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El triunfo de Coca Cola en lucha acaba con el discurso de que la lucha de clases no existe

EL CAMPAMENTO SE CONVIRTIÓ EN UN SÍMBOLO DE TODAS LAS LUCHAS QUE HAY EN MADRIDmundo obreroEs necesario aprender de experiencias como la de Sintel y evitar el olvido tras el triunfo inicial.
EDDY SÁNCHEZ IGLESIAS  23/12/2015

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Con el levantamiento del Campamento de la Dignidad el pasado 17 de noviembre, los trabajadores y trabajadoras de Coca Cola de la fábrica de Fuenlabrada cierran una primera etapa en un conflicto que va a entrar en su segundo año. Después de 22 meses de huelgas, manifestaciones y triunfos judiciales, trabajadores y familiares del Sur de Madrid asestan una importante derrota a una de las multinacionales más poderosas del mundo.

El cierre de Fuenlabrada y el poder de las multinacionales en España

El 22 de enero de 2014, después de una reunión por la mañana en un céntrico hotel madrileño donde los representantes de los trabajadores firman uno de los convenios laborales más avanzados de todo el país, la dirección de la empresa anuncia esa misma tarde a las 18:00 el cierre de la fábrica de Fuenlabrada a través de un ERE en el marco de la restructuración de la embotelladoras de la multinacional norteamericana en la empresa Coca Cola Iberian Partners. El cierre afectaría de inmediato a 1250 trabajadores y trabajadoras de las fábricas de Alicante, Asturias, Palma de Mallorca y Fuenlabrada, que con 589 trabajadores directos y 1000 indirectos, sería la más afectada.
Antonio Pulido, delegado de CC.OO. presente ese día comenta como “el anuncio nos pilló por sorpresa, no entendíamos como lo que el propio Director de Coca Cola España -Marcos de Quinto- llamaba La Perla por ser el centro tecnológicamente más avanzado de Europa, se cerraba sin ninguna justificación económica”.

Para Aurora, trabajadora de la factoría de Fuenlabrada, se mostraba con toda su crudeza “el verdadero significado de la reforma laboral de 2012, donde una empresa con beneficios millonarios cerraba por necesidades del cambio del modelo organizativo de la empresa”. El catedrático de Derecho Laboral de la UCLM, Antonio Baylos, ve en el conflicto de Fuenlabrada “el verdadero carácter de las últimas reformas laborales, como instrumentos legales al servicio de las estrategias de las grandes multinacionales en España”.

Para el Profesor de Economía de la UCM, Ramírez Cendrero, Coca Cola es la expresión de la profunda reestructuración productiva que sufre España durante la presente crisis al manifestar que “el cierre de la fábrica de Fuenlabrada responde al papel de España como periferia económica dentro de la división del trabajo de la UE, al imponer las empresas multinacionales la mera especialización comercial de nuestro país y la deslocalización de toda actividad productiva y tecnológica a gran escala”. Dicho análisis es confirmado por Bermejo, uno de los dirigentes de CC.OO. más veteranos de la fábrica, al señalar “cómo la geografía productiva del país cambia, concentrándose toda la actividad productiva en el Mediterráneo, al estar más cerca de los mercados con capacidad de consumo, sometiendo a España a importar todo aquello que antes producía”.

Las fases del conflicto. De la huelga al boicot

Tras la sorpresa vino la preparación de la respuesta por medio de la organización de la huelga indefinida el 31 de enero. Para Juan Carlos Asenjo, portavoz del Campamento de la Dignidad, la huelga fue la protagonista de la primera fase del conflicto.

En un primer momento “el trabajo consistía en informar del conflicto, organizar las primeras manifestaciones y evitar la vulneración del derecho a la huelga que la empresa quería hacer”, nos cuenta Raúl, un joven trabajador de CC.OO de la fábrica. A la huelga le siguen manifestaciones masivas durante febrero y las primeras marchas de Fuenlabrada a Madrid, con lo que se daba comienzo a la exteriorización de un conflicto que ya se presumía iba a ser de larga duración. El 21 de febrero acaban las negociaciones dando de la empresa por cerrado cualquier contacto, intentando según Pulido “una estrategia de división de la plantilla por medio de la oferta de o recolocaciones fuera de Madrid o nada”. Tras el final de las negociaciones que marca la Ley la empresa procede a 300 despidos forzosos, que pasan a ser conocidos en todo Madrid como “Los Espartanos”.

En opinión de Jaime Cedrún, Secretario General de CC.OO. Madrid, “con los despidos se abre una segunda etapa consistente en elevar el conflicto laboral a una escala de conflicto social”. Fue en ese momento donde los esfuerzos se centran en una doble estrategia: la judicial enfocada a “tumbar el ERE” y la social al llevar a todo Madrid el conflicto por medio de la consigna del boicot, “el sí Madrid no produce Madrid no consume” como recuerda Gema Gil, una de las trabajadoras más activas durante el conflicto.

