el militante
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El pasado 2 de Junio el presidente del gobierno Mariano Rajoy anunciaba la abdicación del Rey. La gran movilización social de los últimos cuatro años y el terremoto político que trajeron consigo los resultados de las últimas elecciones europeas, alcanzaba de lleno a la monarquía. La posibilidad de un drástico cambio en la composición del Parlamento que impida al PSOE y al PP controlar el resultado de las votaciones ha precipitado una decisión política de primer orden. El poder económico y financiero español, arrojando a la cuneta a Juan Carlos I y acelerando lo más posible la sucesión en Felipe VI, pretende dar un nuevo aliento a la monarquía española en un momento de enorme crítica social hacia la misma y hacia todo lo que representa.
La monarquía podrida de corrupción
El descrédito que viven las instituciones vinculadas al régimen capitalista español, aquellas que con tanto esmero se construyeron al calor de la mal llamada “Transición”, para frenar el auge de la lucha de clases en las calles y conjurar el peligro de una revolución reconduciéndolo al ámbito parlamentario, es inmenso.
Desde el anuncio de la abdicación del rey, la casa Real y el aparato del Estado en su conjunto han puesto en marcha toda una maquinaria de propaganda atronadora que durante estas últimas semanas ha copado telediarios completos, miles de palabras en prensa escrita y reportajes a todo color en las revistas del corazón. La monarquía, podrida por la corrupción del caso Noos, por los escándalos del rey con sus amantes y sus cacerías de elefantes, por sus vínculos con los grandes poderes económicos y la gran banca, ha intentado montarse en la ola del “cambio generacional” para justificar un lavado de cara drástico y tratar de frenar la caída en picado de su imagen pública y su valoración social. Las ausencias del rey en el acto de proclamación así como de la infanta Cristina, imputada en el caso Noos, son sólo una muestra del montaje perfectamente diseñado con el que presentar a monarquía moderna y rupturista con los escándalos que la asolan.
La única despedida emocionada que hemos vivido en torno a la abdicación del rey ha sido la de aquellos que, gracias a él entre otros, se hacen de oro a costa de la crisis: los grandes empresarios y capitalistas españoles que hace pocos días le homenajeaban como fiel representante de sus intereses.
La derecha responde sitiando Madrid
A lo largo de toda la semana se han sucedido las prohibiciones de movilizaciones para el día de la coronación. Muy lejos del cuento de príncipes y princesas demócratas que durante días hemos tenido que escuchar una y otra vez, y demostrando el verdadero carácter de lo que la monarquía representa, Madrid ha vivido de hecho un estado de excepción en la jornada de la coronación de Felipe VI.
Todas las manifestaciones, incluidas las protestas republicanas por la convocatoria de un referéndum, han sido prohibidas el 19 de junio; las que ya estaban convocadas, como la de la Marea Verde registrada mucho antes de conocerse la abdicación del rey, ilegalizadas. También se ha prohibido llevar la bandera tricolor o cualquier símbolo republicano. Las paradas de metro de Sol y Banco de España fueron cerradas a cal y canto y los registros para circular por el centro de Madrid han sido constantes. Se instalaron detectores de metales y los cacheos se sucedieron durante todo el día.
Las calles han estado tomadas por la policía desde primera hora de la mañana, mientras varios helicópteros han sobrevolado la ciudad constantemente; y, a la mínima expresión de contestación social y rechazo a la monarquía, han llovido los palos de la policía para acallar la protesta. Así ha sucedido cuando centenares de personas se han intentado concentrar pacíficamente para mostrar su rechazo a la imposición de Felipe VI. Como buen heredero de una monarquía diseñada hace 35 años por el dictador Francisco Franco, el reinado de Felipe VI comienza con tres detenidos, cargas policiales y agresiones contra aquellos que han querido manifestarse pacíficamente y ejercer esos derechos fundamentales que el antes príncipe y ahora rey tanto dice defender.
Calles vacías para recibir al rey
Aunque en Madrid era día festivo, que el PP fletó autobuses gratuitos y que lucía un sol esplendoroso, la asistencia ha sido minúscula. Por mucho que los presentadores de televisión y radio hablasen de miles de personas abarrotando las calles, el ridículo ha sido manifiesto: las imágenes han sido rotundas y, a pesar del esmero a la hora de seleccionar los mejores planos, ni siquiera frente al palacio real han conseguido llenar más de la mitad de los jardines.
Los nuevos reyes han recorrido las calles de Madrid en un Rolls Royce heredado del mismísimo dictador Franco, en medio de una parafernalia medieval, con un desfile de más de 800 efectivos entre militares y guardias civiles, rodeados por 120 francotiradores y 7.000 agentes de seguridad dedicados al evento. Todo ello pagado por las arcas públicas, un derroche que contrasta vivamente con los recortes en sanidad, en educación, en las ayudas a la dependencia o en los subsidios a los desempleados. Por supuesto Ana Botella no ha tenido ningún empacho en comprar, con el dinero de todos, 120.000 banderas de España y 16.000 flores para engalanar las calles del desfile, aunque su partido justifique el cierre de comedores escolares en verano y deje sin comida caliente a miles de niños cercados por la malnutrición.
