FRANCK GAUDICHAUD
Sábado 23 de noviembre de 2013
[El domingo 17 de noviembre tuvo lugar en Chile la primera vuelta de las elecciones presidenciales y parlamentarias, tras cuatro años de gobierno de la derecha. Este artículo es un breve análisis de la situación.]
Desde hace meses, el asunto parecía zanjado: Michele Bachelet sería la próxima presidenta de la República, iniciando así un segundo mandato tras cuatro años de gobierno de Sebastián Piñera, empresario multimillonario, que reagrupaba a su alrededor a la derecha liberal y expartidarios del dictador Pinochet. Finalmente, Bachelet deberá esperar al próximo 15 de diciembre y una segunda vuelta para saborear su victoria, pero los más de tres millones de votos que suma (casi el 47% de los votos), le dan una gran ventaja frente a su principal adversaria, Evelyn Matthei (25% de los votos). Además, las elecciones parlamentarias le ofrecen la mayoría en el seno de las dos cámaras del congreso.
Social liberalismo, abstención masiva e integración del PC
Para la derecha en el poder desde 2010, la campaña de Matthei ha sido un gran fracaso. Tras varios errores de “casting” en la selección de los candidatos, ha sido finalmente esta ministra de Piñera, hija de un general de la dictadura, quien ha desplegado hasta el final un discurso católico ultraconservador. Enfrente, Bachelet, dotada de un presupuesto de campaña desmesurado y amplio apoyo de las clases dominantes, ha vuelto de los Estados Unidos (donde dirigía ONU Mujeres), con una popularidad enorme. Borrando de paso el hecho de que fuera el más puro producto de la Concertación, coalición de social-liberales y demócrata cristianos, que dominó la vida política durante 20 años (1990-2010) y profundizó el modelo neoliberal forjado en la dictadura (1973-1989). No obstante, los comunistas han optado por integrarse en la coalición, rebautizada “nueva mayoría” para la ocasión, y llamado a votar por Bachelet.desde la primera vuelta. Han podido así disfrutar de algunas circunscripciones que les permiten doblar el número de sus diputados (con 6 escaños). Entre ellos la exdirigente de las juventudes comunistas, Karol Cariola, o también la dirigente estudiantil, Camila Vallejo. Pero con un enorme precio: a pesar del descontento de numerosos militantes, el partido ha dado un nuevo brillo a la Concertación, hasta ahora denunciada como un instrumento del capitalismo, y se convierte en una especie de salvoconducto “de izquierdas” del futuro gobierno en el seno de los sindicatos (entre ellos la CUT, dirigida por un militante comunista)...
Sin embargo, la mayoría de las clases populares no se siente representada por Bachelet y un sistema institucional moldeado por la dictadura. Cuando una reciente modificación electoral ha derogado el voto obligatorio, solo el 50% de los electores (cerca de 13 millones) se ha desplazado a las urnas: ¡un récord histórico! Si ciertos sectores militantes han llamado conscientemente a la “huelga electoral”, son sobre todo la apatía y el desencanto quienes dominan aún en una sociedad marcada por la atomización neoliberal. Eso es también lo que confirma el resultado –marginal– de las candidaturas a la izquierda. De los nueve candidatos, dos han intentado plantear un discurso antineoliberal, reivindicando un programa de ruptura con el consenso establecido. Marcel Claude, economista presentado por el Partido Humanista, y apoyado por un amplio movimiento que reagrupa en particular a varios pequeños colectivos salidos de la extrema izquierda, no ha conseguido más que 180.000 votos (2,8%), a pesar de haber logrado un éxito mediático. En cuanto a Roxana Miranda, del Partido Igualdad, ha sabido encarnar la irrupción de una mujer combativa y decidida, salida del pueblo y de los barrios pobres. Pero su discurso de dignidad, abiertamente anticapitalista, no se ha abierto camino (1,2%).
El espectro de las luchas
Sin embargo, la coyuntura podría ser agitada los próximos meses. Los años precedentes han sido de grandes movilizaciones: luchas masivas de los estudiantes, huelgas de los asalariados de varios sectores, luchas ecologistas y regionalistas. Ha habido claramente un despertar de los y las “de abajo”, con la mira puesta en la herencia de la dictadura. Por otra parte, Bachelet ha debido tener en cuenta las temáticas impuestas por el movimiento social. Así ha aparecido en su programa la vuelta “gradual” a la gratuidad en las universidades subvencionadas por el estado, la reforma fiscal y la reforma de la constitución (pero sin comprometerse a favor de una asamblea constituyente), la creación de una caja de jubilación estatal o el matrimonio para todos y todas. Una forma también de anticiparse a futuras movilizaciones: hasta tal punto que los principales representantes de la patronal han aplaudido. A 40 años del golpe de estado, ¿”cambiar todo para que nada cambie”?. A menos que una tercera ronda social venga, de nuevo, a poner las rupturas anticapitalistas en el orden del día.
19/11/2013
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
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