EL MILITANTE
Escrito por María Castro
Las protestas que han sacudido Ucrania desde finales de noviembre han acaparado los medios de comunicación, presentando estas manifestaciones como una expresión del genuino deseo del pueblo ucraniano de unirse a la Unión Europea y alejarse de la influencia rusa. Sin embargo, si atravesamos la niebla propagandística de los medios de comunicación del capitalismo, veremos que los acontecimientos en Ucrania no se corresponden exactamente con esta versión interesada y reflejan tensiones sociales más profundas.
Las manifestaciones comenzaron en la capital Kiev después de que el gobierno se negara a firmar el acuerdo de asociación y libre comercio con la UE, que llevaba gestándose siete años, y que se debería haber rubricado los días 28 y 29 de noviembre en una cumbre en Vilna (Lituania). El 24 de noviembre, los partidos de la oposición convocaron una protesta en Kiev que reunió entre 100.000 y 200.000 personas. El sábado siguiente salieron de nuevo a la calle varias decenas de miles de personas; ese día, el 30 de noviembre, la policía antidisturbios atacó brutalmente la manifestación con el resultado de casi un centenar de heridos. Las escenas de la represión policial provocaron una enorme indignación y al día siguiente decenas de miles se manifestaron por todo el país. Los representantes del imperialismo rápidamente mostraron su indignación por la actuación policial, una posición totalmente cínica e hipócrita si la comparamos con su silencio ante escenas similares de represión en Grecia, España, Portugal o Italia en manifestaciones contra las políticas de austeridad impuestas por la UE.
Sería un error creer que los que han participado en las protestas forman una masa reaccionaria homogénea que se identifica totalmente con los líderes de la oposición que desencadenaron inicialmente el movimiento. En la manifestación del 31 convocada para denunciar la intervención salvaje de la policía, se incorporaron otros sectores de la sociedad, como estudiantes y activistas sindicales, que dieron un carácter distinto a las protestas. De hecho, en aquella manifestación la consigna de entrada en la UE quedó relegada y se generalizó la exigencia de dimisión del gobierno y la denuncia de la grave situación económica que vive el país que, sin duda, es también una de las causas fundamentales del creciente descontento que existe entre sectores amplios de la sociedad.
El carácter masivo de la protesta en esas jornadas no puede ocultar, sin embargo, la matriz reaccionaria de los líderes opositores y su claro oportunismo político. Este hecho ha alejado a muchos de los que inicialmente participaron en las protestas, y se ha expresado en el surgimiento de una plataforma alternativa llamada Euromaidan, que está convocando acciones al margen de los partidos de oposición y paralelas a las que se suceden en la Plaza de la Independencia convocadas por estos. Los líderes de la oposición de derechas denuncian públicamente a Euromaidan como “agentes del presidente”, y ven en esta plataforma un peligro para sus propios intereses porque conecta con un sector de la población harto de los partidos tradicionales. Un ejemplo es lo sucedido en la ciudad de Lvov, donde el poder local está en manos del partido ultraderechista Svoboda. Bien, pues en el apogeo del movimiento los manifestantes expulsaron del escenario al representante del partido y le negaron la palabra. En general, la inmensa mayoría de jóvenes y trabajadores ucranios se han mantenido al margen de las protestas, sobre todo en las zonas industriales del este del país. Los trabajadores no confían en el gobierno, pero tampoco lo hacen en la oposición.
Las últimas demostraciones convocadas por la oposición no han tenido la misma repercusión. Cuando hicieron un llamamiento a ocupar la Plaza de la Independencia de Kiev con tiendas de campaña y bloquear los edificios públicos, sólo consiguieron reunir a unas 5.000 personas. El 8 de diciembre convocaron la “marcha del millón de hombres”, y ciertamente asistieron entre 200.000 y 300.000 personas, pero significativamente lejos del objetivo inicial. Lo mismo sucedió en la manifestación del 14 de diciembre que juntó a 100.000 personas, y que contó con la presencia, ni más ni menos, que de representantes del gobierno alemán y con el senador republicano norteamericano John McCain.
