Alonso Álvarez de Toledo. Diplomático -¿Cómo se llevaba con la Stasi? -Se sabía que estaba presente, pero al final uno no pensaba en ello, porque si no la vida se hacía imposible. Todo el mundo podía, como se comprobó después, ser un delator: el conductor, la cocinera, la doncella, el académico al que visitabas en la universidad. Tenían que hacer un informe de su conversación con el embajador de España, por ejemplo, pero aquello no valía mucho. La cantidad de material que recogían diariamente era inútil por infinita. Las conversaciones de los embajadores en idiomas distintos al alemán que debían traducirse y valorarse significaban tanto trabajo que para cuando se hubiese acabado el comunismo ya habría caído. De hecho ocurrió así. -La calle, el país, los ánimos... ¿Era todo gris en la RDA? -No había nada especial. No se preguntaba. Algunos eran comunistas convencidos, sobre todo los que veían la televisión del oeste y comprobaban que sí, que había muchas cosas que...