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“La falta de competitividad no se debe a que tengamos trabajadores vagos, sino empresarios ineficientes”

ELDIARIO.ES

Entrevista a Jorge Fabra, miembro fundador de Economistas Frente a la Crisis: "En la energía eléctrica de origen nuclear el margen de las empresas es del 200% y en la de origen hidráulico de hasta el 700%”
"Es patético que Ana Botella diga que la reforma laboral ha salvado el conflicto de la limpieza, cuando la reforma lo provocó”

Jorge Fabra visita Barcelona para reunirse con sus compañeros del colectivo Economistas frente a la crisis, un aguerrido grupo de profesionales que ha asumido la tarea de ser el contrapunto a las posiciones liberales o neoliberales de colegas suyos y políticos. Empezaron lanzando un manifiesto y ahora, explica, tienen peticiones de dar charlas en asociaciones de vecinos, entidades obreras, universidades... Con el rigor que le da haber ostentado la presidencia del Colegio de economistas de Madrid y haber sido presidente de Red Eléctrica Española, y consejero de la Comisión Nacional de la Energía (CNE), critica que los que con sus políticas desreguladores nos llevaron a la crisis afirmen que sólo ellos tienen la solución para salir de ella, y proclama que “otra economía es posible”.
¿El que ustedes se denominen economistas frente a la crisis significa que quienes no forman parte de su asociación son economistas a favor de la crisis?
Este planteamiento sería seguramente excesivo, pero lo cierto es que uno de los consensos que nos aglutina es considerar que las políticas que se están desarrollando son pro-cíclicas, completamente contraindicadas para atajar la crisis. Creemos que parten simplemente de un mal diagnóstico: no es una crisis de oferta, es una crisis de demanda.
¿Es simplemente un error?
En general este tipo de diagnósticos no son inocentes, sino que aprovechan la crisis como coartada para hacer lo que siempre han querido hacer, que es la devaluación interna. Hay que tener cuidado porque cuando se habla de devaluación interna siempre se supone que también es devaluación de precios, y esta devaluación se ha centrado de manera muy radical en la devaluación salarial. Aunque luego, a través de la reducción salarial y la caída de la demanda efectiva viene también una situación peligrosa con la amenaza de una cierta deflación.  
¿Visto lo visto, en qué punto de la depresión se encuentra España, estamos en una caída y rebote en V o más bien en una figura en L?
Es obvio que las macro magnitudes no pueden seguir al ritmo en que lo estaban haciendo. Todas las depresiones presentan una gráfica tangencial respecto a un fondo del que no se puede pasar. Así pues, no se puede seguir cayendo más. Dicho esto, cuando se llega al fondo aparecen puntos de inflexión. Se ven algunos síntomas de recuperación de la actividad, pero ¡tan débiles! Sin que haya ningún estímulo fiscal que fortalezca esos movimientos, no se garantiza que esa reanimación sirva para solucionar en un plazo útil los problemas que tenemos, especialmente el paro.
Pero dicen en el Gobierno y la patronal que con el tiempo..
El tiempo es una variable esencial. Si en el 2015, 2016, 2017 estamos por encima del 20% de parados, con un 40% de parados jóvenes y tenemos más de 2 millones de hogares sin ingresos, esto no lo soporta la variable tiempo, es insoportable. Y a eso yo digo, por favor, utilicen otras palabras que no sean ofensivas cuando hable de recuperación.
A pesar de las políticas económicas que se han adoptado, ¿qué acciones podrían aplicarse desde España para iniciar el resurgimiento?
Desde el punto de vista de la crítica y el desacuerdo con las políticas económicas que nos han impuesto desde la Unión Europea y que este gobierno ha abrazado de manera tan entusiasta, estamos superando una etapa de resistencia desde el punto de vista de la crítica científica. Entramos ahora en una etapa de fijar cuáles son nuestras propuestas para buscar una salida que nos deje un paisaje después de la batalla no tan desolador como el que nos presentan.
De esa alternativa hay algunos elementos que son muy claros: es necesaria una profundísima reforma fiscal.
¿En qué sentido?
Los equilibrios fiscales hay que mantenerlos y hay niveles de deuda insostenibles. El problema no es que nosotros estemos de acuerdo con los desequilibrios. El problema es cómo se gestionan. Y aquí los equilibrios se han gestionado con recortes del gasto público que han agudizado el problema de la demanda efectiva, la demanda interna. Se ha intentado recuperar la demanda con devaluaciones salariales que estimulasen nuestra competitividad exterior y se ha utilizado la mejora del saldo comercial como una prueba de éxito de esas políticas de devaluación salarial, lo que no es exactamente así por dos razones. Primera, porque las mejoras no se han trasladado a precios, lo que muestra que nuestro dinamismo exportador no dependía de los costes salariales. Segunda, porque el sector exterior no puede compensar el efecto negativo de la caída de la demanda interna. Al final podríamos decir que en situaciones de recesión como la española, la mejora de la balanza de pagos es la prueba del 9 de que estamos en una situación de crisis. Siempre en las crisis pasa esto, disminuyen las importaciones, aumentan las exportaciones.
