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SEGUN EL FOREING OFFICE, PARIS Y LONDRES TEMIAN LA UNIFICACION ALEMANA



Documentos del Foreign Office dejan a Thatcher en evidencia Mitterrand explotó el horror que Thatcher tenía al renacimiento del "poder germánico" con la caída del muro



RAFAEL RAMOS Margaret Thatcher quería la caída del muro de Berlín pero no su consecuencia lógica de la unificación alemana. La Dama de Hierro no tardó en ponerse junto con Ronald Reagan la medalla de haber contribuido al ocaso y desintegración de la Unión Soviética -un planteamiento con el que no todos los historiadores están de acuerdo-, pero se mostró "horrorizada" por el renacimiento del "poder germánico", según documentos hasta ahora secretos que hoy hace públicos el Foreign Office.


En cuanto a François Mitterrand, el presidente francés hizo un muy sutil doble juego, por un lado atizando los miedos de Thatcher y advirtiéndole que la Alemania unificada se expandiría y llegaría a tener el poderío con que soñó Hitler, cuando en realidad su objetivo último era empujar al vecino teutón hacia el proyecto de la unidad política y monetaria europea. Lo espinoso del tema ha hecho que los documentos permanecieran hasta ahora encerrados en la caja fuerte. Pero el Gobierno de Gordon Brown ha decidido sacarlos en este momento a la luz, cuando está a punto de cumplirse el vigésimo aniversario de la caída del Muro, y en pleno debate de políticos e historiadores sobre la responsabilidad rusa y alemana en el inicio de la Segunda Guerra Mundial. A Reagan y Thatcher, los neocon originales, se les concede el crédito de haber empujado a la URSS hacia el precipicio con sus políticas de enfrentamiento con Moscú, el fomento de la disidencia interna y planes de expansión armamentista como la guerra de las galaxias.Pero los legajos recién desempolvados muestran, al menos en lo que se refiere a la parte inglesa del binomio, una considerable falta de sofisticación y la ceguera ante una previsible relación causaefecto: la unificación alemana era inevitable. No lo veía así Lady T., que en las minutas de reuniones del gabinete en Downing Street se manifiesta "ansiosa" y "espantada" por la interpretación positiva que el embajador británico en Bonn, sir Christopher Mallaby, hace de los avances hacia la unidad alemana, y pregunta en voz alta qué estrategias puede adoptar Londres para frenar los "grandes designios germánicos". El Foreign Office creía que estaba haciendo el ridículo, y la Casa Blanca ignoró por completo las predicciones apocalípticas de la Dama de Hierro. Mucho más compleja es la actitud de Mitterrand, un personaje posiblemente más cínico y manipulador que la propia Thatcher. Los documentos sugieren que hizo todo lo posible por incentivar el resquemor de la mandataria británica, con afirmaciones tan fuertes como que la unificación llevaría al resurgimiento de la "Alemania mala y expansionista que había llegado a dominar Europa, incluso con más territorio del que llegó a conquistar Hitler". Ambos celebraron diversas cumbres bilaterales para tratar la "cuestión germana". La historia es muy fácil escribirla a posteriori, y la caída del muro de Berlín es vista hoy en determinados sectores como uno de los momentos triunfales de la posguerra europea, que permitió cicatrizar heridas que llevaban abiertas más de medio siglo en el corazón de Europa. Pero las nuevas revelaciones indican claramente cómo en las más altas esferas del poder británico y francés la euforia inicial dio en seguida paso al recelo. "La unificación era la consecuencia lógica de la caída del Muro, y cualquiera podía verlo - señala el profesor de estudios políticos Charles Daniel-Jones-.Lo que en aquel momento no fue tan fácil imaginar es que el colapso de la URSS alteraría hasta tal punto el equilibrio de poderes que la izquierda europea se vendría abajo, el poder de los sindicatos se esfumaría, los derechos de los trabajadores y las libertades civiles quedarían erosionados y serían posibles las políticas ultraliberales que han desembocado en la guerra de Iraq y la explosión del sistema financiero".

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