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Necesitamos a Brecht

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Brecht construye un espectador nuevo, distinto, otro, al concebirlo como continuidad de lo que se representa en la escena.
DAVID BECERRA MAYOR  18/06/2014

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El legado de BrechtJuan Antonio HormigónEdita Asociación Editores de Escena
Quizá necesitemos a Brecht»: este es el motivo con el que arranca El legado de Brecht de Juan Antonio Hormigón. Un ensayo –o recopilación de ensayos– donde su autor nos insta a leer, releer o seguir leyendo al dramaturgo y poeta alemán. Pero no por vocación humanista ni para animarnos a invertir nuestro tiempo de ocio en el pasatiempo de la lectura, sino porque en estos tiempos sombríos donde el capitalismo nos golpea cada día con más fuerza, los textos de Brecht pueden servir como un instrumento apropiado para cuestionarnos el mundo que habitamos. Hormigón nos pone a Bertolt Brecht en constante diálogo con el presente y nos permite observar el modo en que los personajes que el dramaturgo alemán subió sobre las tablas no han perdido hoy su vigencia: su madre coraje, su Galileo, sus analfabetos políticos lacayos de las multinacionales, etc., están más vivos que nunca. Necesitamos a Brecht para nos preste sus ojos y ver de manera clara nuestra realidad. Porque nosotros sólo tenemos dos ojos, Brecht parece tener mil. Como el Partido. 

Pero no seamos egoístas pensando sólo en nosotros, en nuestro presente en crisis; pensemos también en nuestro pasado, en nuestra memoria, esa que nos quieren arrebatar. Porque es cierto: necesitamos a Brecht, pero también Brecht nos necesita a nosotros. Hay que estar alerta, nos dice Juan Antonio Hormigón en El legado de Brecht, porque la clase dominante quiere apropiarse de Brecht, quiere deshistorizarlo, castrarlo ideológicamente, normalizarlo. «La crítica burguesa ilustrada, lo estudia y acepta en tanto que escritor de obras teatrales, poéticas y narrativas, pero lo desvincula cuidadosamente de sus concepciones teórico-prácticas en el terreno escénico, la ideología y la política. Se pretende convertir a Brecht en un clásico burgués ilustrado, perdido en su séptimo cielo, sacralizado, cercenado de las ideas, debates y acciones que configuran su vitalidad», nos avisa Hormigón.

Quieren convertir a Brecht en un significante vacío, despolitizándolo. Aunque lo intenten y pretendan apropiarse de su método, lo van a tener complicado, porque el método brechtiano es en sí mismo político. No se puede entender el distanciamiento propuesto por Brecht sin tener en cuenta los efectos políticos que se persiguen a través de él: la construcción de un espectador –pero también lector, en un sentido más amplio– que no asuma pasivamente lo que ocurre en el escenario, sino que lo observe/lea con mirada crítica. El distanciamiento no es sólo un recurso escénico, sino que busca activar al sujeto que se encuentra tras la cuarta pared, sentado en la butaca del teatro; se persigue la desalienación del espectador, que éste en todo momento mantenga la lucidez, la mirada crítica, para que no se someta a los discursos melodramáticos que, en la época de Brecht, eran dominantes, pero que también hoy en día ocupan buena parte de la cartelera de nuestros teatros (no en balde Hormigón señala que el presente teatro español es miserable, frívolo y vulgar). El método brechtiano es, pues, algo más que un método. Brecht construye un espectador nuevo, distinto, otro, al concebirlo comocontinuidad de lo que se representa en la escena.

Un buen libro de crítica literaria tiene que reunir al menos uno de estos dos requisitos: tiene que arrojar luz sobre un aspecto concreto de una obra, de un autor o de un movimiento literario, para que el lector salga del libro con nuevos conocimientos adquiridos; o bien, tiene que animar al lector a la leer –o releer– la obra o el autor sobre el que gira el estudio. El legado de Brecht de Juan Antonio Hormigón combina ambos planos, situándolos en justa compensación. Porque si El legado de Brecht nos acerca la figura de Brecht y su método para que nos sirvamos de él para cuestionar nuestro mundo –i.e., el sistema capitalista– y a su vez reclama nuestro impulso para salvar a Brecht, que también nos necesita, el lector podrá asimismo recorrer, de la mano del ensayo de Hormigón, las vicisitudes históricas que condicionan y determinan la biografía del dramaturgo alemán, desde sus primeras producciones teatrales en el marco de la constitución de la República de Weimar hasta su muerte en el Berlín Este, pasando por su exilio en Estados Unidos, donde trabajó en «el mercado donde se compran las mentiras», como así definió Hollywood en unos versos, y donde fue una de tantas víctimas de la «caza de brujas» del macarthismo.

Lean a Brecht, lo necesitamos y nos necesita. Las brujas siguen sueltas.

Publicado en el Nº 273 de la edición impresa de Mundo Obrero junio 2014

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