¿Una oposición democrática?
Nada más iniciarse las protestas, los representantes del imperialismo europeo y norteamericano las presentaron como un movimiento a favor de la democracia, la libertad y la Unión Europea, apresurándose a reconocer a los líderes de la oposición como los auténticos defensores de los derechos democráticos del pueblo ucraniano. Pero si de algo carece esta oposición es de las credenciales democráticas que le otorga el imperialismo occidental.
Este conglomerado opositor, favorable a la entrada en la UE, está formado por tres partidos políticos. El principal es el Partido de la Patria, encabezado por la ex primera ministra Julia Timoshenko, encarcelada desde 2011 tras ser condenada por abuso de poder. Esta organización mantiene estrechos lazos con la CDU alemana y desde 2008 tiene el estatus de miembro observador en el Partido Popular Europeo. El segundo grupo es la Alianza por la Reforma Democrática, dirigido por el ex campeón mundial de boxeo Vitali Klitschko, que también cuenta con el apoyo de la derecha alemana y europea. Hace unos años el gobierno alemán entregó a Klitschko la cruz al mérito nacional en reconocimiento por sus servicios en las relaciones ucranio-alemanas. Y por último, está Svoboda (Libertad), una organización de extrema derecha vinculada a partidos neonazis europeos. En las últimas elecciones consiguió un 10% de los votos, sobre todo en el oeste del país, donde cuenta con gran apoyo económico de empresarios locales. Este partido “democrático”, que en 2004 se llamaba Partido Nacional Socialista de Ucrania, se reclama heredero de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) y de su brazo armado (OuPa) que, en la Segunda Guerra Mundial, participaron en el exterminio de judíos, polacos y comunistas en suelo ucraniano durante la ocupación nazi. En las protestas convocadas por estos “demócratas” se podían ver las banderas de la OUN-OuPa, y fueron estos “jóvenes manifestantes pro-europeos”, según los defensores de la “democracia de Occidente”, los que derribaron la estatua de Lenin al grito de “abajo la chusma comunista” y en la manifestación del 4 de diciembre se dedicaron a agredir a sindicalistas.
Obviamente hay un sector de la población que aunque no simpatice con este conglomerado reaccionario, esta cada día más harto de los oligarcas ucranios que gobiernan el país, y que tienen muy buenas relaciones con el otro gran oligarca que sienta sus reales en el Kremlin, Vladimir Putin. Estos oligarcas se conocen muy bien, pues han hecho su carrera política al abrigo del estalinismo y hoy son capitalistas corruptos que no hacen ascos a la tradición reaccionaria. No en vano Putin también derribó los símbolos del socialismo y restauró la bandera con el águila bicéfala del zarismo. El actual gobierno, sostenido por el Partido de las Regiones, es financiado por el sector empresarial basado en la región minera del carbón de Donbass y sus intereses económicos están ligados a Rusia. Pero hay otra fracción de la clase dominante, capitalistas puros y duros como los anteriores, y que controlan una buena parte de los medios de comunicación, que quiere acercarse a la UE. Una fractura se refleja incluso en el propio gobierno y sus vacilaciones, y en el grupo parlamentario que lo sustenta, aunque no bastó para que prosperara la moción de censura que presentó la oposición.
La lucha por el control de Europa del Este
El acuerdo de asociación con la UE es importante para los intereses del imperialismo europeo y norteamericano en Europa del Este porque socavaría política y económicamente la influencia rusa en la región, desequilibrando la correlación de fuerzas que actualmente existe en el este europeo. Después de integrar en la UE a Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y a los Estados Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), Ucrania es el único país de Europa del Este que aún está bajo la esfera de influencia rusa, además de Bielorrusia y Moldavia que tienen menos importancia económica. El gran beneficiado de la incorporación de Ucrania a la UE sería el imperialismo alemán que desde hace años sueña con extender sus tentáculos hacia el este de Europa (de hecho Alemania invadió militarmente dos veces Ucrania en el siglo XX).
