En el mundo de las series, Oriente Medio ha venido para quedarse. Y es que lo que sucede en esta región el mundo da para mucho. En la conocida Homeland se explora el terrorismo yihadista, sus causas, sus consecuencias y sus posibles soluciones; en la británica The Honourable Woman, que ya comentamos, se intenta explicar lo difícil que es resolver el conflicto entre israelíes y palestinos, como hace la también británica The Promise, indagando en los orígenes violentos del Israel moderno.
La que ahora nos ocupa, Tyrant, creada por el israelí Gideon Raff, al que debemos Hatufim yHomeland, intenta retratar el dramático y sangriento cambio que están viviendo los países de la zona tras la fallida Primavera Árabe. Rodada en Israel y, debido a la guerra con Hamás del pasado verano, en Marruecos y Turquía, la serie, actualmente en su segunda temporada, exhibe una ambientación sobresaliente y un gran esmero en el cuidado de cada detalle.
Tyrant nos sitúa en un país ficticio, Abuddin, regido por la dictadura de la familia Al Fayid. Abuddin bien podría ser la Siria de los Asad, el Iraq de los Husein o la Libia de los Gadafi. Un régimen calcado de los de la Unión Panárabe liderada por Naser, laico, dinástico y que hace descansar su poder sobre dos pilares esenciales: el ejército y el petróleo. Pero como en todos los países del entorno, tras la Primavera Árabe el pueblo de Abuddin, después de años de opresión, quiere un cambio y una mejora en sus condiciones de vida. Una reivindicación que asume un grupo de rebeldes que, con la excusa de la democracia, pretende instaurar otro régimen, peor aún que el de los Al Fayid.
En medio de este choque de trenes, Basam, el hijo menor del dictador Jaled al Fayid, que lleva más de 20 años en los Estados Unidos renegando de su apellido y de su pasado e intentando llevar una vida normal, vuelve con su familia a Abuddin para la boda del hijo de su hermano mayor, Jamal, heredero de la Jefatura del Estado.
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