Muchas personas tendrían dudas de que británicos y estadounidenses estén detrás de actos terroristas en Iraq, como los británicos en Basora cuando dos soldados británicos del regimiento especializado en operaciones clandestinas fueron capturados disfrazados de árabes, con explosivos y un abundante arsenal [1]. ¿Por qué serían cómplices los británicos en orquestar el terrorismo en la misma ciudad en la que están para proporcionar seguridad? ¿Qué propósito habría detrás de ello? Esta pregunta nos lleva a otra incluso más importante, la de por qué se ocupó Iraq, de cuál fue el objetivo de la guerra contra Iraq. Si, como nos suele decir nuestra dosis diaria de CNN, SkyNews y las declaraciones de los altos cargos públicos, la respuesta es propagar la democracia y la libertad, y librar al mundo de la tiranía y del terrorismo, entonces no tiene sentido que británicos y estadounidenses estén orquestando el terrorismo.
Sin embargo, si la respuesta a la pregunta de por qué ocurrió la invasión anglo-estadounidense no era propagar la democracia y la libertad, sino propagar el miedo y el caos, sumir al país en una guerra civil, balcanizarlo y crear un “arco de crisis” por todo Oriente Próximo que implique a los países vecinos, en especial a Irán, entonces el terrorismo es un medio muy eficaz y eficiente para tal fin.
Un estrategia imperialista
En 1982 Oded Yinon, un periodista israelí vinculado al ministerio de Asuntos Exteriores israelí, escribió un artículo para una publicación de la Organización Sionista Mundial en el que ponía de relieve una “estrategia para Israel en los ochenta”. En este artículo afirmaba: “ La desintegración de Siria e Iraq en zonas étnica o religiosamente únicas como en Líbano es el objetivo fundamental de Israel en el frente oriental. Iraq, rico en petróleo por una parte e internamente dividido por otra tiene todas las garantías de ser un candidato a los objetivos de Israel. Su desintegración es incluso más importante para nosotros que la de Siria. Iraq es más fuerte que Siria. A corto plazo, lo que constituye la mayor amenaza para Israel es el poder iraquí”. Continúa: “Una guerra irano-iraquí desgarrará Iraq y causará su desmoronamiento en el interior incluso antes de que sea capaz de organizar una lucha en un frente más amplio contra nosotros. Todo tipo de confrontación inter-árabe nos ayudará a corto plazo y acortará el camino para el más importante objetivo de dividir Iraq en confesiones religiosas como en Siria y Líbano”. Y añade: “En Iraq es posible una división en provincias según unas líneas étnicas/religiosas, como en Siria durante [el Imperio] Otomano. Así pues, existirán tres (o más) Estados en torno a las tres ciudades más importantes: Basora, Bagdad y Mosul, y las zonas chiíes en el sur estarán separadas del norte sunní y kurdo” [2].
El resultado de la guerra irano-iraquí, que duró hasta 1988, no fue el deseada por Oded Yinon, la ruptura de Iraq en provincias según criterios étnicos. Ni tampoco el de la posterior guerra del Golfo de 1991 en la que Estados Unidos destruyó las infraestructuras de Iraq ni el de la década larga posterior de devastadoras sanciones y bombardeos aéreos de la administración Clinton. Lo que, sin embargo, sí sucedió durante estas décadas fue la muerte de millones de iraquíes e iraníes.
Un fractura limpia para un Nuevo Siglo Estadounidense
En 1996 un think tank israelí, el Instituto para Estudios Estratégicos y Políticos Avanzados, publicó un informe del think tank Study Group sobre una nueva estrategia israelí con vistas al año 2000 titulado “Una fractura limpia: una nueva estrategia para asegurar el territorio”. En este artículo, en el que se hacían recomendaciones al entonces primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se afirmaba que Israel puede “trabajar estrechamente con Turquía y Jordania para contener, desestabilizar y reducir algunas de sus más peligrosas amenazas”, así como “cambiar la naturaleza de sus relaciones con los palestinos, incluyendo mantener el derecho de persecución en todas las zonas palestinas por motivos de autodefensa” y “forjar unas nuevas bases para las relaciones con Estados Unidos (haciendo hincapié en la independencia, la madurez, la cooperación estratégica en areas de interés mutuo y fomentando los valores inherentes a occidente)”.
