GONZALO CARO// Hace unos pocos días debatía con un tuitero sobre los motivos que podían llevar a que los obreros votaran a la derecha y si eso era un síntoma de la próxima extinción de la raza humana. Mi respuesta fue que era síntoma de nuestra incapacidad manifiesta (la de la izquierda transformadora) para haber construido contrahegemonía y más que incapacidad, nuestra dejación de funciones en dicha tarea durante mucho tiempo, asumiendo una buena parte de la izquierda política y sindical tras la caída del Muro que nuestro único horizonte (con honrosas excepciones como la de Anguita) era la concertación con el capital y con unas instituciones que se habían diseñado para que todo pudiera cambiar para que todo siguiera igual.
En el siguiente lance, el tuitero me preguntaba por Anguita, cómo era posible que nadie le hubiera hecho caso y hoy todo el mundo casi lo sacralizara porque tuvo razón. Aquello nos llevó a hablar de “la pinza”[1], una de las operaciones donde más claramente podemos ver que la hegemonía, es decir, la capacidad de hacer coincidir el sentido común con los intereses de la clase dominante, no se construye (sólo) a través de La Cuarta Página del diario El País, sino que se construye a través de todos los mecanismos de socialización (familia, escuela, círculo de iguales, trabajo, entorno, ocio, consumo…) y posiblemente todos y todas recordemos o podamos encontrar artículos en algunos medios hablando de esa pinza, pero seguramente recordemos menos estos vídeos:
Este vídeo pertenece a Las noticias del Guiñol de Canal+ , un programa que mediante el humor contaba, comentaba la actualidad, todo para un público de carácter progresista. Indispensable la figura de Álvarez Cascos (probablemente el más odiado miembro del PP en aquel entonces) en este sketch.
Este otro vídeo no tiene tampoco desperdicio, corresponde a un programa llamado La Parodia Nacionalque en su edición más seguida, llegó a tener un 33,96% de cuota de pantalla (chúpate esa Salvame Deluxe) y que cuando se retiró tenía sólo un 20%. Era un programa diferente al guiñol, se emitía un viernes noche, y su target no era probablemente ni el progresista ni tampoco quien buscaba información, sino familias trabajadoras que al terminar la semana no salían, sino que se quedaban en su casa sentados frente al televisor a pasar un buen rato.
Estos dos vídeos muestran que la hegemonía no se construye en La Cuarta Página de El País, la hegemonía es un mecanismo que se trasluce en las manifestaciones culturales y probablemente cuanto más alejadas aparentemente de la política están, más poderoso es su efecto en la conformación del sentido común de las personas.
El papel de las peñas flamencas
¿Y que pintan las peñas flamencas en este artículo? En el libro Contra la ceguera Anguita comenta que uno de los factores que explican que el PCE lograra la alcaldía de Cordoba fue la gran implementación del Partido en las peñas flamencas. Debo reconocer que esto a priori me sorprendió, luego lo achaqué a que al provenir de la dictadura y no haber podido intervenir directamente en política, era necesario hacerlo a través de colectivos y organizaciones que no estuvieran perseguidas. Esa puede ser una visión miope, que no contempla que la implementación de las peñas flamencas era un mecanismo similar al de La Parodia Nacional, una vía para acceder a personas trabajadoras en un ámbito que no es el que consideraríamos estrictamente político.
Además de intervenir en espacios que podemos considerar más propios de las organizaciones políticas, la institución, los medios de comunicación, el acto, el mitin, las manifestaciones y asambleas etc. debemos intervenir políticamente en aquellos ámbitos donde las personas se socializan, donde las actividades que se realizan tienen un sentido cotidiano, como son el ocio y también sin ninguna duda el ámbito del trabajo (este último ámbito merece un artículo para él solo).
Ni sopas de estrellas recocidas en sí mismas, ni carreras frenéticas saltando de vacío en vacío en pos de un espejismo electoral que confundamos con el poder, la lucha por la hegemonía se da en el día a día, en los momentos y lugares en los que la gente construye el sentido de su realidad.
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