MUNDO OBRERO
Publicado en el Nº 291 de la edición impresa de Mundo Obrero diciembre 2015
“De este país, del otro, del grande, del pequeño, del que apenas si el mapa da un color desvaído, con las mismas raíces que tiene un mismo sueño”
(… de Rafael Alberti, dedicado a las Brigadas Internacionales.)
Cuando se habla de la participación de los musulmanes en el conflicto (1936-1939) que siguió al golpe de los generales sediciosos, se da por sentado que ésta únicamente tuvo lugar en el bando que vino en llamarse “nacional”, o franquista. Y no fue así. Aunque de forma un tanto imprecisa, ya en el Apéndice 8 de ‘La Guerra de España y las Brigadas Internacionales’, de Santiago Álvarez, aparece la lista de los distintos países de donde llegaron voluntarios a luchar a España, mencionando a argelinos y marroquíes.
Lo cierto es que, efectivamente, entre los países que más musulmanes enviaron a España estaba Argelia, aunque llegaron muchos procedentes de la zona de Tánger. Asimismo, en la lista de voluntarios se cuenta en número importante los llegados desde Francia, entre los cuales figuraban muchos que tenían nombres árabes, como A. Benjelid, Abdelaziz Ben Deis y Hachmin Hassan que sirvieron en el Batallón Six Fervier nº 15 de las Brigadas Internacionales. Igualmente participaron algunos iraquíes, entre ellos, Nuri Anwar Rufarid. Los archivos de Moscú nos revelan nombres de egipcios como miembros de las llamadas Brigadas Árabes, así por ejemplo, Andel Hafiz, Víctor Tabbush, André Diamantopulos, etc; pero también los hubo sirios, libaneses, palestinos y saudíes.
Los musulmanes que participaron del lado ‘nacional’ pertenecían todos a Marruecos, que era territorio del Protectorado y en el que servía el Ejército español. En este contexto se dio, además, una forma de reclutamiento por medio de campañas propagandísticas, como la del célebre ‘bastón de oro’ prometido por Franco a quienes se alistasen y sobreviviesen a la victoria. Tampoco era desdeñable la “soldada”, pues se les ofrecía una paga de 180 pesetas al mes con dos anticipos, cuatro kilos de azúcar, una lata de aceite y tantos panes como hijos tuviera el alistado.
Se organizaron hasta viajes religiosos a la Meca costeados por Franco, y fue a la vuelta de uno estos periplos a bordo del vapor ‘El Aksa’, cuando se hicieron las siguientes invocaciones: “La obra destructora de Rusia soviética va contra las mezquitas, va contra todo lo que tiene valor espiritual, que es lo fundamental del Islam, del pueblo musulmán. El amor fraterno de los españoles lleva los sentimientos mejores del Jefe del Estado y de los hombres españoles hacia el pueblo musulmán”.
El llamado a los musulmanes que lucharon en las filas republicanas se hizo a través de diferentes medios; así el Gobierno republicano llegó a lanzar desde un avión sobre el Rif octavillas escritas en árabe y, también se realizaron campañas en emisiones de radio especialmente organizadas y destinadas a llamar a los musulmanes a combatir al fascismo. Una de las principales fue la impulsada por Ahmed Ben Thain, especialmente dirigida a la clase trabajadora de las zonas francófonas desde Radio CNT de Barcelona. Una de aquellas notas decía: “Ellos, nuestros hermanos musulmanes, saben que el fascismo, cuyas intenciones imperialistas no ignoran (…) es el gran enemigo de los pueblos que luchan, como actualmente el pueblo español, por la libertad de los hombres del mundo entero”.
Desde Marruecos también se hicieron llamamientos por radio. Como portavoz de los marroquíes antifranquistas, Mustafa Ibnu Jalal, alentaba por las ondas a la deserción de los que ya combatían en las filas de Franco y, al tiempo, disuadía a otros de enrolarse. Su voz incendiaba las ondas y denunciaba al fascismo como el verdadero enemigo de los marroquíes, del Islam y de la libertad. Andando el tiempo se aclararía que Mustafa Ibnu Jalal no era marroquí, sino un comunista palestino llamado Najati Sidqi, enviado a España por la Internacional Comunista para desarrollar tareas de propaganda antifascista.
Un internacionalista árabe conocido fue Mohamad Belaidi, mecánico marroquí convertido en combatiente ametrallador en defensa de la República, luchó en uno de los primeros grupos de internacionalistas llegados a España. Belaidi resultó muerto en un combate aéreo sobre la Sierra de Madrid, su presencia y su muerte fueron inmortalizadas en ‘La Esperanza’ por André Malraux, la novela donde el intelectual francés puso a prueba sus dotes narrativas y su sentido solidario con quienes, defendiendo la libertad y dignidad humanas encuentran en ello la esperanza.