El informe recomendaba a Israel “tomar la iniciativa en su frontera norte atrayendo a Hizbola, Siria, e Irán como principales agentes de agresión en Líbano” y utilizar “a la oposición libanesa para desestabilizar el control sirio de Líbano”. También afirma que “en cooperación con Turquía y Jordania, Israel puede dar forma a su entorno estratégico debilitando, conteniendo e incluso haciendo retroceder a Siria. Este esfuerzo puede centrarse en derrocar a Sadam Husein en Iraq (también un importante objetivo estratégico israelí) como un medio de frustrar las ambiciones regionales de Siria” [3].
Entre los autores del informe se incluyen Douglas Feith, un ardiente neoconservador que llegó a ser sub-secretario de Defensa para la Política de George W. Bush desde 2001 a 2005; David Wurmser, que tras el 11 de septiembre fue nombrado por Douglas Feith para formar parte de una unidad secreta de inteligencia del Pentágono y fue asesor de Oriente Próximo de Dick Cheney desde 2003 a 2007; y Meyrav Wurmser, la mujer de David, que es ahora un alto cargo del think tank estadounidense Hudson Institute.
Richard Perle dirigía el estudio. Trabajó en el Comité del Consejo Asesor de Política de Defensa del Pentágono desde 1987 a 2004 y fue su presidente desde 2001 a 2004 donde desempeñó un papel clave a medida que se acercaba la guerra de Iraq. También fue miembro de varios think tanks estadounidenses, incluyendo el Instituto de Iniciativa Estadounidense y el Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense.
El Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, o PNAC por sus siglas en inglés, es un think tank neoconservador estadounidense, entre cuyos miembros y afiliados se incluyen muchas personas que estuvieron asociadas con la actual administración Bush, como Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, John Bolton, Richard Armitage, Jeb Bush, Elliott Abrams, Eliot A. Cohen, Paula Dobriansky, Francis Fukuyama, Zalmay Khalilzad, I. Lewis "Scooter" Libby, Peter Rodman, Dov Zakheim y Robert B. Zoellick.
En septiembre de 2000 el PNAC elaboró un informe titulado “Reconstruir las Defensas de Estados Unidos: estrategias, fuerzas y recursos para un nuevo siglo” en el que se trazaba un programa para una Pax Americana o Imperio Estadounidense. El informe se centra especialmente en Iraq e Irán y afirma: “A largo plazo Irán puede resultar ser una amenaza tan grande para los intereses estadounidenses en el Golfo como lo es Iraq” [4]. Afirmando que “durante décadas Estados Unidos ha buscado desempañar un papel más permanente en la seguridad regional del Golfo” el informe sugiere que “el conflicto no resuelto con Iraq proporciona la justificación inmediata”, sin embargo, “la necesidad de la presencia de una importante fuerza estadounidense en el Golfo trasciende el problema del cambio de régimen de Sadam Husein” [5]
Lograr una guerra civil para la “Solución de los tres Estados”
Poco después de la invasión y ocupación de Iraq en 2003 el New York Times publicaba un artículo de opinión de Leslie Gelb, presidente emérito y miembro de la junta directiva del Consejo de Relaciones Exteriores, el más poderoso e influyente think tank de Estados Unidos. El artículo, titulado “La solución de los tres Estados” y publicado en noviembre de 2003, afirmaba que la “única estrategia viable” para Iraq “puede ser corregir el error histórico y avanzar en etapas hacia una solución de tres Estados: kurdos en el norte, sunníes en el centro y chiíes en el sur”. Citando el ejemplo de la desintegración de Yugoslavia, Gelb afirmaba que estadounidenses y europeos “dieron a los bosnios musulmanes y a los croatas los medios de luchar, y los serbios aceptaron la separación”. Al explicar la estrategia Gelb afirma que el “primer paso debería ser convertir el norte y el sur en regiones con auto-gobierno con unos límites trazados lo más cerca posible de las líneas étnicas” y “exigir elecciones democráticas en cada región”. Además, “bajar al mismo tiempo tropas estadounidenses al Triángulo Sunní y pedir a Naciones Unidas que supervise la transición al auto-gobierno allí”. Gelb afirma entonces que esta política “sería tanto difícil como peligrosa. Washington tendría que ser muy testarudo y muy despiadado para lograr esta desintegración” [6].
