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BERLIN DESPUES DE GOOD BYE LENIN


Por Fausto Triana (Prensa Latina)
Berlín.- De todas las capitales importantes del mundo, ninguna sufrió tanto de escisiones y problemas de identidad como Berlín, que hoy, 18 años después de la reunificación de Alemania, es todavía una urbe difícil de clasificar.
Al lado de París, Roma, Londres, Barcelona o las coquetas Praga y Ámsterdam, la ciudad capital germana se queda muy rezagada, también porque la fusión Este-Oeste sigue sin lograr la armonía esperada.
El territorio occidental, que se convirtió en punta de lanza de la guerra fría, recibió toda la inyección monetaria de las potencias aliadas (Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) para mostrar un desarrollo provocador al modelo socialista.
Así, la opinión pública internacional fue manipulada desde el fin de la II Guerra Mundial y muy en especial a partir de la construcción del Muro de Berlín en 1961, como respuesta de la entonces Unión Soviética.
El juego de la política alcanzó líneas sin precedentes en la historia. Hasta la caída del Muro el 9 de noviembre de 1989, la mayoría de la gente creia que Berlín Oeste estaba ubicado en plena República Federal de Alemania (RFA), y no en el corazón de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA).
Occidente se encargó de dar una sola versión de la urbe. Festivales internacionales de cine, música y teatro hicieron la labor noble de promoción y luego la vida nocturna en la Kudam Strasse servía de complemento.
Empero, existía el Este, con su monumental Torre de Televisión de 368 metros de altura, en Alexandre Platz, levantada en 1960 y que al final resistió el paso del tiempo. Como era símbolo del socialismo de la RDA, quisieron demolerla.
Una excelente referencia de lo ocurrido en territorio teutón , y en particular en su capital, es la película Good bye Lenin, de Wolfgang Becker con las muy notables actuaciones de Daniel Bruhl y Katrin Sass.
Anexión y no reunificación vuelan en la atmósfera de una ciudad que, no obstante, tiene sus encantos. Su cultura e historia rezuman los esbozos bélicos prusianos, el origen de estado de Brandeburgo y la Alemania nazi, además de la guerra fría.
Fundada en el año 1200 a partir de la unión de los pueblos de Berlín y Colonia, la ciudad entró realmente en la historia en 1415 cuando fue elegida capital del estado de Brandeburgo, uno de los que integraba el Sacro Imperio Romano Germánico.
Brandeburgo, como parte del reino de Prusia, permitió a Berlín convertirse en la urbe principal del Imperio Alemán en 1871, cuando en verdad se da la primera unificación germana que dio paso a un auge demográfico.
Atravesada por los ríos Spree y Havel, a sólo 70 kilómetros de la frontera con Polonia, adquirió notoriedad como centro de poder militar en la I y II Guerra Mundial, y muy en especial por concentrar al nazifascismo de Adolfo Hitler.
Sede del Reichstag, de nuevo en funciones con otra perspectiva, y del Palacio Real, destruido durante la segunda conflagración universal, es en cualquier caso punto de partida y destino de la propia existencia del país.
Su máximo esplendor en tiempos del Führer lo alcanzó en 1939, cuando su población superó los cuatro millones de habitantes (actualmente tres millones y medio) y Hitler, con su manía de grandeza,intentó dotarla de grandes obras urbanísticas.
Al final sufrió los bombardeos de los aliados antes de ser dividida en cuatro sectores al término de la guerra.
Osos berlineses
Aunque no hay precisiones sobre la etimología de Berlín, algunos especialistas aseguran que su nombre proviene del vocablo alemán Bar (con dos apóstrofes en la letra a), que quiere decir oso. De ahí el símbolo de la ciudad.
Otros se remiten al idioma de un pueblo eslavo que habitaba en la zona y llamó al territorio Barlin (un abrigo).
Desde las alturas de la Cúpula levantada en el nuevo edificio del Bundestag (Parlamento) o de la espléndida Torre de Televisión de Alexandre Platz, Berlín ofrece un panorama interesante en el cual se combinan lo antiguo y lo moderno.
La antigua Oficina Imperial de Patentes (1891), la Nueva Sinagoga (de 1866 y reconstruida en los 90 del siglo XX), la Isla de los Museos (1824, patrimonio mundial de la UNESCO) y la catedral de Berlín (1905) son algunos de sus atractivos.
Asimismo, la iglesia de San Nicolás (1230), la Puerta de Brandeburgo (1791), Parque Tiergarten (1742), Palacio de Bellevue (1790) , Unter der Linden, el principal boulevard de la ciudad y la Potsdamer Platz (2001).
Por supuesto que la Kudam Strasse conserva el esplendor de la vida nocturna, plagada de comercios y restaurantes, remarcando todavía las diferencias con la parte este de la ciudad donde el lujo daba paso al pragmatismo de los tiempos, 18 años atrás.
Berlín es sin dudas el corazón más expresivo del Deutchsland Wiedervereinigung (Reunificación de Alemana) y cada 3 de octubre celebra la fusión aunque las distancias entre el desarrollo de las dos grandes partes de la urbe sigan siendo notorias.
Tuve el privilegio de estar presente en Berlín en la medianoche del 2 de octubre de 1990, una experiencia inolvidable que dio señales tempranas de que el proceso de una Alemania unificada pasaría por numerosos obstáculos en su porvenir.

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