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LA POTSDAMER PLAZT Y EL PALAST DER REPUBLIK, CARA Y CRUZ DE LA UNIFICACION


Gemma Casadevall Berlín,

El Tratado para la Unidad de Alemania, del que se cumplen mañana 18 años, precipitó una reunificación arquitectónica en Berlín que ha conllevado ambiciosos proyectos como la Potsdamer Platz, y también alguna víctima, como el Palast der Republik de Erich Honecker. Los rascacielos de la Potsdamer Platz se han consolidado como símbolo del nuevo Berlín, en la gran zona que durante los 28 años de división por el Muro fue "tierra de nadie", un panorama de solares llenos de alambradas, torretas de vigilancia y bloqueos militares. Hace hoy diez años quedaron inaugurados los primeros edificios del Sony Center y Daimler-Benz, un complejo de hoteles, oficinas y galerías comerciales proyectados por arquitectos como el italiano Renzo Piano, el español Rafael Moneo, el japonés Arata Isozaki y los alemanes Wolfram Woher, Hans Kollhoff y Ulrike Lauber. La Potsdamer Platz dejó así atrás la imagen que tuvo en los dorados años 20, también la desolación que provocó la construcción del Muro la noche del 13 agosto de 1961 y es ahora una zona identificada con la vitalidad capitalina. Su metamorfosis no empezó inmediatamente después de la caída del Muro, en noviembre del 1989, sino unos años más tarde, contagiada por la fiebre constructora que generó el traslado de la capital de Bonn a Berlín. El Parlamento tomó esa decisión el 20 de junio de 1991, meses después de la firma del Tratado de Unidad, el 3 de octubre de 1990, y por el estrecho margen de 17 votos de diferencia. Teóricamente el voto de los diputados afectaba únicamente la mudanza del gobierno y sedes parlamentarias, pero arrastró una revolución arquitectónica. Alemania dejó de tener como capital una "aldea federal" -como se llamó a Bonn- y había que readaptarse a la nueva realidad de la metrópolis berlinesa. Igual que surgió como de la nada la nueva Cancillería Federal y los edificios parlamentarios que rodean el Reichstag (sede del Parlamento), se levantaron el Museo Judío y el monumento a las víctimas del Holocausto, parte de la responsabilidad histórica de Alemania con su pasado. "Berlín es pobre, pero sexy", es la máxima su alcalde-gobernador, Klaus Wowereit, para definir la situación de una ciudad en la que se ha combinado la recuperación de edificios históricos con nuevas construcciones, con unas arcas permanentemente al borde del colapso. Las grandes piezas, como la Potsdamer Platz, corrieron a cuenta principalmente de los consorcios, el Gobierno federal aportó lo correspondiente a los edificios institucionales y la capital ha ido tejiendo su nueva imagen entre patrocinios públicos y privados. En las antípodas del panorama constructor está el Palast der Republik, la Cámara del Pueblo de la extinta República Democrática Alemana (RDA), apodada entonces la "tienda de lámparas de Erich", por las inmensas lámparas que lo adornaron en tiempos de la presidencia de Honecker. El Palast der Republik fue construido en los años 70 sobre parte del solar donde estuvo el Palacio Imperial de los Hohenzollern, dañado por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y demolido en los 50 por las autoridades de la RDA. Además de objeto de prestigio para el régimen germano-oriental, fue lugar de encuentro y sus salones de mármol un orgullo ciudadano. Tras la reunificación empezó un largo debate sobre el destino del edificio. Entre el saneamiento o la demolición se optó por lo segundo, con el argumento de que sufría mal de amianto, lo que más de uno -no sólo en el Este- interpretó como una decisión política. Hace tres años empezó la operación de desmontaje de un edificio de 180 metros de largo por 32 de alto, que terminará el próximo año y que habrá costado 32 millones de euros (unos 44 millones de dólares, a cambio de hoy). Habrá sido un lentísimo desmantelamiento en que día a día desaparece una estructura. Si demoler el Palast ha sido caro, más lo será reconstruir la fachada del Palacio Imperial, tras la que se levantará el Foro Humboldt, otro complejo comercial y cultural. De acuerdo a lo previsto, su construcción empezará en 2010 y costará 470 millones de euros (648 millones de dólares), a añadir al suma y sigue de la revolución arquitectónica berlinesa.
EFE

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