#ÁrabesEnEspaña36/39
(… de Rafael Alberti, dedicado a las Brigadas Internacionales.)
Cuando se habla de la participación de los musulmanes en el conflicto (1936-1939) que siguió al golpe de los generales sediciosos, se da por sentado que ésta únicamente tuvo lugar en el bando que vino en llamarse “nacional”, o franquista. Y no fue así. Aunque de forma un tanto imprecisa, ya en el Apéndice 8 de ‘La Guerra de España y las Brigadas Internacionales’, de Santiago Álvarez, aparece la lista de los distintos países de donde llegaron voluntarios a luchar a España, mencionando a argelinos y marroquíes.
Lo cierto es que, efectivamente, entre los países que más musulmanes enviaron a España estaba Argelia, aunque llegaron muchos procedentes de la zona de Tánger. Asimismo, en la lista de voluntarios se cuenta en número importante los llegados desde Francia, entre los cuales figuraban muchos que tenían nombres árabes, como A. Benjelid, Abdelaziz Ben Deis y Hachmin Hassan que sirvieron en el Batallón Six Fervier nº 15 de las Brigadas Internacionales. Igualmente participaron algunos iraquíes, entre ellos, Nuri Anwar Rufarid. Los archivos de Moscú nos revelan nombres de egipcios como miembros de las llamadas Brigadas Árabes, así por ejemplo, Andel Hafiz, Víctor Tabbush, André Diamantopulos, etc; pero también los hubo sirios, libaneses, palestinos y saudíes.
Los musulmanes que participaron del lado ‘nacional’ pertenecían todos a Marruecos, que era territorio del Protectorado y en el que servía el Ejército español. En este contexto se dio, además, una forma de reclutamiento por medio de campañas propagandísticas, como la del célebre ‘bastón de oro’ prometido por Franco a quienes se alistasen y sobreviviesen a la victoria. Tampoco era desdeñable la “soldada”, pues se les ofrecía una paga de 180 pesetas al mes con dos anticipos, cuatro kilos de azúcar, una lata de aceite y tantos panes como hijos tuviera el alistado.
Se organizaron hasta viajes religiosos a la Meca costeados por Franco, y fue a la vuelta de uno estos periplos a bordo del vapor ‘El Aksa’, cuando se hicieron las siguientes invocaciones: “La obra destructora de Rusia soviética va contra las mezquitas, va contra todo lo que tiene valor espiritual, que es lo fundamental del Islam, del pueblo musulmán. El amor fraterno de los españoles lleva los sentimientos mejores del Jefe del Estado y de los hombres españoles hacia el pueblo musulmán”.
El llamado a los musulmanes que lucharon en las filas republicanas se hizo a través de diferentes medios; así el Gobierno republicano llegó a lanzar desde un avión sobre el Rif octavillas escritas en árabe y, también se realizaron campañas en emisiones de radio especialmente organizadas y destinadas a llamar a los musulmanes a combatir al fascismo. Una de las principales fue la impulsada por Ahmed Ben Thain, especialmente dirigida a la clase trabajadora de las zonas francófonas desde Radio CNT de Barcelona. Una de aquellas notas decía: “Ellos, nuestros hermanos musulmanes, saben que el fascismo, cuyas intenciones imperialistas no ignoran (…) es el gran enemigo de los pueblos que luchan, como actualmente el pueblo español, por la libertad de los hombres del mundo entero”.
Desde Marruecos también se hicieron llamamientos por radio. Como portavoz de los marroquíes antifranquistas, Mustafa Ibnu Jalal, alentaba por las ondas a la deserción de los que ya combatían en las filas de Franco y, al tiempo, disuadía a otros de enrolarse. Su voz incendiaba las ondas y denunciaba al fascismo como el verdadero enemigo de los marroquíes, del Islam y de la libertad. Andando el tiempo se aclararía que Mustafa Ibnu Jalal no era marroquí, sino un comunista palestino llamado Najati Sidqi, enviado a España por la Internacional Comunista para desarrollar tareas de propaganda antifascista.
Un internacionalista árabe conocido fue Mohamad Belaidi, mecánico marroquí convertido en combatiente ametrallador en defensa de la República, luchó en uno de los primeros grupos de internacionalistas llegados a España. Belaidi resultó muerto en un combate aéreo sobre la Sierra de Madrid, su presencia y su muerte fueron inmortalizadas en ‘La Esperanza’ por André Malraux, la novela donde el intelectual francés puso a prueba sus dotes narrativas y su sentido solidario con quienes, defendiendo la libertad y dignidad humanas encuentran en ello la esperanza.
#ÁrabesEnEspaña36/39
Publicado en el Nº 291 de la edición impresa de Mundo Obrero diciembre 2015
Comentarios
Publicar un comentario