¿A ese punto hemos llegado en que tener un trabajo, por mísero que éste sea, nos hace estar agradecidos a quien nos lo haya concedido? BENITO RABAL 09/12/2014 Ayer recibí una llamada de teléfono cuanto menos sorprendente. Provenía de un larguísimo número y la voz que me llegaba desde el otro lado de la línea, era la de una mujer con marcado acento eslavo. Llamaba de una empresa con un nombre tan sospechoso como impactante, algo así como International Global Market, lo cual no tendría nada de especial dado el bombardeo continuo al que nos someten esa multitud de oscuras sociedades sin rostro, pero con voz de sufridos y pésimamente pagados teleoperadores, normalmente emigrantes. Lo raro es que no preguntaba por mí, sino por mi compañera y, dado que me acabo de mudar de población, que la línea telefónica está a mi nombre y que a mi compañera y a mí no nos une sino el amor y no papel alguno, la mosca se me puso detrás de la oreja. Más aún, cuando la señora...