Por lo tanto hacen falta estímulos...
Sí, son necesarios estímulos fiscales que no produzcan un desastre en las cuentas públicas. Para eso es necesaria la reforma fiscal: hay que aumentar la capacidad de recaudación y gestionar el déficit público por dos vías. La primera, conseguir más ingresos y también más gasto. Deberíamos enviar el mensaje que a veces es difícil de comprender: para que el estado ingrese más de lo que gasta, tiene que gastar más de lo que ingresa. De alguna forma se ha de dar un empujón para que la economía coja inercia y pueda revivir de su estado comatoso, lo que justifica la necesidad de una reforma fiscal.
Ha citado un par de veces la reforma fiscal. ¿En qué debería consistir?
La reforma, además de acrecentar la equidad vertical y horizontal, debería acercar la capacidad recaudatoria de España a la media de nuestro entorno europeo. Estamos ocho puntos por debajo en recaudación sobre nuestro PIB, eso es tremendo. Si mejorásemos este punto con la lucha contra el fraude y con una progresividad del impuesto, estaríamos en un muy buen camino.
Jorge Fabra, miembro fundador de Economistas Frente a la Crisis. /ENRIC CATALÀ
Pero además de quejas, ¿tienen datos de este agujero en la recaudación?
Los datos son pavorosos: que las empresas del Ibex estén pagando entre 5 y 6 puntos menos que las Pymes en el impuesto de sucesiones me parece increíble. Que haya empresas como Iberdrola que entre 2008 y 2010 hayan tenido un impuesto de sociedades cercano a cero no se explica.
¿Y qué otros cambios clave proponen?
Es necesario un cambio en el modelo productivo. Se ha de actuar a medio plazo. Hace falta innovación tecnológica, es increíble que los recortes se hayan cebado en estos sectores sensibles que tienen que ver con nuestra competitividad. Esto tiene resultados a medio plazo respecto a la competitividad gracias al efecto multiplicador del gasto.
¿En este aspecto hay sectores sobre los que se debería incidir?
Las nuevas tecnologías energéticas que tendrían una cierta capacidad para substituir parcialmente el derrumbe de la construcción. Y aquí se hace el disparate y el ridículo más espantoso. Este es un país que ha invertido en la primera generación de energías renovables a costes muy elevados y cuando esas inversiones empiezan a ser competitivas se deja de invertir en ellas.
Estratégicamente, ¿qué paso hemos de dar ahora?
Hemos de pasar de un período de resistencia a uno más prepositivo. No se debe decir simplemente “no a la reforma laboral” o “no al contrato único”. Tenemos que expresar eso mismo en términos positivos. A la pregunta de cuáles son las instituciones del mercado de trabajo que hay que potenciar: clarísimamente la negociación colectiva y la ultractividad de los convenios. Todo eso hay que recuperarlo, igual como la lucha contra el fraude fiscal, que se ha de realizar con nuevas técnicas. Cada euro que invertimos en un inspector fiscal reporta a las arcas públicas más de 20 euros. Y se ha de cambiar el IRPF de forma que el impuesto de la renta se combine con el del patrimonio y se convierta en el impuesto a la riqueza que puede contribuir mucho a una recuperación sana.
¿No le llama la atención que un economista progresista como Pedro Solbes presentara un plan para afrontar la crisis con medidas que subscribiría cualquier colega liberal o ultraliberal?
Sobre eso nosotros ya nos hemos manifestado. Menos mal que el presidente Zapatero no admitió que los recortes empezasen en 2009 porque estaríamos peor. Por lo menos en 2011 remontamos un poco, tuvimos una cierta recuperación del PIB, aunque luego, con la constitucionalización del déficit, nos plegamos totalmente a las políticas de austeridad a ultranza de la Unión Europea.
A nosotros nos parece mentira que con la experiencia que tenemos Solbes reivindique posiciones que han refutado el Fondo Monetario Internacional y desde otros organismos nada sospechosos. Sus técnicos han revisado el valor de los multiplicadores del gasto y para países como España los han situado entre 1,3 y 1,9%, es decir que por cada euro gastado desde las arcas públicas se generan casi dos.
¿Pero siguen proponiendo austeridad?
No hay política económica que no parta de la austeridad, pero lo que nos proponen es otra cosa. Lo que nos proponen es despilfarro de los recursos productivos, de la fuerza del trabajo que significa capacidad ociosa en empresas y fábricas. Eso es despilfarro contractivo.
