26 de septiembre de 1973. Arranca el sorteo para la Copa del Mundo que se disputará nueve meses más tarde en Alemania. Y el destino, caprichoso, depara un enfrentamiento que nadie quería: Alemania del Este, la República Alemana del Este, la RDA, contra Alemania Occidental, la República Federal de Alemania, la RFA. Estaban a punto de cumplirse 25 años de su división, y el fútbol iba a volver a enfrentarlas.
Nadie quería ese enfrentamiento porque sólo se podía perder. Y contra el peor enemigo. Para la Alemania Federal, significaba enfrentarse a un rival con el que no tenía ninguna simpatía, y ante el que partía como claro favorito, por lo que una victoria era lo lógico, y una derrota implicaría una gran deshonra. Tenía mucho más que perder que que ganar.
Pero tampoco puede decirse lo contrairo de la Alemania Democrática. Conscientes de que eran inferiores, el emparejamiento fue visto con temor por los dirigentes comunistas, puesto que una más que posible derrota ante los vecinos minaría la moral de los ciudadanos.
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