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El ‘caso Blesa’ y la corrupción en Caja Madrid

EL MILITANTE
Escrito por Antonio García Sinde 
Las últimas noticias sobre las investigaciones del gigantesco cúmulo de delitos que caracterizaron durante los últimos años la gestión de Caja Madrid —hoy Bankia— van mucho más allá de los casos habituales de corrupción y desvelan una pequeña parte de la verdadera realidad del funcionamiento del sistema financiero, más parecida a la de una banda de salteadores que a la pretendida imagen pública de respetables “capitanes de empresa”.
Y a pesar de que la investigación abierta sobre Bankia no ha podido dar más que unos pequeños pasos antes de quedar paralizada por las maniobras de los órganos del Poder Judicial y de la Fiscalía General del Estado, que se han apresurado a intentar echar tierra sobre el asunto, los correos encontrados en el ordenador de Miguel Blesa, presidente del Consejo de Administración de Caja Madrid desde 1996 hasta 2009, desvelan la punta del iceberg de corrupción, delito y estafa que constituyen el día a día del sistema financiero.

La estafa de las preferentes
Lo primero que resalta al leer los correos de Blesa es la parsimonia con la que organiza la gigantesca estafa de las participaciones preferentes, una modalidad de deuda perpetua, con grave riesgo de iliquidez, y con unas condiciones de rentabilidad draconianas. Cientos de miles de personas, muchas de ellas de edad avanzada, invirtieron sus ahorros en este producto cuando, como demuestran los correos, la cúpula de Bankia ya era plenamente consciente de que era completamente imposible no ya pagar los intereses prometidos, sino incluso devolver a los preferentistas la totalidad de su inversión.
Naturalmente, ni el propio Blesa ni sus compinches del Consejo de Administración se enredaron en su propia estafa. Invirtieron cantidades pequeñas en preferentes para evitar que cundiera la desconfianza entre los empleados de la entidad pero mantuvieron su patrimonio a salvo. El propio Blesa, que en el momento de lanzamiento de las preferentes disponía de un montante de cinco millones de euros para invertir, limitó su riesgo a 150.000 euros. Esta cantidad puede parecer enorme, pero teniendo en cuenta que el sueldo anual de Blesa se elevaba a tres millones de euros, su inversión en preferentes representa un magro 5% de sus ingresos de un solo año.
Pero además del sueldo, Blesa disponía de una tarjeta de crédito para sus “pequeños gastos” con un saldo disponible de 50.000 euros, totalmente opacos para Hacienda, y de vez en cuando organizaba un crucero de lujo o se compraba un coche de medio millón de euros, todo ello por cuenta de Bankia.
A la vista de todo esto alguien podría preguntarse: ¿Pero es que nadie se daba cuenta de lo que estaba pasando en Bankia? ¿Cómo es posible que las autoridades —el Banco de España, el Ministerio de Economía, la Agencia Tributaria— no detectasen ni una sola irregularidad? ¿Cómo es posible que permaneciesen ciegas ante la montaña de delitos que se estaban cometiendo?
La razón de esta impunidad es que Blesa no gestionaba Bankia para su único beneficio y el de sus compinches del Consejo. Desde Bankia se gestionaban operaciones financieras de enorme alcance, de las que se beneficiaban importantes personalidades políticas y empresariales y, además, se mantenía una gigantesca red de favores al servicio de los dirigentes del PP.
¿A qué se dedicaba
realmente Bankia?
Los correos de Blesa descubren un fastuoso mundo de favores del que disfrutaron numerosos dirigentes del PP. Bankia operó durante años como una agencia de colocación para el PP, y cargos de ese partido consiguieron puestos directivos no solo en la propia Bankia sino en empresas participadas como Realia o Iberia. Por ejemplo, Mercedes Rojo, secretaria personal de Esperanza Aguirre, acabó en los consejos de cinco empresas, entre ellas Iberia y Mapfre.
Y además de altos puestos directivos, los militantes del PP y destacados empresarios conseguían créditos en unas condiciones envidiables, a pesar de que a los directivos de Bankia les constaba que en muchos casos ese dinero no sería devuelto, como efectivamente ocurrió con el crédito de 26,6 millones de euros concedido al exjefe de la patronal —y reconocido delincuente— Gerardo Díaz Ferrán.
Entre estos favores destaca, por su desmesura, el intento del expresidente Aznar de que Bankia comprase por 54 millones de euros una colección de obras de arte que no valía ni la décima parte de ese dinero. Ante las explicaciones de Blesa sobre las dificultades de justificar esta operación, los correos incautados dan cuenta de las presiones del hijo de Aznar y otros dirigentes del PP, así como de la participación en esta provechosa operación de Alberto Ruiz-Gallardón, en aquel entonces alcalde de Madrid.
Pero sin duda, la parte más sustanciosa de los correos de Blesa es la que deja entrever el trasfondo de determinadas operaciones financieras de Bankia. Sin duda, han sido estos indicios de que la gestión fraudulenta de Bankia, que ha costado a los trabajadores del Estado español cerca de 24.000 millones de euros, va mucho más allá de las corruptelas antes mencionadas, lo que ha provocado el parón de la investigación y las sanciones al juez que investigaba el caso, que ya ha sido apartado de la instrucción.
La más significativa de estas operaciones fue la compra en 2008 por Bankia del City National Bank, un banco norteamericano con sede en Miami, por 620 millones de euros. Esta compra resultó ser un negocio ruinoso de gigantescas proporciones ya que en unos meses Bankia perdió más de 500 millones de euros. De forma similar, Bankia adquirió otras entidades financieras, especialmente en América Latina, que, como la hipotecaria mexicana Su Casita, no tardaron en quebrar. Tan poco tino en estas compras tiene una única explicación: la existencia de ingentes comisiones ilegales u otros beneficios ocultos para sus promotores.
Al mismo tiempo que Bankia hacía estas compras ruinosas también realizaba importantes ventas de activos que resultaron ser un gran negocio para el núcleo dirigente que controla la vida política y económica del Estado español. Así, al mismo tiempo que el hijo de Aznar presionaba a Blesa en nombre de su padre, encontraba tiempo para colocarse como socio de la sociedad de inversión norteamericana Cerberus Capital Management, que siete meses después de este “fichaje” recibe de Bankia la gestión por diez años de sus activos inmobiliarios a cambio de un precio que variará entre 40 y 90 millones de euros, en función del beneficio que Cerberus pueda obtener de esos inmuebles. Y tampoco Aznar padre perdió el tiempo. Los correos de Blesa indican que Bankia apoyó los intentos de Aznar de hacerse un hueco como comisionista de la industria armamentística actuando como intermediario en operaciones de venta de armas a Libia y Argelia.
Todo esto es una pequeña muestra de cómo, y al servicio de quién, funciona el sistema financiero. El caso Bankia se complementa con el de los “papeles de Bárcenas” —cuya investigación llevó a la intervención policial en la misma sede central del PP el pasado diciembre—; el caso Nóos, por el que la infanta ha vuelto a ser imputada y que involucra a altos cargos del PP; o los casos de corrupción que envuelven a CiU —el principal socio del PP en la política de recortes sociales— como el caso Palau, y bastantes otros. Las penurias que estamos atravesando la inmensa mayoría de la sociedad tienen su contrapartida y su origen en la orgía de opulencia de la que disfruta una ínfima minoría. Acabar con este universo de corrupción no es posible si no acabamos con el sistema que lo sustenta, el sistema capitalista, incapaz de ofrecer a los trabajadores otra cosa que miseria y opresión.

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