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La ocasión de este texto es solidarizarme con un acto que te honra y que nos honra a todos.

A Lauro Olmo

Agradezco a los organizadores del CDN este homenaje al dramaturgo, y la invitación al mismo que no he podido llevar a cabo, muy a pesar mío.
Hace muchos años, con ocasión de la publicación del volumen número 3 de la Revista Teatro, dedicado a su memoria, publiqué un texto que deseo recordar aquí:
…Al lector una última razón : no debe olvidar que tras el escritor, en este caso, hay una figura humana ejemplar que ha sabido respirar el hondo pulso que los vientos del pueblo, su pueblo, le impusieron, como si al cotidiano sufrimiento de todo creador debiera Lauro Olmo añadirse el ser conciencia y presencia de lo que es la honradez también en los tiempos de la cólera.
Aquellas palabras que hoy recuerdo tienen una actualidad sorprendente del mismo modo que la figura de Lauro Olmo se agranda y renace con fuerza en estos tiempos críticos y desastrosos para tantos conciudadanos.
Algunos críticos y estudiosos del Teatro Español Contemporáneo pensaron que el realismo social de Lauro Olmo estaba inexorablemente ligado a una época, una sociedad y un entorno socio-político tan determinados que, salvo en la circunstancia imposible de repetirse, acabaría relegado al olvido como el de otros compañeros generacionales.
Pues parece que la imposible historia se repite y no sólo en la reposición de La pechuga de la sardina. En efecto, el entorno de La camisa, la obra más potente que conozco sobre los derechos de los trabajadores enfrentados a una emigración forzosa por las políticas de aquél Estado, lo tenemos de nuevo ante nuestros ojos.

Su excelente caleidoscopio de la manipulación de conciencias en otro tiempo, en otro entorno no deja de sorprendernos. En El cuarto poder, Lauro Olmo regresa a la actualidad donde los medios de comunicación vuelven a ocupar una posición destacada en los procesos de influencia y manipulación de la  ciudadanía
Su obra es verdaderamente una crónica de un tiempo, pero también lo es de un pueblo, de unas personas abocadas a la desesperación y de una sociedad sin otra posibilidad de reacción que las propuestas de Lauro Olmo, en sus escenarios…
Mucho más tarde, durante un gobierno socialista, Lauro iba a estrenar su obra Pablo Iglesias cuando descubrió, con sorpresa, que algunos sectores del PSOE habían mostrado su desacuerdo con la obra. La obra termina cuando Pablo Iglesias es elegido diputado a Cortes, pero su acción dramática es el ascenso de un pensador revolucionario y un socialista comprometido con las clases trabajadoras.
Así que han pasado veinte años desde que nos dejó Lauro Olmo. Ahora siento no haberle, quizás, mostrado  suficientemente la gran admiración que siempre he sentido por él.  Como escritor, como persona, como esposo, como padre, como amigo, como defensor de la ciudadanía y modelo de buen hacer, buen estar y mejor pensar.
No quiero aburrirles más con mis reflexiones, pero sí quiero comunicarles algo que para mí es muy hondo. Lauro Olmo era un amigo de verdad y me honra recordarlo como lo que también es: un autor teatral que sabía hablar y sentir al unísono con su pueblo.
En este sol del invierno, frente a las Alpujarras que brotan la nata de sus almendros lo conjuro y espero.
Ángel Berenguer,

Vícar 9 de marzo de 2015

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