El gran perjudicado de la firma de este acuerdo sería Rusia que lleva años presionando a los distintos gobiernos ucranios para evitar que el país escape a su influencia, y desde hace tiempo lleva a cabo una intensa campaña de presión para impedir que firme dicho acuerdo. En varias ocasiones Rusia cortó el suministro de gas a Ucrania y en 2005 le dejó de vender gas a precios por debajo del mercado. Desde ese momento Ucrania paga el gas ruso como cualquier otro país europeo, un duro revés para la economía ucraniana ya que representa más del 75% del gas que consume el país. En agosto Rusia incrementó la presión aprobando restricciones a las importaciones metalúrgicas y de productos alimenticios ucranianos, impuso controles aduaneros más duros y Gazprom, la multinacional rusa, no sólo se negó a reducir las tarifas del gas sino que además exigió a Kiev el pago inmediato de una deuda de 892 millones de dólares por los suministros correspondientes al año 2009.
Como estamos viendo en África y Asia, detrás del enfrentamiento de las distintas potencias imperialistas en Ucrania hay intereses económicos y geoestratégicos fundamentales para los intereses del imperialismo occidental y ruso. No sólo se trata de un país con una población de casi 46 millones de habitantes y representa el mercado interno más grande del este europeo. Ucrania además es una fuente importante de materias primas, sobre todo minerales como el litio o el cromo; además el 80% del gas que Rusia vende en Europa pasa por territorio ucraniano. El otro aspecto relevante es su localización geográfica que le da un significado de primer orden. Ucrania se encuentra entre Europa y Asia Central, permitiendo el acceso de Rusia al Mar Negro y al Mediterráneo. La flota rusa del Mar Negro se encuentra en la ciudad ucraniana de Sebastopol y fue decisiva para que a principios de año el gobierno ruso enviara a través del Mediterráneo ayuda militar para defender al régimen sirio.
Esta situación además se produce en medio de profundas tensiones militares y políticas entre Rusia y los gobiernos occidentales. Recientemente el Ministro de Defensa ruso confirmó al periódico alemán Bild que su gobierno ha desplegado varios sistemas de misiles nucleares en la frontera polaca, frente a las baterías de misiles norteamericanas que se encuentran en territorio polaco al otro lado de la frontera. China también está extendiendo su influencia y se ha convertido en un aliado de Moscú en la región. El pasado mes de octubre la empresa estatal china XPCC firmó un acuerdo con KSG Agro, una empresa agrícola ucrania, por el que da acceso a XPCC a 100.000 hectáreas de tierra para cultivar alimentos para China. Este acuerdo en los próximos años se podría extender a las tres millones de hectáreas. Además el gobierno chino ha otorgado préstamos al gobierno ucranio por valor de 10.000 millones de dólares. Una muestra de la importancia de las relaciones con China es que al cuarto día de iniciarse las protestas, el presidente ucranio viajó a China para tratar sus relaciones comerciales. Todos estos datos y hechos dan fe del carácter explosivo de la situación.
Las condiciones del ingreso en la UE
La presión de Rusia sin duda fue un factor importante en la negativa del gobierno ucranio a firmar el acuerdo, reforzada por la oferta de ayuda económica rusa. Esta semana Putin anunció préstamos por valor de 15.000 millones de dólares, la misma cantidad que ofrecía el FMI, y recortes importantes en el precio del gas. Gazprom ofrece gas a 268,5 dólares los mil metros cúbicos, un precio bastante inferior a los 400 dólares que cobra en la actualidad.
