Si hace un mes era Francisco Granados, ex secretario general del PP madrileño, quién daba con sus huesos en la cárcel por liderar una red corrupta con la que amasó cinco millones de euros en Suiza, ahora la diana se ha fijado en Ana Mato. Símbolo de la derecha más beata y pija, furiosa como pocas en su ardor privatizador, tras años de resistirse la han obligado a dimitir. El juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, que la ha acusado de lucrarse de los favores de la Gürtel, juzgará además a otras 43 personas imputadas en el caso, entre ellas a tres de los cuatro ex tesoreros que ha tenido el PP en su historia.
¡Que se vayan ya!
“España no está corrompida”,afirmó grotescamente Mariano Rajoy en el debate parlamentario sobre corrupción un día después de despedir a Ana Mato. Lo dice el jefe de un partido que se ha financiado a través de una red tupida de sobornos y saqueo del patrimonio público durante décadas. En efecto señor Rajoy, es un insulto a la mayoría de la población trabajadora intentar meterla en el mismo saco con su banda de ladrones. La única corrupción, profunda y extendida como la gangrena, es la que afecta a su gobierno, a su partido, y a las formaciones políticas que sustentan el sistema. El pesebre del que se han nutrido ampliamente PP, CiU (con el escándalo de las comisiones multimillonarias de los Pujol y las tramas de financiación ilegal hacia sus arcas), el PNV y la cúpula del PSOE en numerosos territorios (caso de los EREs, Coslada…), es el lubricante que mueve las “instituciones” y dicta la agenda de los políticos que sirven a los capitalistas.
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Desde la izquierda que lucha, desde Podemos y los sectores más combativos de IU, desde los movimientos sociales, tenemos una obligación en este momento: aumentar e impulsar la lucha para echar al PP, y aunque éste no cayese antes de finalizar la legislatura, la movilización en la calle es la mejor garantía de que el nuevo gobierno esté bajo la presión directa de la población y de sus aspiraciones.
Romper con la lógica del sistema
Enfrentada a una rebelión social que ha trastornado profundamente el panorama político, a la burguesía le entran sudores fríos sólo de pensar que las encuestas electorales se pueden hacer realidad y que un gobierno de Podemos, en alianza con IU, pueda tomar las riendas del Estado. Y si están dispuestos a prolongar los espasmos de una legislatura moribunda, es para desplegar una estrategia que les permita recuperar posiciones. Esta hoja de ruta se basa, por un lado, en arreciar su campaña de infamias y verter toda la inmundicia posible contra los dirigentes de Podemos; en segundo lugar, inyectar las convenientes andanadas de miedo entre su base social y lograr que se movilice electoralmente; tercero, enviar avanzadillas al entorno de Podemos y sus dirigentes para moderar sus planteamientos y hacerlos compatibles con una gestión “razonable” del capitalismo.
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La izquierda que lucha se enfrenta a una disyuntiva histórica. Si lo que se pretende es seguir el camino de una socialdemocracia que, en la década de los 50 y 60 del siglo pasado, intentó crear en los países capitalistas desarrollados una especie de “capitalismo de rostro humano”, se está muy lejos de entender que la realidad en la que nos movemos es completamente distinta a la de aquella época. En la actual fase del imperialismo y de la dictadura del capital financiero, la burguesía se opone frontalmente a políticas expansivas del gasto público, a los impuestos sobre las grandes fortunas, a la inversión productiva, a los salarios decentes y empleos dignos ¿Pero porqué no aplican modelos keynesianos, se preguntan muchos, entre ellos Pablo Iglesias? Por que de hacerlo afectaría a su tasa de beneficios, reduciéndola considerablemente, precisamente cuando el mercado está deprimido, el consumo ssigue por los suelos, y el exceso de liquidez de capital —que es muy elevado gracias a la política de recortes— sanea los balances de los bancos y de las empresas, sirve para especular con deuda y otros productos financieros, pero no se dedica a la inversión. Y la razón de todo ello es clara: la crisis de sobreproducción capitalista no sólo no ha remitido sino que se extiende y amenaza con hacerse más profunda en Europa, en EEUU, en China y América Latina.
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Para llevar a la práctica las medidas que pueden resolver efectivamente las grandes necesidades que tiene la mayoría, hay que romper con la lógica del capitalismo: nacionalizando todo el sector financiero y los grandes monopolios estratégicos sí se podría realizar una política de gasto público expansiva, real y sustanciosa, que garantizase el derecho a techo (suprimiendo los desahucios por ley); que acabara con los recortes y blindase la sanidad y la educación pública; que otorgara una renta básica para los seis millones de desempleados y el 25% de pobres que tiene la sociedad, y que redujese drásticamente el desempleo.
Podemos, Izquierda Unida y las perspectivas de la transformación social
La irrupción de Podemos ha reforzado el ambiente de entusiasmo e ilusión entre amplios sectores de la clase obrera y la juventud que aspiramos a barrer al PP y transformar la sociedad. La quiebra del bipartidismo es también un durísimo varapalo para la dirección del PSOE, implicada en todas las medidas de recortes y cómplice de las políticas de austeridad. Pero no se puede olvidar que este triunfo es el fruto de la gran movilización social de estos últimos cinco años, que ha puesto en entredicho todo el régimen político que la burguesía española levantó en los años setenta, con el apoyo de los dirigentes reformistas de la izquierda.
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Las perspectivas para la transformación social se han ensanchado considerablemente, y este cambio de época tan profundo no podía dejar de tener consecuencias considerables en todas las organizaciones, no sólo en la derecha y en el PSOE. La sacudida que recorre IU, y que ha tenido como señal destacada la renuncia de Cayo Lara a encabezar la lista en las Generales de 2015, se puede resumir en una frase: no es posible continuar con un discurso que contradicen los hechos. Si IU quiere recuperarse y sintonizar con los millones de trabajadores y jóvenes que anhelan un cambio radical, no basta con bonitas palabras, hacen falta hechos, y estos deben comenzar por romper el pacto de gobierno con el PSOE en la Junta de Andalucía y no suscribir más recortes; por poner fin a la desdichada alianza, cada día menos inconfesable, con el PP en Extremadura; por limpiar las filas de elementos arribistas, corruptos y derechistas, representada por la llamada “vieja guardia” de Ángel Pérez en IUCM y por otros nombres en diferentes Federaciones; y también por impulsar dentro de CCOO un modelo sindical de combate, de clase y democrático que ponga fin a la estrategia fracasada del pacto social.
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