¡Ni guerras imperialistas ni recortes!
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Como siempre ocurre en momentos trascendentales, el aparato propagandístico de la clase dominante trata de minusvalorar la magnitud de la rebelión que ha llenado las calles y plazas, que ha colocado en las grandes ciudades a gobiernos municipales de la izquierda, que ha provocado la mayor crisis del bipartidismo y la monarquía. Pretenden minimizar el innegable avance en la conciencia de millones de trabajadores y jóvenes, y ningunear la fuerza del movimiento de masas. Pero por más que lo intenten es imposible ocultar que los dos partidos que asumieron la “gobernabilidad”, y proporcionaron estabilidad al sistema en los últimos cuarenta años, han sido golpeados con dureza. Los sondeos conceden al PP y al PSOE las estimaciones de voto más bajas de la historia, poco más del 45% de los sufragios tomados en conjunto. Una pérdida de apoyo y credibilidad que también afecta a la monarquía, a las instituciones parlamentarias, a las direcciones burocráticas de UGT y CCOO, desbordadas por un movimiento de protesta que ha arrasado con la paz social.
Y, sin embargo, entre cientos de miles de trabajadores y jóvenes existe un ambiente de incertidumbre sobre los resultados que puedan salir de las urnas. La posibilidad de una contundente derrota del PP y que una opción unitaria a la izquierda del PSOE pudiera alzarse con la victoria —algo perfectamente posible hace unos meses—, está ahora mucho más difuminada. Es necesario, por tanto, hacer un alto en el camino y reflexionar sobre los factores políticos fundamentales del momento actual y las perspectivas de futuro.
¿Ni izquierdas ni derechas?
Aunque es probable que los resultados de Podemos y las candidaturas de Unidad Popular-IU sean mejores de lo que predicen las encuestas, es necesario analizar las causas del retroceso de la formación de Pablo Iglesias, que en enero de 2015 se situaba como primera opción en intención de voto según la encuesta del CIS.
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Esa fuerza que proviene del ascenso de la movilización social ha sido contenida y paulatinamente diluida, mientras los contornos ideológicos de Podemos se desdibujan de manera alarmante. La reiterada actitud de unos líderes que se colocan de perfil ante acontecimientos en los que hay que mojarse, y su insistencia en el paradigma “ni de derechas ni de izquierdas”, además de sembrar prejuicios y desmovilización actúa en beneficio del enemigo.
Pablo Iglesias y sus compañeros de dirección han renunciado a un programa de clase y nítidamente de izquierdas a favor de la “transversalidad” y el “sentido común”. ¿Y cómo se ha concretado esta ducha de pragmatismo? Si se habla de la revolución bolivariana, se encojen de hombros y miran para otro lado, cuando no votan resoluciones en ayuntamientos y parlamentos pidiendo la libertad de golpistas confesos. Si se toca la situación de Grecia, falta tiempo para justificar la capitulación de Tsipras ante la troika. En cuanto a la Monarquía, piden un referéndum pero sin clarificar su opción y mucho menos respaldar las movilizaciones republicanas. Se abandona el “no pago de la deuda ilegítima” y las nacionalizaciones de los sectores estratégicos; se muestra una ambigüedad calculada respecto a la reducción de la edad de jubilación, o se afirma que la enseñanza concertada continuará siendo subvencionada con dinero público. En política internacional, se renuncia a la salida de la OTAN y a la clausura de las bases militares de EEUU en la península, desde donde se pertrecha a las tropas que operan en Afganistán, Iraq y otros países. Y al tratarse de la posible guerra en la que nos quieren meter, los dirigentes de Podemos hablan de paz… pero ofrecen la “máxima” colaboración al gobierno de Rajoy y asisten a las mesas del pacto contra el terrorismo yihadista, en lugar de pasar a la ofensiva contra la hipocresía de la derecha y levantar un fuerte movimiento contra la intervención imperialista.
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Poniendo todos los recursos económicos y mediáticos a su alcance, y son inmensos, la burguesía ha creado un partido para “embolsar” una gran parte de la sangría de votos que sufre el PP y, en buena medida, también el PSOE. Presentando día y noche a Ciudadanos como la otra fuerza “emergente” que apuesta por la moderación, encarrilan el descontento hacia una opción segura y comprometida con sus intereses. En esta dinámica, el giro al “centro” de la dirección de Podemos alimenta el avance de Ciudadanos: si se trata de ser serio y fiable, de ofrecer “Pactos de Estado al resto de las formaciones”, o recoger “lo mejor del espíritu de la Transición”, es natural que amplios sectores de las capas medias se inclinen por la formación naranja.
