SARA VELERT -
EL PAIS
La piqueta amenaza un gran mural diseñado por el artista valenciano en la ciudad de Erfurt, capital de Turingia, a principios de los años ochenta. Montada sobre mosaico de vidrio industrial, la obra recorre la fachada principal y parte de otra pared de un antiguo y deteriorado centro cultural cerrado hace años. El inmueble está en proceso de venta y la empresa propietaria ha pedido al Ayuntamiento permiso para un futuro derribo. La posibilidad de que desaparezca así una de las últimas obras de Renau, que no llegó a verla terminada, ha alarmado a su familia y a sus antiguos colaboradores en Alemania, movilizados para convencer a las autoridades municipales de que hagan valer la protección patrimonial que concedieron al mural hace un año. La ciudad asegura que, en caso de una demolición, la obra se retiraría para evitar que sufriera daño.
Pero esa promesa no ha tranquilizado a los seguidores de Renau, pendientes de preservar la obra y memoria de este valenciano universal que concibió su arte como un instrumento al servicio de la transformación social y del compromiso político e intelectual. Pintor, grafista, maestro del cartel de agitación y del fotomontaje, muralista y ensayista, Renau (Valencia, 1907-Berlín, 1982) fue el director de Bellas Artes encargado del pabellón de la República para la exposición universal de París de 1937, que albergó junto a otras obras emblemáticas el Guernica de Picasso, y organizó el traslado a Valencia de los fondos del Museo del Prado para protegerlos de los bombardeos franquistas sobre Madrid. El exilio tras la Guerra Civil llevó al artista y dirigente comunista a México y después al Berlín de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA), donde falleció.
En la Alemania reunificada perviven ejemplos destacados del Renau muralista en Halle (Sajonia-Anhalt) y en Erfurt. En la primera se desmontó una de las obras, que se ha perdido, pero se restauraron otras tres de grandes dimensiones. En el caso de Erfurt, el futuro del único mural del artista es incierto.
La naturaleza, el hombre y la cultura fue un encargo de la ciudad a Renau para realzar el centro cultural de la plaza de Moscú. El artista comenzó a trabajar en esta obra en 1981 y falleció un año antes de que se finalizara.El mural mide más de cinco metros de alto y 25 de largo, y sus miles de teselas de vidrio dibujan dos grandes manos. Una sostiene una manzana, símbolo de la naturaleza que el hombre transforma en cultura y deposita en la otra mano en forma de un poliedro. "Lo más importante para él es que le dejaron mano libre en el diseño", destaca Teresa Renau, hija y heredera del artista.
"Yo veo muy difícil que el mural se quede en el mismo lugar, pero hay que garantizar que se salvará", añade Teresa Renau, que se ha dirigido al Ayuntamiento de Erfurt para expresar su inquietud. "El problema es que si se desmonta el mural, se destruye. Está hecho para el lugar elegido. En otro entorno se deforma la perspectiva", abunda Marta Hofmann, alumna y colaboradora de Renau durante 11 años y que trabajó en el mural. En una carta al alcalde de Erfurt que firman otros cuatro artistas, Hofmann describe cómo el pintor estudió al detalle el emplazamiento del mural y su diseño desde todas las perspectivas posibles. El mural, además, abraza en curva una de las esquinas del inmueble, lo que complicaría aún más la búsqueda de un soporte similar que mantuviera la perspectiva. "Desmontarlo significaría destruir el cuadro, y eso sería un sacrilegio cultural", insiste Hofmann.
"Se han analizado posibles nuevos usos del edificio, pero los propietarios se inclinan por derribarlo", explica el responsable de Urbanismo de Erfurt, Winfried Kiermeier, quien subraya que "el mural no se destruirá". Está protegido y "lo que hay que ver es cómo se retira o si se integra en un nuevo proyecto". Kiermeier no quiere dar por hecho un derribo, aunque admite que es la salida más probable al estado de la finca. "Pero ahora no hay necesidad de actuar", añade, porque no hay una petición formal de obras. Si ésta se produce, intervendrá el departamento de protección patrimonial para garantizar la retirada del mural y su almacenamiento. "Lo importante entonces sería que tuviera asegurado otro lugar, si no se quedará guardado en un cajón", teme Hofmann.
"El edificio está muy mal", argumenta Andreas Braun, directivo de BIVG Gesellschaft für Inmobilienbesitz-Berlin, que ultima la venta a un nuevo propietario que ha querido asegurarse de que podrá tirar el centro. "También es posible que mantenga el mural ahí", augura Braun.
Para tratar el asunto se fragua una reunión en noviembre en Erfurt de expertos, la Fundación Renau y el Instituto Cervantes de Berlín, interesado en la protección de la obra.
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