Se necesitaba por tanto una reorientación del conflicto a la nueva fase cuyo símbolo es el Campamento de la Dignidad, verdadera alma del conflicto. En un primer momento, según comenta Bermejo, “el campamento no pasaba de un bidón para el frío y unas tiendas de campaña, siendo el primer objetivo evitar que la empresa reventase la huelga trayendo producto desde Leganés”. El campamento crece y se convierte en una estructura estable que para Gema Gil “tenía como objetivo prepararnos para resistir a la estrategia de desgaste de la empresa”, ya que en el campamento, continua Gema, “logramos mantener la unidad de todos y de todas, sobreponernos a los peores momentos y preparar las diferentes respuestas, hasta lograr convertir al Campamento en un símbolo, ya no de nuestra lucha, sino de todas las luchas que hay en Madrid”.

El Campamento de la Dignidad también cumplió la misión de parar todos los intentos de la empresa de desmantelar la fábrica, algo que para Pulido era clave, “porque con el desmantelamiento la empresa quería una política de hechos consumados, porque aunque tuviesen un revés judicial, con la fábrica vacía era imposible su reapertura”.

Si hay una persona querida entre la plantilla es Enrique Lillo, abogado laboralista y responsable del Gabinete Interfederal de CC.OO., artífice del recurso que desembocó en la declaración por parte de la Audiencia Nacional de ERE ilegal el 26 de marzo de 2014. Sin embargo Lillo da todo el protagonismo de la estrategia judicial a los propios trabajadores al afirmar que “los que construyeron el recurso fueron los propios trabajadores al aportarnos de manera detallada toda la información de cómo la empresa vulneraba el derecho de huelga”. Para Lillo una de las características fundamentales del conflicto está “en una sección sindical de CC.OO., que supo explicar desde el primer momento a sus compañeros las razones del conflicto y la forma en que éste se podía ganar”.

Desde la declaración del ERE como ilegal, la multinacional pasa a una deliberada actitud de incumplimiento, que para Lillo “contó con la colaboración por inacción de los jueces”, estrategia dilatoria con lo que la empresa pretendía agotar y quebrar a la plantilla. Ante este riego la plantilla centra sus esfuerzos en “socializar el conflicto” a través de la consigna del boicot. Asenjo nos recuerda como en los momentos más álgidos del conflicto, en diciembre y enero de 2014, los productos de Coca Cola redujeron su consumo en un 40%; porque “una parte importante del malestar ante la crisis se volcó en el conflicto de Coca Cola, y por medio del boicot o las concentraciones en las áreas más comerciales de Madrid, logramos que el conflicto se socializase”.
Para Raúl una de las realidades que más le han indignado durante estos años de lucha fue la indiferencia de la prensa y del mundo de la cultura. Para el trabajador “Coca Cola es una empresa muy fuerte, que mediante su publicidad, imponía a los medios de comunicación el silencio sobre el conflicto. Tampoco el mundo de la cultura –salvo pocas excepciones- se movilizó a favor del conflicto”. Para romper esta silencio, Los Espartanos y Las Espartanas, organizaron un verdadero despliegue en las calles de Madrid, en especial, en las zonas más concurridas de la capital, que junto al trabajo en las redes sociales, contrarrestaron en gran parte el silencio impuesto desde los medios de comunicación.

Aprender de Sintel

Juan Carlos Asenjo es claro al decir que “el conflicto no ha terminado sino que está entrando en nueva fase”, ya que para el portavoz sindical, “aunque todos los compañeros han entrado a la fábrica, las instalaciones son fantasma, no hay trabajo, ni proyecto industrial, con lo que la empresa prepara el terreno para internar de nuevo el cierre definitivo”. Para la plantilla hay que estar preparados para una nueva fase de un conflicto, que según Asenjo “ya no se plantea solo al defender los derechos de los trabajadores de la fábrica de Fuenlabrada, sino de seguir explicando que en nuestra fábrica se ensaya lo que será a gran escala el futuro laboral de este país; por eso luchamos, para derrotar al reforma laboral”.

Por eso es necesario aprender de experiencias como la de Sintel y evitar el olvido tras el triunfo inicial. Para lograr ese objetivo, el colectivo de trabajadores y trabajadoras y familiares construyen un ambicioso proyecto cultural con el que pasar al contraataque. La escritora Eva Fernández y el editor Alfonso Serrano, colaboradores del proyecto, lo definen de esta manera “la lucha obrera también es cultura, que parte de la narrativa que los trabajadores y trabajadoras de Coca Cola crean desde la estructura de explotación en la que viven y contra la que luchan”. Para Eva, el futuro libro de Coca Cola en Lucha “produce una verdadera escritura revolucionaria, donde queda abolido el nombre y la firma para dar paso a un sujeto colectivo que se libera también de la forma de cultura propia de la clase que los oprime, la burguesía”.

El objetivo lo resume Juan Carlos Asenjo al lanzar la idea de dar luz al “museo de Coca Cola en Lucha”, en la que reunir los videos, los carteles, la propagada, los objetos, los momentos vividos de un conflicto, con el que se viene a poner cuestión al discurso oficial, porque para Coca Cola en Lucha, su lucha, contribuye “a acabar con el discurso de que la lucha de clases ya no existe”.

Publicado en el Nº 291 de la edición impresa de Mundo Obrero diciembre 2015

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