Alexis Tsipras estuvo la semana pasada de visita oficial en Israel. Se reunió con Netanyahu y, además de mantener sus compromisos diplomáticos, emitió dos declaraciones que a más de uno dejaron estupefacto. Y es que el primer ministro griego, miembro del ultraizquierdista Syriza –Syriza es el acrónimo en griego de Coalición de Izquierda Radical–, proclamó que Jerusalén es lacapital de Israel y que Grecia no etiquetará de manera especial los productos elaborados en las colonias judías de Cisjordania y los Altos del Golán, tal como mandan las directrices de la Comisión Europea, que entraron en vigor en noviembre. A lo que Netanyahu contestó: “Creemos en Grecia”.
La izquierda radical europea se caracteriza por ser marcadamente hostil a Israel, y Tsipras ha sido uno de sus grandes iconos, en primer lugar por haber ganado las elecciones con su programa político y en segundo por haberse enfrentado, aunque sin éxito, a lo que marcaba la Troika. ¿Por qué hizo unas declaraciones a las que no se hubiera atrevido Barack Obama?
Lo que diferencia a Tsipras de otros líderes emergentes de la izquierda europea, como Pablo Iglesias o Jeremy Corbyn, además de las pintas –Tsipras siempre va afeitado, limpito y de punta en blanco–, es la cuestión de los intereses nacionales, con independencia de filias y fobias ideológicas.
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