Hay proyectos que son una mala idea. Por ejemplo, abrir una nueva mina de carbón, ese combustible del s. XIX, en lugar de apostar por renovables. Si además la mina tiene un impacto ambiental sobre el medio marino, es aún peor. Y si el lugar marino donde impacta es uno de los ecosistemas de arrecifes de coral más importantes del mundo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, entonces ya es una idea pésima.
Ese es el caso de la mina Carmichael, a cargo de la empresa Adani, en la costa noreste de Australia. El proyecto incluye el dragado del fondo marino de la Gran Barrera de Coral para poder expandir las instalaciones portuarias del cercano puerto de Abbot. Además, la propia actividad de la mina generaría un tránsito mayor de buques, aumentando el riesgo de accidentes y vertidos en un ecosistema de gran valor que se encuentra ya de por sí en una situación delicada: el 50% del coral ha desaparecido en los últimos 30 años y el cambio climático es uno de los principales causantes.
A todas luces, la mina Carmichael y la Gran Barrera de Coral son incompatibles. El gris y negro del carbón, los buques y los vertidos son incompatibles con el color vibrante de los arrecifes y las especies que los habitan. Es la barrera de coral más grande del mundo, hogar de 400 tipos de corales, 1.500 especies de peces y de animales tan especiales como el dugong, un peculiar mamífero marino, o la tortuga verde, ambos amenazados. Es una joya de la naturaleza y un icono mundial que hay que proteger.
Pero, por fortuna, lo hemos logrado parar. A pesar del apoyo del Ministerio de Medio Ambiente australiano al proyecto, la razón y la lógica han tenido más peso esta vez que los intereses de la industria. La movilización popular contra el proyecto de gente anónima dentro y fuera de Australia y de varias ONG, entre ellas Greenpeace, ha sido masiva. Once grandes bancos se han ido retirando del proyecto al considerarlo una mala inversión. El último varapalo llegó hace pocos días cuando el Tribunal Federal de Australia revocó el permiso para el proyecto.
Así, con el no de los bancos, del Tribunal Federal y el de la ciudadanía, la Gran Barrera respira con alivio. Solo queda que el Ministerio no inicie de nuevo los trámites del permiso para dar jaque mate definitivo a un proyecto sin sentido. Si lo hace, allí estaremos para pararlo de nuevo. Con tu apoyo, claro.
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