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LA IZQUIERDA URUGUAYA, ¿SER O NO SER?


Dr. Heber Da Rosa

Sabido es que desde la Revolución Francesa y particularmente desde el período de la llamada Asamblea Nacional Constituyente en la que, según la mayor propensión y compromiso con las cuestiones sociales de los asambleístas que se ubicaban en los asientos de la izquierda del recinto y aquellos otros que tendían a poner mayor énfasis en la cuestión del orden y la organización del Estado y que se ubicaban a la derecha del recinto, tenemos la tendencia a catalogar a las corrientes ideológicas, según pongan mayor o menor énfasis en la temática social y expresen una mayor o menor sensibilidad al tema en corrientes de izquierda o de derecha. Aunque también es cierto que los límites entre ambas tendencias tienden a ser cada vez más difusos, hay menos distancia ya sea porque los llamados de la “derecha” expresan en una versión moderna un mayor interés por abarcar desde su concepción la cuestión social como también por el hecho de que la misma izquierda, sobretodo después de las experiencias en el campo de la realidad, tienen cada vez una mayor propensión a valorar la estabilidad y los equilibrios económicos como una cuestión importante entre otras cosas para que tenga eficacia y sustentabilidad el proyecto social. En el Uruguay las corrientes de izquierda, fuertemente influenciadas por el pensamiento marxista leninista que inspiró a la Unión Soviética, a las llamadas democracias populares de la Europa Oriental, a la hoy cada vez más capitalista China, a la decadente Cuba y otros ejemplos que han ido o están en proceso de desaparición en el mundo y que han ejercido una fuerte influencia en el pensamiento del Frente Amplio, desde que esta coalición de fuerzas de izquierda se formó en 1971, caracterizada en sus planteos básicos ideológicos como una concepción estatista, de economía cerrada y centralizada, con fuertes límites a la libertad de iniciativa privada, con planteos anti norteamericanos y de solidaridad con los países socialistas, de rechazo a los organismos financieros internacionales y con el subyacente planteo de la teoría de la lucha de clases inspirando muchas de sus posturas en la geografía política nacional, que mantuvo esos postulados esenciales con mucha fuerza hasta que los efectos del fracaso de la Unión Soviética y de la disolución de las democracias populares europeas empezaron a sentirse por éstas tierras. Paradojalmente es también el tiempo post dictadura en el Uruguay en el que los partidos fundacionales que ejercen el gobierno en rotación y en coalición, comienzan a profundizar la ruptura del viejo esquema del Estado paternalista e intervencionista, de la economía cerrada y del clientelismo político usando los recursos del Estado lo que genera un choque cultural que terminó siendo capitalizado por una izquierda liderada por el Dr. Tabaré Vázquez que reivindicaba por un lado el viejo proteccionismo estatal y por otro lado denunciaba a los partidos tradicionales como (neo liberales) que en sus respectivas acciones de gobierno se mostraban cada vez menos comprensivos y más indiferentes respecto de la problemática social. Finalmente, con el toque final de la crisis brutal del 2002, esa izquierda zigzagueante e hiper crítica, llego al gobierno en el año 2004. Y allí comienzan los problemas existenciales que de una u otra forma la izquierda ha enfrentado y enfrenta en muchas partes del mundo y que esta planteada hoy a nivel de la izquierda uruguaya: cómo hacer compatibles los viejos postulados del Estatismo, de la negativa a la inversión privada, de la economía cerrada y de la lucha de clases; con un mundo en donde esos postulados se cayeron, más bien fracasaron, y cómo hacerlo en un país tan dependiente de las circunstancias foráneas como lo es el Uruguay. Hoy cuando estamos arribando al fin de este inusual período de gobierno el tema esta instalado tal vez con mayor intensidad que cinco o diez años atrás y entonces la cuestión no es sólo de si Astori o Mujica, si primero uno o primero el otro, si prima la sagacidad política de Tabaré Vázquez o la coherencia ideológica con los postulados históricos de la izquierda. En realidad lo que se discute y hay que resolver es ni más ni menos que el futuro de la izquierda en el Uruguay, si será una corriente reformista ligh con muchos ribetes de neoliberalismo como ha sido la gestión Astori desde el Ministerio de Economía que no por casualidad es ponderada por la Revista The Economist o por los círculos financieros locales y hasta por el Sr. Embajador de los Estados Unidos en una reciente conferencia en uno de los almuerzos de ADM o si, por el contrario toma el rumbo de una fuerza populista y de discurso influenciado por las viejas tendencias de la izquierda marxista y estatista con ciertas simpatías hacia el llamado socialismo del siglo XXI de Chávez en Venezuela, de Morales en Bolivia y de la propia Cuba de los Castro. Ese es el gran dilema sumado al hecho circunstancial de que no aparece hoy un liderazgo con capacidad de equilibrio y de maniobra, con un alto grado de hipocresía resultante de la comparación entre lo que se dice y lo que se hace que ha sabido encarnar Vázquez en la conducción del Frente Amplio y que hace que pese a la bonanza internacional de precios de productos de exportación que ha beneficiado la economía del país como desde varias década no ocurría, pese a disponer de mayorías absolutas en el parlamento y a tener todo el poder político concentrado en los ministerios y en los directorios de entes autónomos y servicios descentralizados sin presencia de la oposición, la izquierda viva hoy los graves problemas y contradicciones internas que esta teniendo para posicionarse y perfilarse hacia las próximas elecciones nacionales del año 2009. Por más que el hoy senador Astori proclame a voz en cuello su condición de hombre de izquierda, se avenga como seguramente lo va hacer a suscribir algún programa con matices y postulados fuertemente condicionados por la izquierda tradicional para lograr el apoyo de ésta a su candidatura presidencial, todos saben y principalmente los militantes y adherentes frenteamplistas que la conducción económica que realizó Astori y sus posturas en el plano internacional podría en todo caso catalogarse como “neoliberalismo progresista” algo medio difícil de entender pero que en realidad no fue otra cosa que una política económica claramente abierta a la inversión privada, a la fuerte apertura de la economía a capitales extranjeros, al claro alineamiento con los intereses de EE UU en la región y muy lejos, más bien en las antípodas, de romper o enfriar relaciones con los organismos financieros internacionales como Banco Mundial, BID, Fondo Monetario Internacional y bancos privados extranjeros, con algunos atisbos en lo social como la instalación de los consejos de salarios o la implementación del plan de emergencia o la reforma de la salud, acompañados de una gran expansión del gasto público en los últimos dos años de su gestión. La pregunta es ¿será que la militancia de izquierda abdicará de su esencia, aceptará la formalidad de un programa de izquierda tradicional escrito tan solo en el papel, se pondrá vendas en los ojos para acompañar la candidatura del compañero Astori? Esa es la cuestión y entonces el dilema planteado, como en otros países y regiones el de: ser o no ser.

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