CORRIENTE ROJA
“El trabajador blanco no puede ser emancipado donde el negro es estigmatizado”. La frase es de Karl Marx, escrita en “El Capital”, en referencia al final de la guerra civil de los Estados Unidos, ocurrida entre 1861 y 1865.
El revolucionario alemán hacía una crítica a la mayoría de sus contemporáneos que quedaron “paralizados mientras la esclavitud desfiguraba una parte de la República”.
No fue la única vez que Marx trató el tema de la esclavitud, del racismo, y sus relaciones con el capital. Por el contrario. Marx fue uno de los que se aproximó al tema de la forma más precisa, ubicando las profundas relaciones que existen entre “raza y clase”.
En el mismo texto, por ejemplo, el líder comunista destacó también el papel fundamental que la esclavitud cumplió en el desarrollo del capitalismo: “Esclavitud directa es un elemento tan central en la industrialización actual como las máquinas, el crédito, etc. Sin esclavitud no habría algodón, sin algodón no habría industria moderna. Es la esclavitud que concede ‘valor’ a las colonias, fueron las colonias las que crearon el comercio mundial, y el comercio mundial es una condición necesaria para el desarrollo de una industria en gran escala”.
Son escritos como este los que hacen que nosotros, del PSTU, seamos intransigentes en la defensa de que sólo una política de “raza y clase” puede combatir el racismo de forma consecuente y hasta el final.
Por un lado, son muchos los que creen que la lucha contra el racismo no necesita tener en su horizonte el derrumbe del capitalismo. Por otro lado, hay quienes defienden que la opresión racial puede ser destruida con una intervención que se limite a la perspectiva de “clase”, lo que resulta en el abandono de una actuación concreta en la organización y movilización de aquellos que luchan contra la opresión racial.
Estas dos posiciones son un enorme equívoco y tienen que ser igualmente combatidas para que podamos avanzar en la lucha contra el racismo.
Racismo: una creación del capitalismo
El llamado “racialismo”, que ve el combate al racismo independiente de la lucha de clases, generalmente parte de una concepción equivocada sobre el propio origen del racismo, ubicándolo en el campo de las ideas, de la cultura, o hasta de las relaciones humanas.
No obstante, como recuerda Ahmed Shawki, autor de “Liberación Negra y Socialismo”, el racismo es una monstruosa creación del capitalismo: “Lejos de ser un resultado inevitable de la interacción de los pueblos, el racismo y la opresión racial emergieron en Europa durante la transición del feudalismo al capitalismo. (…) Específicamente, el racismo surgió en Europa Occidental como una consecuencia del tráfico de negros, como una justificación ideológica para la esclavitud”.
Fue como parte de esta “justificación” ideológica que, según el historiador marxista Eric Williams (“Capitalismo y Esclavitud”), la burguesía fue creando gradualmente los estereotipos y preconceptos que, hasta hoy, caracterizan la discriminación racial: “El aspecto físico de los hombres, su cabello, su color y su dentición, sus características ‘subhumanas’ tan alardeadas, fueron apenas racionalizaciones posteriores utilizadas para justificar un hecho económico simple: las colonias precisaban de mano de obra”.
El stalinismo y la farsa de la “división de la clase”
Entre los muchos crímenes que cometió contra el pensamiento y las prácticas revolucionarias, el stalinismo, a partir de los años de 1930, pasó a defender la tesis de que la lucha anti-racismo “divide a la clase trabajadora”.
Una idea que nada tiene que ver con el marxismo y se oponía a las “Tesis sobre la cuestión de los negros”, aprobadas por los bolcheviques en el 4° Congreso de la Internacional Comunista.
La Internacional defendía “la necesidad de apoyar toda forma de movimiento negro teniendo como objetivo minar y debilitar el capitalismo o el imperialismo, o detener su penetración”. Su bandera era luchar para “asegurar a los negros la igualdad de raza, la igualdad política y social”. Se proponía, incluso, el impulso de la organización sindical de los negros, prohibida en muchas entidades, en la época.
Postura que se condice bastante con el pensamiento de Lenin que, en textos como “Tesis sobre las cuestiones nacional y colonial”, adoptadas por el 2° Congreso de la Internacional, destacó que “imaginar que una revolución social puede ser concebida sin revueltas (…) con relación a todos sus preconceptos (…) significa repudiar la revolución”.
Las tesis de Lenin sirvieron como base para la formulación de aquellos que, también en este campo, se opusieron vehementemente a las distorsiones stalinistas, comenzando por León Trotsky.
Acabar con el racismo: una tarea revolucionaria
En 1932, en un texto dirigido al Partido Socialista de los Trabajadores (SWP, en la sigla en inglés), Trotsky fue categórico: “Nosotros debemos encontrar el camino que nos conduzca a las camadas más desprotegidas y oprimidas del proletariado, comenzando por los negros, transformados en parias por la sociedad capitalista, y que tienen que aprender a vernos como sus hermanos. Y esto depende enteramente de nuestra energía y devoción con relación a este trabajo”.
Trotsky cumplió un importante papel en la formulación de una política revolucionaria de combate al racismo a través de sus muchos debates con George Novack, James Cannon y C.L.R. James (autor de “Los jacobinos negros”, sobre la revolución haitiana). Ellos dedicaron parte significativa de su militancia a este tema.
Cannon, por ejemplo, hizo enormes críticas al stalinismo y sus variantes por no haber reconocido jamás “la necesidad de un programa especial para la cuestión del negro”, porque consideraban el racismo como “pura y simplemente un problema económico, una parte de la lucha entre los obreros y los capitalistas”, y predicaron la idea de que “no se podía hacer nada sobre los problemas especiales de la discriminación y la desigualdad antes de la llegada del socialismo”.
Tampoco dejó de criticar a los reformistas que, según él, nunca consiguieron cualquier resultado concreto en la lucha contra el racismo con la “política del ‘gradualismo’, de prometer la libertad al negro dentro del marco del sistema social que lo subordina y lo degrada”.
Cannon señalaba como la única forma consecuente de dar una batalla contra la opresión, la unidad de los oprimidos y explotados, bajo la bandera de la revolución: “El movimiento del pueblo negro y el movimiento obrero combativo, unificados y coordinados por un partido revolucionario, resolverán la cuestión de los negros de la única manera en que puede ser resuelta: mediante una revolución social”.
Una certeza también compartida por Novack que, recordando la falsa promesa de “libertad, igualdad y fraternidad” hecha por la burguesía, fue categórico: “sólo la lucha conjunta del pueblo negro y de las masas obreras contra los gobernantes capitalistas será capaz de combatir los restos de la esclavitud hasta su conclusión victoriosa. En este sentido, la revolución socialista completará lo que resta realizar de la revolución democrático-burguesa”.
Es en esto en lo que el PSTU cree. Y es con este objetivo que no hemos medido esfuerzos para construir un partido que también sea una herramienta de lucha para el pueblo negro.
Artículo publicado en Opinião Socialista N.° 472 – noviembre de 2013
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