Urge un cambio radical en la política de los dirigentes de Podemos, hacia la izquierda, hacia los militantes y los círculos, hacia la clase trabajadora y la juventud.
Unidad Popular
Es obvio que Podemos se benefició de la crisis del PSOE, y no IU tal y como todo parecía apuntar; pero la deriva de la dirección de Podemos abre posibilidades para Unidad Popular-IU. Alberto Garzón —excluido vergonzosamente de los debates electorales— está recuperando apoyos con una campaña de izquierdas, incluso girando hacia posturas más anticapitalistas, planteando la nacionalización de las empresas estratégicas, defendiendo la sanidad y la enseñanza públicas, oponiéndose sin reservas a la guerra imperialista y denunciando el pacto contra el terrorismo yihadista como una cobertura para liquidar derechos y libertades democráticas.
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Por supuesto, el empuje de Garzón no oculta la grave crisis por la que atraviesa Izquierda Unida, bloqueada por un aparato anquilosado y una práctica institucional que la disuelve en las redes del parlamentarismo burgués (sus pactos con el PSOE en Andalucía o el apoyo al PP en Extremadura, son ejemplos paradigmáticos), a la que sumar su silencio ante la política de desmovilización de las direcciones sindicales, especialmente de CCOO.
Todo esto es evidente, pero a pesar de estos obstáculos, la clase obrera y la juventud se movilizará para derrotar a la derecha, a todas las derechas, votando por Garzón (Unidad Popular-IU), por Podemos, por las candidaturas unitarias y de izquierdas que han logrado hacerse hueco en diferentes territorios, expresando una aspiración firme por transformar la sociedad y romper con el capitalismo.
Votar no basta. ¡Hay que construir la izquierda revolucionaria!
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Los pronósticos están abiertos. Si se concretan las posibilidades de coalición PP-Ciudadanos o PSOE-Ciudadanos —que de la lectura de los sondeos, con todas las cautelas que ello implica, aparecen como las opciones más probables—, serán gobiernos débiles enfrentados a la tarea de aplicar la política delineada por la troika y las contrarreformas que ya ha exigido Bruselas. Esto da una idea del periodo turbulento que se abre, sea cual sea la fórmula de gobierno.
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Tras casi ocho años de profunda recesión a escala global, el capitalismo sigue mostrándose incapaz de recobrar su equilibrio. Al contrario, la desaceleración de China puede sumergir a la economía mundial en una nueva depresión, y en esas circunstancias es imposible que el Estado español no se vea sacudido de lleno. En definitiva, si el próximo gobierno acepta la lógica impuesta por el mercado, por los grandes monopolios y bancos, la receta está servida: más recortes, más austeridad, más ataques a los derechos sociales, muchos más despidos. En unas condiciones semejantes, el margen para lograr un periodo de paz social es muy difícil. Las vacilaciones de todos los partidos del régimen para implicarse activamente en la guerra imperialista es un buen indicativo del temor que existe a desatar una nueva oleada de movilizaciones masivas.
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• Anulación de la contrarreforma laboral y de la contrarreforma de las pensiones. Prohibición por ley de despidos en las empresas con beneficios. Readmisión obligatoria de los trabajadores en caso de despido improcedente. Jubilación a los 60 años con el 100% de salarios y contratos de relevo para la juventud.
• Prohibición de los desahucios por ley. Parque de viviendas públicas, expropiando los pisos vacíos en manos de los bancos, y con alquileres sociales.
• Derogación de la LOMCE y el 3+2. Enseñanza pública digna, democrática y gratuita desde infantil hasta la universidad. Derecho a la sanidad digna, gratuita y universal para todos.
• Remunicipalización de los servicios públicos privatizados, manteniendo y ampliando las plantillas y respetando los derechos laborales.
• SMI de 1.100 euros y 35 horas semanales sin reducción salarial.
• Plenos derechos democráticos de expresión, reunión y organización. Derogación de la Ley Mordaza.
• Derogación de la Ley de Extranjería y de los CIEs. Solidaridad real y concreta con los refugiados: ni cupos, ni campos de internamiento.
• Nacionalización de la banca y los sectores estratégicos de la economía, para rescatar a las personas y elevar el bienestar de la mayoría.
• Por el derecho a la autodeterminación para Catalunya, Euskal Herria y Galiza.
• ¡Ni terrorismo yihadista ni guerra imperialista! Movilización de la clase obrera y la juventud contra la guerra: ¡Huelga general!
¡Únete a la Corriente Marxista El MILITANTE!
¡Construye las fuerzas de la izquierda revolucionaria!
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