Seguir el ejemplo de Yugoslavia, como cita Gelb, requeriría lograr una guerra civil entre los diferentes grupos étnicos. A principios de los noventa Estados Unidos apoyó y financió a las fuerzas musulmanas en Bosnia bajo el liderazgo de los muyaidines afganos adiestrados por la CIA, de triste fama por su guerra contra la Unión Soviética dirigida por la CIA entre 1979 y 1989. En Bosnia los muyaidines estuvieron “acompañados de las fuerzas especiales estadounidenses” y Bill Clinton aprobó personalmente la colaboración con “varias organizaciones fundamentalistas islámicas, incluyendo la al-Qaeda de Ben Laden”. Años después en Kosovo “ en 1998-99 muyaidines mercenarios de Oriente Próximo y Asia Central fueron reclutados para luchar en las filas del Ejército de Liberación de Kosovo (KLA, por sus siglas en inglés) que apoyó ampliamente el esfuerzo de guerra de la OTAN”. La Agencia de Inteligencia de Defensa estadounidense (DIA, por sus siglas en inglés), los servicios de inteligencia británicos (MI6), soldados británicos del regimiento especializado en operaciones clandestinas y compañías privadas de seguridad británicas y estadounidenses tenían la tarea de armar y adiestrar al KLA. Posteriomente, “el departamento de Estado estadounidense incluyó al KLA en la lista de organizaciones terroristas indicando que financiaba sus operaciones con dinero procedente del tráfico de heroína y con préstamos procedentes de países e individuos islámicos, entre los que supuestamente se encontraba Osama Ben Laden” así como “el hermano de un líder de una organización de la Jihad egipcia e indicando también que un comandante militar de Osama Ben Laden estaba dirigiendo una unidad de elite del KLA durante el conflicto de Kosovo” [7].
¿Podría ser esta la misma estrategia que se está desplegando en Iraq para desintegrar el país por similares razones estratégicas?
El Asia Times Online informaba en 2005 que el plan para “balcanizar” Iraq en varios Estados más pequeños “es una réplica exacta de un plan de la extrema derecha israelí para balcanizar Iraq (una parte esencial de la balcanización de todo Oriente Próximo). Curiosamente Henry Kissinger estaba vendiendo la misma idea incluso antes de la invasión de Iraq en 2003”. El artículo continuaba: “esto es la clásica divisa del divide y vencerás: el objetivo es perpetuar la falta de unidad árabe. Llámese Iraquificación; lo que realmente significa es fiebre sectaria traducida en guerra civil” [8].
En 2006 una “comisión independiente establecida por el Congreso con la aprobación del presidente George W Bush” llamada “la Comisión Baker” por el nombre del ex-secretario de Estado James Baker, “está cada vez más interesada en la idea de separar las regiones chiíes, sunníes y kurdas como la única alternativa a lo que Baker llama 'dejarlo todo y huir’ or 'aguantar hasta el final’"[9].
En 2006 se informó así mismo de que “el futuro federal de Iraq también está consagrado en su constitución, que permite formar las regiones, si bien no afirma cómo” y que “el Parlamento iraquí (dominado por chiíes y kurdos) aprobó una ley a principios de este mes [octubre de 2006] que permite a las regiones federales formase (por mayoría de votos en las regiones que buscan la unión)”. Además, “la ley que, como era de esperar, no obtuvo el apoyo sunní, será revisada dentro de 18 meses en un intento de convencer a sus oponentes”. Sin embargo, el artículo afirmaba que en vez de una solución de tres Estados “un sistema basado en cinco regiones parece que podría tener más posibilidades de tener éxito. Un modelo de cinco regiones tendría dos regiones en el sur, una con base en torno a Basora y otra en torno a los santos lugares. Se mantendrían Kurdistán y la región sunní, pero Bagdad y sus alrededores formarían la quinta región, metropolitana, urbana” [10]. El autor del artículo era Gareth Stansfield, un socio del think tank Chatham House de Londres, que precedió al Consejo de Relaciones Exteriores, trabaja con él y con su equivalente británico.