El discurso del Rey y el bochornoso espectáculo dentro del hemiciclo
El discurso del rey ha sido otra parte más de la cuidada escenificación de esa falsa renovación de la monarquía que él pretende encarnar. Con alusiones a la “honradez”, en claro intento de desmarque frente a los casos de corrupción en Casa Real; con menciones a los afectados por la crisis y el paro, al papel de la mujer, al medio ambiente, a las nuevas tecnologías, etcétera, los que mueven los hilos tras las bambalinas han pretendido visualizar un corte con el pasado.
Es obvio que los ideólogos del régimen quieren que la Corona, un elemento central del capitalismo español e internacional, responsable último de la crisis y de todos los problemas que asolan a millones de jóvenes y trabajadores, se presente con una nueva fachada de luchadora de los derechos sociales y contra el paro. La institución que representa el hilo directo con la dictadura franquista, quiere representar su propia mutación democrática. Mientras la policía realizaba detenciones y repartía palos, Felipe VI hablaba de “las libertades y derechos que tanto nos ha costado conseguir”, la “neutralidad de la Corona” y de “un nuevo tiempo para una corona renovada”. Desde luego el tiempo sí es nuevo pero la Corona es la misma más allá de qué Borbón esté a la cabeza de la misma.
Igual de bochornoso ha sido el espectáculo de los representantes políticos dentro del hemiciclo. Un Partido Popular exultante, igual de anegado de corruptelas e igual de cuestionado que la monarquía, busca desesperadamente anclar la institución como uno de los pilares centrales del sistema de dominación capitalista en el Estado español. Y así en general toda la derecha parlamentaria, incluidos los dirigentes de CIU y el PNV, Artur Mas y Urkullu que, a pesar de los gestos, como no aplaudir, con los que tratan de distanciarse aparentemente de la proclamación, estaban allí presentes igual que están totalmente comprometidos con el régimen y los recortes.
Capítulo aparte merecen los dirigentes del PSOE, cuya actuación ha sido lamentable y bochornosa para cualquier persona de izquierdas. Siguiendo la línea de las declaraciones de Rubalcaba y Felipe González a favor del rey, los miembros del grupo socialista han acudido en masa a respaldar esta maniobra calculada para tratar de desactivar el polvorín político que tienen en su asiento. En total compadreo con el PP, haciéndose fotitos, saludos cómplices y demás, la dirección del PSOE ha vuelto a aparecer como lo que es en estos momentos: un grupo de políticos que, aunque procedentes de la izquierda, se han fusionado con los intereses capitalistas chocando así con su base social y quedando completamente suspendidos en el aire.
Sin embargo, y a pesar del completo silencio mediático, no todos los grupos parlamentarios han asistido a estar farsa. Ni Amaiur, ni ERC, ni el BNG ni el grupo liderado por IU, Izquierda Plural han estado presentes en el acto de proclamación de Felipe VI.
¡Referendum ya! Por la República socialista
Muy a pesar de la imagen de unidad absoluta en torno a la continuidad de la corona, la imagen del día es la contraria, la de la soledad y el aislamiento de la monarquía y de quienes la tratan de apuntalarla. Con una asistencia cien veces mayor, las manifestaciones republicanas y por la celebración del referéndum convocadas por IU y otras organizaciones de la izquierda, colectivos republicanos y sociales el mismo día de la abdicación, 2 de junio, han mostrado la reacción espontánea de lo que realmente subyace en torno a la figura del rey: el rechazo social a la imposición de esta institución completamente antidemocrática y legada por la dictadura franquista, comprometida hasta la médula con el sistema capitalista y los ataques a la clase trabajadora y la juventud.
¡Ahora es el momento!
¡Fortalecer la lucha por el referéndum, por el Frente de Izquierdas, por la República Socialista!
Juan Carlos recibió una nación sin deuda, en plena expansión industrial, con una economía competitiva y con unas clases medias emergentes y lo ha dilapidado todo, llevando a la sociedad española a la miseria, a través de una serie de medidas estúpidas y suicidas, propias de un demente, que reciben el nombre de transición y que durante cuatro décadas se ha presentado como santa y heroica e incluso pacífica, a pesar de los zarpazos del terrorismo contra los mejores. Se creó una clase política insostenible que ha degenerado en casta parasitaria, se pusieron en marcha las autonomías, diecisiete miniestados, que son un cáncer en todos los sentidos; se ha generalizado la corrupción, que ha convertido a España en una cloaca y a Zarzuela en una letrina de donde emanan hedores apestosos. No hay sector o aspecto en el que no se haya producido una degradación enervante. La libertad de expresión es una quimera, sólo apta para lacayos. La honradez se ha convertido en un lujo o en una forma de suicidio. La industria ha sido destruida, desmantelada. La inseguridad es rampante. La Defensa ha sido reducida a pavesas. La moral es inexistente en una orgía de mentiras e hipocresías en la que la codicia irrestricta ha sido la norma en el juancarlismo, cuyos presidentes han sido a cual peor: Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, hasta llegar al esplendor de la mediocridad sobrecogedora de Mariano Rajoy.
ResponderEliminarEste Juan Carlos lisiado, manager del yerno, es el reverso del rey Midas: todo lo que ha tocado lo ha convertido en mierda, en miseria, putrefacción.
La República ya no es cuestión opinable sino de supervivencia. Estos borbones gorrones son peores que todas las plagas bíblicas sumadas. Ser, aquí y ahora, monárquico es ser lacayo, ser indigno, ser enemigo de España. No hay otra forma de ser patriota que ser republicano. Una República presidencalista, elegida en circunscripción nacional, que nos haga salir de esta pesadilla a la que nos ha conducido el personaje más nefasto de la historia de España