El otro factor para el rechazo del acuerdo, y quizá el más importante, han sido las condiciones económicas que implicaba la integración de Ucrania en la UE. El gobierno ucranio temía, con razón, que cumplir las exigencias de la UE pudiera desencadenar una explosión social que ponga en peligro la reelección del presidente Yakunovich en las elecciones de 2015. La UE exigía al gobierno ucranio recortes económicos drásticos y la liberalización total de la economía. El FMI había prometido un préstamo de 15.000 millones de dólares, pero hasta ahora sólo había pagado el 20% de dicho préstamo, el resto estaba condicionado a la aplicación de las medidas de austeridad. Entre otras medidas se exigía un aumento del 40% en los precios energéticos y congelación salarial, de aplicarse estas dos medidas supondría un incremento importante de la pobreza.
Como estamos viendo en Europa, las medidas de austeridad exigidas por la UE lejos de solucionar la situación económica de los países en las que se aplican, sólo sirven para agravar la crisis y condenar a millones de personas a la pobreza. En el caso de Ucrania sería una auténtica catástrofe dada su situación económica.
El colapso de la URSS y la restauración del capitalismo tuvieron terribles consecuencias para todos estos países. En el caso de Ucrania perdió el 60% del PIB, el desempleo se disparó y los niveles de vida de la población cayeron abruptamente. Aunque logró recuperarse a principios de la década pasada, la situación volvió a empeorar en 2009, cuando la economía cayó un 15%, agravada con el estallido de la actual crisis económica mundial. La economía de Ucrania está estancada: el año pasado creció un 0,2% y este año se prevé una contracción del 0,5%. El país está al borde de la bancarrota, y según el propio gobierno ucraniano si no reciben una inyección económica en marzo tendría que declarar suspensión de pagos.
Aunque haya sectores de la población que apoyen la entrada en la UE como una expresión de su frustración ante la crisis que vive el país, sólo basta para mirar la situación en la UE para comprender que no es la solución. Como tampoco es una alternativa la oposición ucrania que ya demostró hace unos años que es tan corrupta y está igualmente vinculada a los intereses de la oligarquía que el partido en el gobierno. Tras la “revolución naranja” de 2004, alentada y financiada por el imperialismo occidental con la intención de instalar a un gobierno títere en Ucrania que garantizase los intereses imperialistas, los que hoy están en la oposición llegaron en ese momento al gobierno. El poder de los oligarcas permaneció inalterable, los niveles de vida de la población continuaron cayendo y finalmente perdieron las elecciones frente al pro ruso Partido de las Regiones de Yukanovich.
Ausencia de una alternativa independiente
El Partido Comunista Ucraniano, que en los años noventa cosechó importantes éxitos, ahora se encuentra en una posición mucho más débil debido, entre otros factores, a que su dirección se ha plegado también a los intereses de los oligarcas. Su postura en la crisis actual es lamentable: su alternativa es la celebración de un referéndum sobre la entrada en la UE, pero un ejemplo de qué tipo de dirigentes tiene es que uno de sus parlamentarios en uno de los últimos debates expresó su oposición a la UE porque representa los valores del “matrimonio entre homosexuales” y de los “criminales africanos”, exactamente el mismo discurso que los fascistas de Svoboda.
La clase obrera ucraniana necesita levantar una alternativa política revolucionaria y socialista, con un programa de clase capaz de hacer frente a los intereses de la oligarquía y del imperialismo occidental. Y cuanto más se retrase en construir una organización de masas con este programa, más fácil será la proliferación de todo tipo de ideas confusas, y que los líderes de la oposición y el imperialismo, tanto ruso como occidental, puedan manipular el descontento que existe entre la mayoría de la población en provecho de sus propios intereses. Los aliados de la clase obrera ucraniana no están entre los gobiernos de la UE, EEUU o Rusia, sino en los trabajadores de Europa y de todo el mundo, que se enfrentan a los mismos problemas y luchan contra el mismo enemigo común, el sistema capitalista.
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