“La limpieza étnica funciona”
En 2006 el Diario de las Fuerzas Armadas publicaba un artículo del teniente coronel retirado Ralph Peters titulado “Fronteras de sangre: qué aspecto podría tener un Oriente Próximo mejor”. En su artículo Peters explica que el mejor plan para Oriente Próximo serían “reajustar” las fronteras de los países. “Aceptando que el arte de gobernar internacional nunca ha desarrollado herramientas eficaces (salvo la guerra) para reajustar fronteras fallidas, un esfuerzo mental para captar las fronteras “orgánicas” de Oriente Próximo nos ayuda, sin embargo, a comprender el alcance de las dificultades a las que nos enfrentamos y a las que seguiremos enfrentándonos. Estamos lidiando con deformaciones colosales creadas por el hombre que no dejarán de generar odio y violencia hasta que sean corregidas”. Afirma que tras la invasión de 2003 “se debería haber dividido inmediatamente Iraq en tres Estados más pequeños”. Sin embargo, Iraq no es el único país que a ojos de Peter es víctima de la “balcanización” ya que “Arabia Saudi sufriría un desmantelamiento tan grande como el de Pakistán” e “Irán, un Estado con unas fronteras dementes, perdería gran cantidad de territorio en favor del Azerbayán unificado, el Kurdistán libre, el Estado Árabe Chií y el Baluchistán Libre, pero ganaría las provincias en torno a Herat en el Afganistán actual”. Además, “lo que Afganistán perdiera en favor de Persia en el oeste lo ganaría al este, ya que las tribus de la frontera noreste de Pakistán se reunirían con sus hermanos afganos”. Peters afirma que “corregir las fronteras” puede ser imposible “por ahora. Pero con tiempo (y con el inevitable baño de sangre que va unido a ello) emergerán fronteras nuevas y naturales. Babilonia ha caído más de una vez”. Más adelante hace esta sorprendente afirmación: “¡Ah!, y un secretillo vergonzante que tiene 5.000 años de historia: la limpieza étnica funciona” [11]
El mapa de un nuevo diseño de Oriente Próximo, inicialmente publicado junto con el artículo de Peters pero que ya no aparece “se ha utilizado en el programa de adiestramiento de la Escuela de Defensa de la OTAN para oficiales militares de alto rango. Este mapa, como otros mapas similares, probablemente se ha utilizado tanto en la Academia Nacional de Guerra como en los círculos de planificación militar” [12]. Acerca de la propuesta de Peters Nafeez Mossadeq Ahmed escribió que “la reconfiguración radical de fronteras que él propone implicaría necesariamente una limpieza étnica generalizada y con ella un baño de sangre quizá a escala genocida” [13].
¿Federalismo o balcanización gradual?
Un mes antes de que se publicara el artículo de Peters, Leslie Gelb del Consejo de Relaciones Exteriores y Joseph Biden, un demócrata miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado [estadounidense] escribieron un artículo de opinión para el New York Times en el que afirmaban que “Estados Unidos debe ir más allá de la falsa opción actual entre “aguantar hasta el final” y “traer las tropas a casa ahora”, y elegir una tercera vía que de forma responsable reduciría nuestra presencia militar al tiempo que evitaría el caos y preservaría nuestro objetivos de seguridad claves”. ¿Cuál es esta tercera opción? “La idea, como en Bosnia, es mantener un Iraq unido descentralizándolo, dando a cada grupo étnico-religioso (kurdos, árabes sunníes y árabes chiíes) espacio para dirigir sus propios asuntos al tiempo que se deja al gobierno central a cargo de los intereses comunes”.
Los autores describen unos cuantos aspectos de este plan. “El primero es establecer tres regiones con una amplia autonomía y con un gobierno central viable en Bagdad. Las regiones kurda, chií y sunní serían cada una responsables de sus propias leyes internas, de la administración y de la seguridad interna. El gobierno central controlaría la defensa de las fronteras, los asuntos exteriores y los ingresos del petróleo”. Entonces, “el segundo elemento sería engatusar a los sunníes para que se unan al sistema federal con una oferta que no podrán rechazar. Para empezar, controlar su propia región sería mucho más preferible a las demás alternativas: ser dominados por kurdos y chiíes en un gobierno central o ser las principales víctimas de una guerra civil” [14].
