Macri tiene un enemigo poderoso: la clase obrera
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La debilidad de la oligarquía argentina se hace nuevamente visible. Como señalábamos en anteriores artículos, el discurso de Scioli y sus continuos guiños a los sectores empresariales y financieros, su ansia por copiar a Macri aumentando la represión policial para “combatir la inseguridad”, sus lazos con la burocracia sindical más corrupta, y sus orígenes menemistas de los que siempre se ha jactado, eran un obstáculo evidente para derrotar a la derecha macrista. Por eso, la lectura de este resultado tan ajustado es significativa: la clase obrera argentina ha dado un sonoro puñetazo sobre la mesa, para dejar claro a Macri que no va a tolerar la aplicación de sus políticas pro FMI, de recortes y austeridad, sin una dura pelea.
La derecha es la derecha
La noche electoral no fue tan festejada como era de esperar, no se desató el delirio en Macri y sus seguidores, y en los discursos desde el escenario se intentó moderar los mensajes. Tanto Macri como Gabriela Michetti, su candidata a la vicepresidencia, pidieron “unir a los argentinos”. “Les pido a los que no nos votaron que se sumen a este cambio”, afirmó Macri. “Esta Argentina no va a ser fruto de un iluminado que tiene todas las soluciones. Eso no existe. Mi tarea es ayudarlos a encontrar el camino”. Ni más ni menos. Michetti por su parte tuvo la desfachatez de dirigirse a la otra trinchera con el tono paternal de la oligarquía, aunque mostrando entre líneas su debilidad por una victoria tan precaria: “Muchos hogares humildes están preocupados. Quiero decirles que no tienen nada que temer”. Por supuesto. Los lobos se visten con piel de cordero, pero engañan a muy pocos. En la misma tribuna había una invitada de honor, Lilian Tintori, la mujer de Leopoldo López, el golpista venezolano encarcelado por instigar una violenta guarimba contra el gobierno de Maduro. Toda una señal de por dónde van a ir los tiros de la legislatura.
Por supuesto, la acogida ha sido entusiasta en la bolsa y en los mercados de inversión, así como en toda la prensa de derechas argentina que no ha dejado de alabar el “nuevo orden social” que promete Macri. En el Estado español el diario El País no se ha quedado atrás en sus muestras de entusiasmo. En un editorial titulado Cambio profundo hablan descarnadamente de los objetivos del mismo: “ (…) los males de Argentina no son solo económicos; tienen también que ver con una extrema polarización política, que obedece a las formas populistas con las que ha gobernado Cristina Fernández, y con una cada vez mayor irrelevancia en el tablero regional, por el afán de la presidenta de vincularse al proyecto que ha capitalizado Venezuela en los últimos años (…) Macri podría tener que enfrentarse a una situación más delicada aún porque las reservas del Banco Central han caído de manera notable y quizá deba articular medidas de choque frente a una oposición que no va a darle cuartel (…) La otra pata en la que el presidente electo va a apoyarse para romper con la dinámica de confrontación que instaló su antecesora es la de recuperar la voz de Argentina en un continente en el que la marca bolivariana atraviesa horas bajas. Macri afirmó que en la próxima cumbre de Mercosur pedirá que se aplique la cláusula democrática contra Venezuela, porque las denuncias de los atropellos que allí se están produciendo contra la oposición ‘son claras, son contundentes, no son un invento’. Toma así, y con urgencia, la bandera de otra transformación, la que pretende darle la vuelta al ajado proyecto del socialismo del siglo XXI”.
Así es. Macri es el mirlo blanco con el que la burguesía del continente y sus amos de Washington quieren combatir a la revolución bolivariana y a todos los gobiernos que, aupados por la lucha revolucionaria de las masas, osaron llevar a cabo reformas en contradicción con la agenda política neoliberal y privatizadora. El objetivo inmediato después de desalojar al kirchnerismo de la Casa Rosada pasa por derrocar a Maduro, Correa y Evo Morales, pero el fin es aplastar la voluntad de lucha de la clase obrera y los oprimidos de América Latina y conjurar la amenaza de la revolución socialista. Que lo consigan es otro cantar.
Un periodo turbulento
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Otra dificultad que debe encarar Macri es que en el Parlamento sólo podrá disponer de mayoría sumando sus diputados a los de Sergio Massa, el otro candidato de la derecha desgajado del peronismo que obtuvo la tercera plaza en las elecciones del 25 de octubre. Pero en el Senado ni siquiera podrá darse esa posibilidad, pues los escaños kirchneristas son mayoría absoluta. La alianza electoral encabezada por Macri, Cambiemos, es un pacto entre su organización, Propuesta Republicana (PRO), y la histórica Unión Cívica Radical (UCR); Macri tiene su base de apoyo fundamental en la ciudad de Buenos Aires, pero en el resto del país sus fuerzas organizadas son mucho más débiles. En resumen: el desgajamiento del kirchnerismo es esencial para que Macri pueda sacar adelante sus leyes, y esa será la tarea más importante para la clase dominante en los meses que vienen.
La derrota electoral obviamente va a profundizar la crisis del FpV, del Partido Justicialista (Peronista), y de todo el movimiento político y social que gira en torno al kirchnerismo. La crítica a la decisión de presentar un candidato como Scioli desde los sectores más combativos de la clase obrera y la juventud —que sostuvieron con su movilización los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández— fue evidente durante toda la campaña electoral. Y estos sectores entrarán en contradicción con un aparato anquilosado en el FpV y una burocracia sindical corrupta, que oscilará hacia el acuerdo con Macri aunque aparente oposición y discrepancia.
Las condiciones para que la izquierda clasista y revolucionaria progrese en el próximo periodo están maduras, pero la condición es abandonar las posiciones sectarias que la alejan de la clase obrera argentina. El desdichado llamamiento del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) de votar en blanco en la segunda vuelta ha recibido el repudio de la inmensa mayoría de los trabajadores y la juventud: sólo se han contabilizado 305.229 papeletas en blanco, un 1,19%. En unas elecciones como estas era necesario conectar con el instinto de los trabajadores, que correctamente veían en el triunfo de Macri un peligro muy concreto y real.
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La lucha de clases en Argentina entra en una nueva etapa. El fin del ciclo kirchnerista acaba con un cierto equilibrio entre las clases, derivado de la gran explosión revolucionaria que significó el Argentinazo. Las reformas políticas y económicas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que representaron sin duda una ruptura con los gobiernos neoliberales y privatizadores anteriores pero dejaron intactas las estructuras capitalistas del país, no han resuelto los problemas de fondo. La crisis golpea con fuerza, azuzada por la caída de la economía china y el hundimiento de los precios de las materias primas, preparando una ofensiva contra los trabajadores en todos los frentes. Y el proceso no se desarrolla solo en Argentina, es en el conjunto de América Latina. En este periodo muchas de las ilusiones alimentadas por la izquierda reformista sobre la posibilidad de un capitalismo de rostro humano o un “socialismo de mercado” —capaz de conciliar los intereses de explotadores y explotados—, dejarán paso a otras ideas mucho más consistentes y necesarias, las del programa del genuino socialismo. Será una nueva etapa llena de duros acontecimientos, pero que prepara nuevos estallidos revolucionarios.
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