El Gobierno de Israel ha aprobado una reforma de la Ley de Conversión al judaísmo cuya novedad más importante, y quizá la única realmente reseñable, es que la potestad sobre la conversión, que sigue siendo competencia exclusiva de la rama ortodoxa, se abre a rabinos datim leumim, ortodoxos también pero más laxos y flexibles en la aplicación de la halajá (la ley religiosa) y, sobre todo, sionistas; se elimina así el monopolio de los rabinos jaredim (ultraortodoxos) sobre la materia.
Hemos analizado en varias ocasiones la importancia de la religión en Israel, el componente nacional del judaísmo, lo complicado que es definir y perfilar la identidad judía, y también elprincipio del fin de los privilegios ultraortodoxos, que se está dando bajo el actual Gobierno de Netanyahu. La reforma de la Ley de Conversión es otro paso hacia la alteración del statu quo y laprogresiva separación entre religión y Estado. No obstante, el principal target de la reforma son los nuevos inmigrantes judíos, cuyo número no para de crecer. Según la Oficina Central de Estadísticas, en 2013 Israel recibió 16.968 inmigrantes y en 2012 otros 16.557 (la cifra más alta de la pasada década la marcó el año 2000: 60.201 inmigrantes; justo cuando comenzaba la Segunda Intifada). Recordemos que el país apenas tiene 8 millones de habitantes.
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