En una comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado en 2007 Leslie Gelb afirmó que su plan para “federalizar” Iraq “se parecería a lo siguiente: el gobierno central estaría basado en las zonas en las que hay genuinos intereses comunes entre los diferentes partidos iraquíes, esto es, los asuntos exteriores, la defensa de las fronteras, la moneda y, por encima de todo, la producción e ingresos del petróleo y gas”. Y, “por lo que se refiere a las regiones, ya sean tres o cinco, sean las que sean (a los iraquíes les corresponde decidirlo), serían responsables de la legislación, la administración y seguridad internas” [15].
Posteriormente el Senado aprobó una resolución no vinculante que apoyaba un sistema federal para Iraq y que todavía tiene que ser promulgado puesto que se estipula que esta resolución tiene que ser promulgada por los iraquíes para que no se considere “algo a lo que les obliga Estados Unidos”. Además, “cuando el embajador Ryan Crocker compareció ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado afirmó apoyar el federalismo. En una conversación privada con los senadores también apoyó la idea, “sin embargo, cuando estaba en Bagdad se expresó en contra de la resolución” [16]. ¿Podría ser esto una forma de manipulación? Si el embajador estadounidense en Bagdad promueve una solución particular para Iraq, probablemente los iraquíes lo consideren una mala opción, que favorece los intereses de los estadounidenses. Así pues, si el embajador despotrica públicamente contra la resolución, cosa lo que hizo, esto transmite la idea de que la actual administración [estadounidense] no está detrás de ella, lo que podría hacer que los iraquíes lo vean como una alternativa y que, quizá, favorece sus intereses. Aceptar el punto de vista estadounidense sobre cuestiones fundamentales significa un suicidio político (y con frecuencia, real) para los políticos iraquíes. El hecho de que el embajador estadounidense en Bagdad denuncie públicamente una estrategia particular da a los políticos iraquíes la legitimidad pública para reivindicarla.
Esta resolución todavía no ha pasado por todos los procedimientos del Congreso [estadounidense] y, de hecho, puede haber sido incluida en otro proyecto de ley, como una Ley de Autorización de Defensa. Sin embargo, los esfuerzos que están detrás de esta ley son mayores que el cada vez más irrelevante Congreso estadounidense.
También en 2007 otro think tank hizo un llamamiento a lograr “dividir Iraq en tres Estados separados con sus propios gobiernos y representantes en Naciones Unidas, pero con una cooperación económica constante basada en el modelo de la Unión Europea” [17]. Sorprendentemente el ex-embajador de Estados Unidos ante Naciones Unidas , John Bolton, reconoció en 2000 que “Estados Unidos no tiene “intereses estratégicos” en un Iraq unido” y también sugirió que “ Estados Unidos no debería necesariamente impedir que Iraq se divida” [18].
Conclusión
Claramente, sea cual sea la excusa o signifique lo que signifique dividir Iraq, no cabe la menor duda de que existe una estrategia ango-estadounidense de balcanizar Iraq. Decir que lo que se está proponiendo no es la balcanización sino el federalismo es discutible. Esto se debe a que volver a un sistema más federal en el que las provincias tengan mayor autonomía separaría naturalmente el país según las fronteras étnico-religiosas. Los kurdos estarían en el norte, los sunníes en el centro y los chiíes en el sur, con todo el petróleo. La desproporción de los recursos de cada provincial creará enemistad entre las provincias y las diferencias étnicas manipuladas durante mucho tiempo se transmitirán de las calles a la esfera política. A medida que aumenten las tensiones ente provincias, como sin lugar a dudas ocurrirá, habrá una inclinación natural hacia una posible separación. Los desacuerdos acerca del reparto de poder en el gobierno federal podrían llevar a su posible colapso, con lo que se habría logrado la estrategia de balcanización bajo la apariencia de que se habría producido sin una implicación exterior.
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