@lecorbusier2
Por “obligaciones” vacacionales he andado por tierras catalanas unos diez días, acompañado eso sí, con mi espíritu crítico y bonachón con la intención del pulsar el sentir independentista del pueblo catalán. Pero antes de esto alguna que otra consideración quiero dejar clara.
He estado con catalanes, no sé si con pedigrí para poder hablar de este tema, pero he llegado a la conclusión, y ya me lo imaginaba yo, que hay tantas diferencia entre un madrileño y un catalán, que ente un madrileño y un cacereño, o un cacereño y un catalán. Cuando hablo de diferencias hablo de todas, incluidas las culturales. Con las diferencias podemos hacer dos cosas; una es sentirse orgulloso de ellas porque España es un territorio plural en cuanto a tradiciones y culturas y dos, podemos potenciarlas para ilusionar al personal en que nosotros somos una nación como podríamos haber dicho que somos de una peña de quinielas. Por una parte tenemos a la burguesía catalana que se ha inventado este cuento chino de la “nación catalana” hurgando en nuestras diferencias (que son tantas como hemos dicho, que las que tenemos con un cacereño) y por otro lado a la burguesía española, partidaria de la unidad sagrada de la patria, la cual esquilma, y que también curiosamente quiere imponer lo que nos une aborreciendo la riqueza plural de otras regiones del país.
He dicho cientos de veces que el cuento independentista es la historia “fabulera” más grande jamás contada, con la intención de seguir viviendo del cuento los de siempre a costa de los de abajo. Con ello se garantiza la derecha independentista un discurso que ni arregla la situación de los necesitados ni tienen intención de hacerlo, mientras los recortes nos van matando poco a poco. Lo triste de esta historia es que la izquierda, esa izquierda moderna, enrollada y patética, ha caído en la trampa defendiendo el derecho a decidir por encima de la unidad de la clase obrera independientemente de donde seas, sin tan siquiera por lo menos decir que ese supuesto derecho a decidir que sea a decidir todo, como por ejemplo la organización sociopolítica del nuevo país, ya que si no será como siempre como ellos quieren.
Volviendo casi al principio para ir terminando decir que yo no he sentido esa pulsión independentista a pesar de que había alguna que otra “estelada” colgada en balcones y ventanas. He paseado con toda tranquilidad por las calles de Barcelona, me han hablado en español cuando ha visto que no entendía el catalán y con los único que he hablado de tema de allí me han dicho que eso del independentismo es un cuento chino ya que la inmensa mayoría está en contra por no decir que pasa tanto del tema que ni votaría en un supuesto referéndum.
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