-reconstitución.
No le faltan arrestos a Fernández y Canivell para autoconcederse otros méritos muy actuales: En algún reportaje se afirma que, desde que lo inventó Bernabé Fernández en 1907, “el Ceregumil, extracto de cereales, legumbres y miel, ha fortalecido a generaciones enteras. Incluso a reyes. Ahora la empresa se moderniza con productos que combaten el estrés laboral”. Los recortes duelen menos si te tomas el mejunje, parecen insinuar, pero, además, es un producto interclasista como Podemos ver Ahora tan en Común.
Pero hete aquí que cuando el Ceregumil iba a superar la fama (y los ingresos) de la "purga benito" como remedio contra todos los males, la Administración sanitaria desautorizó la venta de Ceregumil como producto alimenticio y dietético ateniéndose a un informe que sostenía que el preparado carecía de una composición que satisficiera «las necesidades nutritivas de un colectivo concreto». La resolución ponía de relieve la ausencia de propiedades terapéuticas de la sustancia. No hay nada que avale que el preparado sea un «alimento hipercalórico» y que, en consecuencia, esté indicado para las personas que realizan «esfuerzos físicos extraordinarios». Tampoco procura especiales beneficios a los ancianos ni puede considerarse parte de una «alimentación especial».o sea, que no era para tanto... lo que no sucede en todos los casos políticos que pasan por las manos del Tribunal Supremo... que cualquier digestivo estatutario pensado para facilitar el metabolismo común de intereses diversos se dictamina como droga desestructurante del tejido patrio y de la célula madre, que solo hay una, no me la vas a traer de la calle y es la que yo diga.
Fue una mala noticia del 2014 que ahora cobra toda su importancia en estas fechas de 2015. Al Ceregumil le pasó lo que al PSOE mucho antes: 100 años trabajando para el bienestar de toda España para terminar de complemento del sistema digestivo que todo lo devora y digiere mal.
A los que somos mayores, desprestigiados porque ni con el Ceregumil ingerido antaño alcanzamos hoy la lozanía que se prometen nuevos consumidores de ilusiones sobre viejos manteles, (aunque parezcan novísimos), nos queda por advertir amablemente a quien quiera escucharnos que ni el Ceregumil ha mejorado a las casas reales ni al resto de las familias políticas.
Seguramente la cuestión no reside en la calidad de los productos de complemento sino en la materia prima de la dieta mediterránea que nos da para pensar y actuar.
De entre todos los mejunjes, recuerdo con especial cariño al Ceregumil, cuyo significado e importancia de entonces y su litigio posterior con la Administración para definir su identidad y funciones, me resultan metafóricos y sugerentes en la actualidad política española, tan llena de recetas que pudieran parecer magistrales, aúreas… y, a lo peor, son "ceregumiles": El Tribunal Supremo ratificó una sentencia que prohíbe vender Ceregumil como un producto alimenticio, especial o dietético, si bien la firma podrá seguir comercializándolo como complemento alimenticio.
Vayamos por partes: el Ceregumil lo inventó un farmacéutico granadino que tenía un hijo con problemas de barriga. Lo comercializa una empresa que en su sola marca de fábrica ya es un poema a la colaboración de etnias ibéricas: Fernández y Canivell S.A. La publicidad pasó desde un enfoque familiar al consumo individualista tan apreciado por el neoliberalismo: un ceregumil para cada persona y para cada circunstancia (mineral, mujer, memoria, energéticos, multivitamínicos)...lo mismo que los procesos de confluencia, convergencia y regeneración-reconstitución.
No le faltan arrestos a Fernández y Canivell para autoconcederse otros méritos muy actuales: En algún reportaje se afirma que, desde que lo inventó Bernabé Fernández en 1907, “el Ceregumil, extracto de cereales, legumbres y miel, ha fortalecido a generaciones enteras. Incluso a reyes. Ahora la empresa se moderniza con productos que combaten el estrés laboral”. Los recortes duelen menos si te tomas el mejunje, parecen insinuar, pero, además, es un producto interclasista como Podemos ver Ahora tan en Común.
Pero hete aquí que cuando el Ceregumil iba a superar la fama (y los ingresos) de la "purga benito" como remedio contra todos los males, la Administración sanitaria desautorizó la venta de Ceregumil como producto alimenticio y dietético ateniéndose a un informe que sostenía que el preparado carecía de una composición que satisficiera «las necesidades nutritivas de un colectivo concreto». La resolución ponía de relieve la ausencia de propiedades terapéuticas de la sustancia. No hay nada que avale que el preparado sea un «alimento hipercalórico» y que, en consecuencia, esté indicado para las personas que realizan «esfuerzos físicos extraordinarios». Tampoco procura especiales beneficios a los ancianos ni puede considerarse parte de una «alimentación especial».o sea, que no era para tanto... lo que no sucede en todos los casos políticos que pasan por las manos del Tribunal Supremo... que cualquier digestivo estatutario pensado para facilitar el metabolismo común de intereses diversos se dictamina como droga desestructurante del tejido patrio y de la célula madre, que solo hay una, no me la vas a traer de la calle y es la que yo diga.
Fue una mala noticia del 2014 que ahora cobra toda su importancia en estas fechas de 2015. Al Ceregumil le pasó lo que al PSOE mucho antes: 100 años trabajando para el bienestar de toda España para terminar de complemento del sistema digestivo que todo lo devora y digiere mal.
A los que somos mayores, desprestigiados porque ni con el Ceregumil ingerido antaño alcanzamos hoy la lozanía que se prometen nuevos consumidores de ilusiones sobre viejos manteles, (aunque parezcan novísimos), nos queda por advertir amablemente a quien quiera escucharnos que ni el Ceregumil ha mejorado a las casas reales ni al resto de las familias políticas.
Seguramente la cuestión no reside en la calidad de los productos de complemento sino en la materia prima de la dieta mediterránea que nos da para pensar y actuar.
Publicado en el Nº 290 de la edición impresa de Mundo Obrero noviembre 2015
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