Y hablan de reformas, pero lo que están haciendo son contrareformas. A veces las palabras no son neutrales y nos dejan mudos. Por eso Economistas Frente a la Crisis no estamos dispuestos a renunciar ni a la austeridad ni a las reformas, pero lo que nos proponen es despilfarro contractivo y contrareformas.
La burbuja inmobiliaria y el consiguiente agujero bancario parece que los hemos pagado los ciudadanos. ¿Desde el punto de vista de los economistas progresistas como se hubiera abordado este problema?
No me veo esbozando una solución así de pronto. Pero es obvio que hubo un problema de supervisión bancaria. Está claro también que la burbuja inmobiliaria surgió por un problema de desregulación financiera. Ha habido prácticas completamente irregulares en el comportamiento de nuestras instituciones financieras. Por lo tanto recuperar la supervisión, recuperar el control es absolutamente fundamental. Se ha dicho que hemos perdido el sector inmobiliario, pero no lo hemos perdido, nos hemos caído de la parra porque no veíamos que estaba montado sobre una burbuja financiera. Por tanto se han de restablecer las buenas prácticas bancarias, que está clarísimo que se han perdido.
Y al hilo de esto, afirmamos que se ha de restablecer el flujo crediticio. Se acaba de proclamar que el rescate de la banca ha terminado en limpio. Nosotros preguntamos ¿para quién? ¿para los preferentistas? ¿para las pymes que no pueden financiar su tesorería?
¿Y al final eso nos lleva al paro?
La situación del paro es insostenible. El objetivo de la política económica ha de ser el empleo. Reducir el déficit fiscal no es un objetivo, es un instrumento y ha de ser sostenible en un plazo largo y eso lo han realizado países serios como Estados Unidos o Japón.
Alguien ha calculado que los servicios energéticos para los ciudadanos han incrementado su precio en un 50% en los últimos tiempos...
Se les han encarecido mucho más, del orden del 80%.
Jorge Fabra, miembro fundador de Economistas Frente a la Crisis. /ENRIC CATALÀ
Usted fue consejero de la CNE y ha dicho que nadie sabe claramente lo que le cuesta a las eléctricas fabricar un kilovatio/hora. ¿Eso deja la puerta abierta a todo tipo de abusos?
No recuerdo haber dicho eso, pero si no lo dije lo digo ahora. No sabemos lo que cuesta la producción de un kilovatio/hora en aquellas centrales que son retribuidas a través de un mercado que fue mal diseñado. Como no lo sabemos, tenemos que hacer estimaciones, y las más sensatas muestran que en el segmento nuclear y en el hidroeléctrico los márgenes son completamente intolerables. En el nuclear los márgenes pueden estar entorno al 200&. Y eso es así porque las compañías productoras han recuperado sus inversiones por diferentes vías, a través de pagos regulados, a través de indemnizaciones y a través de la percepción durante muchos años de precios muy superiores a sus costes.
En el sector de la gran hidráulica el tema es tremendo. La producción de electricidad a partir de los aprovechamientos hidroeléctricos es la transformación de un bien público, la fuerza cinética del agua, que dichas empresas explotan por concesiones administrativas con fecha de caducidad desconocida porque hay un maremágnum de contratos concesionales que no se sabe si se han prolongado o no. Lo único que sabemos es que desde 1900 no ha caducado ninguna concesión hidroeléctrica. Esas centrales han estado recibiendo fondos por diversas vías: pagos regulados, indemnizaciones y precios muy superiores a sus costes. Por tanto, han recuperado largamente sus inversiones y pueden estar teniendo ahora unos márgenes del 700%.
En la contabilidad de las empresas no encontraremos nada, son sociedades muy complejas, diversificadas, son multinacionales y tienen por tanto una gran maniobrabilidad contable, siendo totalmente ortodoxas.
Lo que si se puede hacer es recuperar la seriedad de este país. Restableciendo las normas jurídicas. La regulación según la cual los diferentes inversores hicieron las inversiones en las centrales. De esta forma estaríamos liberando entre 2000 y 3000 millones procedentes de las centrales históricas. Habría también que hacer una profunda reforma que eliminara elementos regulatorios que sobran y son costosos como los sistemas de establecimiento de la tarifa antes conocida como TUR, tarifa último recurso, a la que ahora le han cambiado el nombre y le llaman PVPC, este sistema al que sólo se le ha cambiado el nombre, produce una inflación de entre el 10 y el 15% de los costes de la energía para el pequeño consumidor en relación con los precios de un mercado que es necesario reformar porque no revela los costes reales del suministro de energía, con estas reformas se podrían liberar 5.000 millones.
¿Y esto sin abrir el capítulo de las energías renovables?
