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Berlín, 13 Ago (Notimex).- “Para nosotros que crecimos con el Muro de Berlín, el Occidente era nuestro enemigo y el muro nos protegía de ellos”, dijo hoy la escritora Elke Pupke, desde Bansin en la isla de Usedom, que pertenecía a la ex República Democrática de Alemania.
Pupke nació en 1954 en Bansin, siete años antes de la edificación del Muro.
La construcción del Muro “tuvo influencia en nuestra vida porque un hermano de mi madre, que vivía aquí cerca, huyo a Occidente” junto a su esposa y sus dos hijos, contó a Notimex la escritora.
La fuga se produjo dos semanas antes de la construcción del Muro, ya que esa barrera fue edificada justo para impedir la salida de miles de alemanes que huían de la falta de libertad y de las condiciones de vida de la zona de administración soviética.
El tío huyó fingiendo que se iba de vacaciones con su familia y dejó atrás todo lo poco que tenía.
A través del tío que huyó, tenían información y algún contacto con el occidente alemán.
“Nos enviaba cosas que no había (en el sector alemán administrado por la Unión Soviética) como chocolate, medias, café. Eso era principalmente en Navidad. No siempre llegaban los paquetes porque la policía soviética y germanoriental no los dejaban pasar”, recordó.
“Nuestros padres no hablaban con nosotros, los niños, sobre política, porque no querían que tuviéramos problemas y para nosotros era completamente normal que existiera el Muro Antifascista”, como lo designó la administración germanoriental.
“Con él nos protegían de los capitalistas, que eran malos”, dijo.
En el oriente alemán administrado por la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) “había escasez económica, faltaban productos completamente profanos, sencillos, pero por otro lado uno tenía seguridad: todos tenían una vivienda y comida, pero no lujos”.
“Si me comparaba con mis primos en el occidente alemán y lo que ellos tenían, por ejemplo jeans, los envidiaba, pero yo más bien lo que quería eran libros”, indicó Pupke.
Narró a Notimex que lo que más le molestaba en la República Democrática de Alemania (RDA) era el control del Estado sobre lo que las personas podían leer.
“Las autoridades prescribían lo que uno podía leer o las películas que uno podía ver, o la música que uno podía escuchar”, dijo Pupke, quien con el tiempo se desempeñó como bibliotecaria.
“Pasaban cosas como la siguiente: un escritor de la RDA se fugó a la RFA (Alemania occidental) y sus libros fueron prohibidos. Nosotros teníamos que destruirlos de manera de que nadie pudiera leerlos. Eso es comparable con la quema de libros que perpetraron los nazis”, dijo.
En especial recuerda al escritor germanoriental, Hans Werner Richter, de la localidad de Bansin, quien creó en 1947 (dos años después del término de la Segunda Guerra Mundial) el Grupo 47, que impregnó la literatura de la posguerra alemana.
Era comunista convencido y vivía en Munich (en la RFA) y “por esa razón, porque vivía en esa ciudad germanoccidental, sus libros fueron prohibidos en la RDA”.
Si bien los ciudadanos de la RDA tenían seguridad de que el Estado les daba vivienda, no invertía en el mantenimiento o en la renovación de los edificios, incluso ni siquiera en las joyas arquitectónicas, de manera que las construcciones con los años adquirían una apariencia descuidada y arruinada.
Hans Werner Richter criticó eso y esa fue otra razón por la que lo prohibieron en la RDA.
El Estado germanoriental “nos tenía como bajo tutela, inhabilitados como individuos”, contó Elke.
“La radio germanoccidental solo se podían escuchar a escondidas. La televisión germanoccidental estaba prohibida pero de todas maneras, la recepción en nuestros aparatos era muy mala. Algunos construyeron antenas a escondidas para poder captar esas señales”, recordó.
En cuanto a viajes, el único que hizo en su juventud fue a Cuba porque lo permitía el Estado germanoriental.
Lo que le gustaba de la entonces RDA era la seguridad que daba el Estado en vivienda, comida y la cohesión y solidaridad social.
“Yo tenía un empleo en ese entonces en la actividad turística para los trabajadores, ya que era miembro de la Federación Alemana de Sindicatos Libres (FDGB). Mi jefe y yo ganábamos lo mismo, eso era común en la RDA. En ese sentido había pocas posibilidades para la envidia social o para ambiciones. No había indigentes ni limosneros”, afirmó.
“Por las noches podía trabajar como mesera y entonces a fin de mes había ganado más dinero que mi jefe. Ahora, con el capitalismo, uno no está seguro de que va a tener un trabajo, o una vivienda, o comida. Y si uno critica al jefe en su cara, lo corren a uno”, lamentó.
En la RDA no era así. Las cosas costaban muy poco, pero no había diversidad, “y uno podía vacacionar en el Mar Báltico en la costa germanoriental por poco dinero. Pero los edificios eran ruinosos porque no había dinero para repararlos”.
“Por otra parte, nunca tuve conciencia de ser espiada por las autoridades. Después de que cayó el Muro y todo eso salió a la luz –el detallado espionaje sobre la población- me sorprendí”, dijo.
Cuando cayó el Muro, Pupke pudo adquirir un pequeño hotel en Usedom, pero después de algunos años fracasó porque no conocía el funcionamiento de la economía de libre mercado.
A 25 años de la Caída del Muro sigue dedicada al sector turístico en Usedom como guía en Usedom, escribe en el periódico Ostseezeitung sobre temas del turismo.
Además editó ya dos novelas policíacas regionales que tienen como escenario la isla y se han vendido bien: “Los Muertos de Bansin”, “La Casa del Asesinato en el Bosque” y está por salir a la venta la tercera, “Secreto Mortal en Usedom”.
Usedom es la segunda mayor isla de Alemania en la costa del Mar Báltico y cuenta con muchos pequeños pueblos, entre los principales Alhbeck, Bansin y Heringsdorf; su economía es la industria turística desde antes de la construcción del Muro de Berlín.
De 1945 a 1990, el modelo político-económico que rigió en la isla fue el socialista, ya que el Oriente alemán pertenecía al área de administración de la Unión Soviética, mientras que la parte occidental era administrada por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.
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