Desde hace un tiempo vienen contraponiéndose estas dos propuestas como respuestas mutuamente excluyentes a los problemas que plantean la pobreza y la desigualdad crecientes. Los defensores de la Renta Básica alegan que el desempleo estructural en España es tan monumental que una propuesta de Trabajo Garantizado universal sería simplemente inviable. Quienes defienden el Trabajo Garantizado critican los efectos macroeconómicos que tendría la implantación de la Renta Básica. A mi entender, no obstante, argumentar sobre la viabilidad de las propuestas en estos momentos -aunque estemos a las puertas de unas elecciones– no ayuda. En el propio Manifiesto, Marx y Engels, a la hora de exponer un “programa mínimo” hablan de “medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor y de las que no puede prescindirse”. Con esta óptica deben de verse ambas propuestas, valorándolas en su capacidad de impulso transformador.
Ambas propuestas sin ser explícitamente anticapitalistas apuntan contra un elemento central del sistema, la dependencia del patrón y el ejército industrial de reserva considerado por Marx como una condición de existencia del modo capitalista de producción. La propuesta de la Renta Básica, en su versión fuerte, añade a esa dimensión de clase, un elemento muy valioso de autonomía frente a la dominación de la familia patriarcal. Pero su principal inconveniente es que, planteada como una transferencia exclusivamente monetaria, deja al mercado la satisfacción de todas las necesidades sobre una base individual. El Trabajo Garantizado tal como se plantea se remite a la participación social en la selección de los trabajos a “garantizar”. Plantea pues resolver las necesidades sociales a través de mecanismos directamente socializados y no mediados por el mercado. Su problema principal: cómo no entrar en colisión con el empleo público ya existente.
Ninguna de las dos propuestas suponen por sí mismas el socialismo, ni sus proponentes lo pretenden. ¿Por qué deben contraponerse? ¿Porque ambas se disputan una misma base de financiación? Pero esa base de financiación presupone mantener el actual estado de cosas. Una cosa es el ejercicio pedagógico de demostrar que las cuentas salen y otra que por salir las cuentas la medida se puede imponer. Si hay capacidad para imponer un cambio en el IRPF como el que proponen los defensores de la Renta Básica, lo hay para lanzar un programa de empleo público garantizado para millones de personas, y para muchas más cosas … ¿Por qué no explorar complementariedades? Si una de las debilidades de la Renta Básica es la monetización e individualización de la misma, ¿por qué no explorar la prestación de “renta básica en especie” y ligarla con el trabajo garantizado? Esta opción permitiría un despliegue territorial de iniciativas de atención a las necesidades sociales ligadas al empleo sin mediar por los mercados. No otra cosa son las muchas iniciativas de economía solidaria que han ido surgiendo como respuesta a la crisis. De este modo, el día que se puedan generalizar ambas políticas sabremos cómo empezar una vez publicadas en el BOE.
Ambas propuestas sin ser explícitamente anticapitalistas apuntan contra un elemento central del sistema, la dependencia del patrón y el ejército industrial de reserva considerado por Marx como una condición de existencia del modo capitalista de producción. La propuesta de la Renta Básica, en su versión fuerte, añade a esa dimensión de clase, un elemento muy valioso de autonomía frente a la dominación de la familia patriarcal. Pero su principal inconveniente es que, planteada como una transferencia exclusivamente monetaria, deja al mercado la satisfacción de todas las necesidades sobre una base individual. El Trabajo Garantizado tal como se plantea se remite a la participación social en la selección de los trabajos a “garantizar”. Plantea pues resolver las necesidades sociales a través de mecanismos directamente socializados y no mediados por el mercado. Su problema principal: cómo no entrar en colisión con el empleo público ya existente.
Ninguna de las dos propuestas suponen por sí mismas el socialismo, ni sus proponentes lo pretenden. ¿Por qué deben contraponerse? ¿Porque ambas se disputan una misma base de financiación? Pero esa base de financiación presupone mantener el actual estado de cosas. Una cosa es el ejercicio pedagógico de demostrar que las cuentas salen y otra que por salir las cuentas la medida se puede imponer. Si hay capacidad para imponer un cambio en el IRPF como el que proponen los defensores de la Renta Básica, lo hay para lanzar un programa de empleo público garantizado para millones de personas, y para muchas más cosas … ¿Por qué no explorar complementariedades? Si una de las debilidades de la Renta Básica es la monetización e individualización de la misma, ¿por qué no explorar la prestación de “renta básica en especie” y ligarla con el trabajo garantizado? Esta opción permitiría un despliegue territorial de iniciativas de atención a las necesidades sociales ligadas al empleo sin mediar por los mercados. No otra cosa son las muchas iniciativas de economía solidaria que han ido surgiendo como respuesta a la crisis. De este modo, el día que se puedan generalizar ambas políticas sabremos cómo empezar una vez publicadas en el BOE.
Publicado en el Nº 290 de la edición impresa de Mundo Obrero noviembre 2015
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