(Rio de Janeiro) - El proceso electoral de la cuarta mayor democracia del mundo finalmente llegó a su fin. Luego de una campaña polarizada y con un final abierto hasta el último minuto, Dilma Rousseff se alzó con la victoria. La candidata oficial se impuso por un estrecho margen, el menor desde la reinstauración de la democracia en 1989. Solo un 3% de ventaja sobre su adversario, Aécio Neves (PSDB).
La división en cuestión fue percibida por la propia Dilma Rousseff, quien utilizó su primer discurso como Presidente Electa para enviar un mensaje conciliador. La líder del PT reconoció que su victoria fue por un estrecho margen y se comprometió a abrir un dialogo franco con todos los sectores de la sociedad brasileña. Se mostró en efecto como una verdadera estadista, leyendo en forma correcta el resultado electoral y reconociendo los verdaderos problemas por los que atraviesa el país. Se refirió a la lucha contra la corrupción, a la necesidad de una reforma política y a la urgencia en retomar la senda del crecimiento económico. Se mostró inclusive abierta al dialogo con otras fuerzas para abordar estas delicadas temáticas. Su discurso no fue de carácter proselitista, intentando así cerrar las divisiones abiertas por la intensidad de la campaña.
El proceso electoral en si merece una mención particular. La democracia brasileña mostró madurez y se comportó en forma ejemplar si se la compara con otras experiencias regionales. Los candidatos siempre se mostraron dispuestos a debatir, haciéndolo en vivo en todas las cadenas de televisión abierta. Se dirigieron siempre el uno al otro con respeto, reconociéndose como representantes de millones de electores. Si bien se trató de una elección caliente, intensa y polarizada, los contendientes nunca perdieron la línea. 140 millones de brasileños emitieron su voto y solo un par de horas después los resultados fueron publicados y reconocidos por los candidatos. Los incidentes existieron pero fueron marginales y no amenazaron el normal desarrollo del proceso.
Las elecciones son ahora historia y Dilma Rousseff deberá focalizarse en resolver los múltiples problemas por los que atraviesa la economía brasileña, muchos de ellos generados por su propio gobierno. La expansión del PBI se encuentra estancada y la inflación en aumento. Se trata de un deterioro de las variables macroeconómicas que aun no repercute en el bolsillo de las familias pero que de no corregirse acabará por afectar a los sectores más vulnerables.
Durante la campaña Aécio propuso un cambio de rumbo económico. Reformas que eviten que Brasil ingrese en una recesión que, aunque se la niegue, está a la vuelta de la esquina. Dilma optó por una estrategia diferente y se limitó a defender los logros de su gestión, sin pronunciarse claramente sobre el futuro. El programa del PT para los próximos años no fue especificado. Consumada la victoria Rousseff volverá a la gestión y ya no podrá invocar al pasado, deberá ahora encontrar el camino para que Brasil vuelva a la senda del crecimiento. ¿Cómo planea hacerlo? Eso es, por ahora, un gran misterio.
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