Ofer Laszewicki – Givat Ha’viva (Israel)
La región de Wadi Ara (popularmente conocida como el “triángulo árabe”) es un paraje delicado en el complejo y diversificado mapa demográfico de Israel. Junto a la Galilea, áridas zonas del desierto del Negev y núcleos urbanos mixtos como Yaffo, Haifa, Ramle o Jerusalén, es de los pocos rincones del país dónde los árabes sobrepasan numéricamente a la población judía. En el valle de Wadi Ara predominan las llanuras y colinas verdes, tierras de cultivo fértiles y complejos industriales. Los kibutz y poblados israelíes son la excepción: los minaretes de las históricas aldeas árabes, que parecen estar en permanente construcción, dominan ambos lados de la ruta 65, que acaricia la valla fronteriza con Cisjordania. Se estima que viven 87.000 árabes y 24.000 judíos en la zona.
La construcción del muro tras la Segunda Intifada –que en muchas zonas se salta el recorrido original de la “Línea Verde” en beneficio de Israel-, provocó alteraciones geográficas en el valle, como el caso de Barta’a, cuya parte oriental vive en una suerte de limbo. El pueblo, dividido por la línea marcada en el Armisticio de 1949, es un rara avis: la parte oeste yace bajo administración israelí, debidamente pavimentada; pero la zona este, destartalada, sigue bajo control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), cuyas banderas ondean en las calles. No obstante, la influencia de la ANP es prácticamente nula, ya que “East Barta’a” queda del lado israelí de la valla de separación. La entrada oriental al pueblo, que alberga un cementerio de vehículos robados y desguazados, evidencia las precarias condiciones en que viven sus habitantes. La división, que en esta zona es un vallado en lugar del imponente y grisáceo muro de hormigón que rodea Jerusalén, separó de facto a comunidades que antes vivían conectadas a ambos lados de la frontera física.
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