Este tipo de energías mejorarían nuestro tejido industrial, crearían empleo de calidad, aliviarían nuestra balanza de pagos porque se substituirán importaciones energéticas y luego, además, contribuirían a la tecnología, a la innovación y nos situarían como un país puntero en este ámbito. Parece olvidarse que en la Unión Europea somos el país que tiene el mejor recurso autóctono, que es el sol. Parece mentira que los alemanes estén duplicando sus inversiones solares, a pesar de que a ellos una placa solar les rinde la mitad que aquí. ¿Y qué hacemos?, recortamos drásticamente las ayudas a este sector.
En 1945 el gobierno laborista de Gran Bretaña creó la Seguridad Social como la entendemos actualmente. Contra lo que los expertos aseguraban, la gente dejó de ahorrar para sanidad o pensiones y la economía del país se reactivó. ¿Vamos ahora en dirección contraria?
Los economistas sabemos lo que significa reforma estructural y sabemos que el concepto se utiliza de manera engañosa. Se usa como un arma para volver a antes de 1945. Volviendo a su pregunta, la iniciativa de que habla tuvo un efecto redistributivo tremendo, porque ni las pensiones ni la seguridad social son gratis. Lo que pasa es que ese gasto se utiliza para aplicar una doble vía de redistribución de la riqueza, por el ingreso fiscal y por el gasto y eso es lo que ha construido en Europa el Estado de Bienestar,que es lo que justifica la Unión Europea. ¿Si esto nos lo cargamos, para qué estamos en Europa? Dejaríamos de ser un modelo para el resto del mundo.
La reforma laboral ha desequilibrado las relaciones laborales en favor del empresariado. ¿Ha hecho esto que nuestros empresarios sean más competitivos en Europa, donde la relación entre empresas y trabajadores está más igualada?
Cuando hablamos de competitividad del trabajo debemos cuestionarnos, ¿es que tenemos trabajadores vagos? Esto no es cierto. Lo que tenemos son empresarios muy ineficientes. La competitividad del trabajo depende de la organización del trabajo y de la capitalización tecnológica de las empresas. Y al revés, que los empresarios puedan mejorar sus costes con la devaluación salarial es un incentivo a que relajen la eficiencia en la organización del trabajo y a que relajen la capitalización tecnológica para competir con nuestro entorno.
¿Me pone un ejemplo?
Es casi patético oír a la alcaldesa de Madrid decir que la solución a la huelga de los limpiadores y limpiadoras ha puesto de manifiesto las bondades de la reforma laboral, cuando la reforma ha facilitado que aparezca el conflicto. Porque sin esa reforma las empresas no hubieran dado de repente el paso de poner en la calle a más de mil trabajadores después de haber recibido la adjudicación de las correspondientes contratas. A partir de ahí es indignante que se quiera aprovechar el conflicto para pedir que se haga una nueva regulación de la huelga, que es un derecho constitucional. Precisamente la huelga ha puesto de manifiesto que la reforma laboral estaba siendo utilizada de manera perversa por unas contratas oportunistas, insensatas y a la baja instadas por el ayuntamiento de Madrid.
En conclusión, la reforma laboral ha destruido la negociación y eso hace menos competitivos a los empresarios y a las empresas. La reforma es una incitación a que compitamos en base a salarios bajos, y ahí siempre habrá quien nos gane.
¿Tiene usted alguna explicación a la fijación de los empresarios españoles con los salarios cuando está demostrado que sólo representan aproximadamente el 10% de los costes de una empresa tecnológicamente bien dotada?
Me voy a limitar a hacer una cita de autoridad de un viejo maestro, José Luís Sampedro. Él dijo, "esta crisis es una manifestación más de la lucha de clases", por eso creo que esta obsesión en el apartado salarial es una actitud atávica y clasista del empresariado de aquí. Pero en el fondo hay otro problema, más global, el de la gobernanza corporativa. Ahora el capitalismo se basa en sociedades anónimas, de accionistas episódicos que no ejercen sus derechos de propiedad como lo concebían nuestros maestros clásicos, desde Adam Smith a Carlos Marx. Esos derechos los ejercen ejecutivos que no son propietarios y que los ejercen porque los que ostentan las acciones, hoy están y mañana marchan, y ponen su dinero en empresas que no saben ni a que se dedican. No les importa que el consejero delegado tenga una retribución de diez millones y que se ponga bonus cada tres meses para coger el dinero y salir corriendo con políticas cortoplacístas.
La idea clásica de permanencia del empresario en el capital suponía que había interés en la mejora del producto, en la formación de los trabajadores, en su remuneración correcta. Todo ello se ha ido al garete con esta gobernanza. Y son estos ejecutivos los que empiezan a conformar una nueva clase social que explica esa cultura atávica contra los trabajadores.

http://www.eldiario.es/catalunya/competitividad-trabajadores-vagos-empresarios-ineficientes_0_199480083.html

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