El éxito del partido de Lafontaine en Sarre avala la posibilidad de una alianza de izquierdas en Alemania.
Oskar Lafontaine tiene 65 años. A largo de su agitada carrera política, con éxitos y fracasos, ha ocupado todos los cargos públicos que ofrece Alemania, menos el de canciller. «Oskar el rojo», apodo que le otorgó la Prensa local, ha sido alcalde, ministro presidente del estado de Sarre, diputado federal, ministro de Hacienda y Finanzas. Del mismo modo, dirigió el Partido Socialdemócrata (SPD) cuatro años y se postuló a la cancillería en 1990.
Lafontaine también posee otros títulos adjudicados por sus enemigos. Cuando era ministro en el Ejecutivo de Gerhard Schröder, el diario inglés The Sun le calificó como «el hombre más peligroso de Europa» por su deseo de intentar controlar el orden financiero mundial.
Sus viejos compañeros del SPD, en el que militó durante 40 años hasta 2005, le definieron como un «traidor» cuando abandonó la formación. Entonces, el país contempló con incredulidad la radical metamorfosis que vivió Lafontaine. Después de haber sido el alumno más aventajado de Willy Brandt, «Oskar el rojo» se aliaba con los odiados comunistas de la ex RDA para formar una nueva organización política, que el domingo pasado cosechó un grandioso éxito en las elecciones regionales en Sarre.
Polémico y odiado
Al mando de Die Linke (La Izquierda, en castellano), el veterano político mejoró 19 puntos el resultado de los anteriores comicios.
Un triunfo que desató el temor de los medios afines a la derecha.
El Bild, por ejemplo, criticó el coste de la unificación de Alemania y advirtió sobre el precio que debería pagar la población. Nadie escuchó su discurso. Helmut Kohl ganó otra vez.
Cinco años más tarde, fue elegido presidente del SPD. Su primera decisión: declarar una guerra sin cuartel al Gobierno Kohl. Su estrategia tuvo éxito y pavimentó el camino para el triunfo de su formación en 1998; Gerhard Schröder se convirtió en canciller y nombró a Lafontaine ministro de Hacienda.
El actual líder de La Izquierda intentó revolucionar las finanzas germanas, europeas e incluso mundiales. Primero trató de liquidar la independencia del Bundesbank (Banco Central de Alemania) y, de este modo, influir en la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE). Al mismo tiempo, luchó por crear un nuevo sistema monetario internacional, con un consejo supervisor para controlar la solvencia de los bancos en el mundo; una idea que ha cobrado actualidad por la actual crisis.
Sólo duró cuatro meses como jefe de las finanzas germanas.
Sólo acumuló enemigos. Agobiado, el ex docente abandonó también la presidencia del SPD y se aisló en Sarre. Allí rumió su venganza contra Schröder, al que acusó de haber ignorado su idea de abandonar el programa de reformas al sistema de bienestar (la Agenda 2010).
En su villa, planificó el regreso. «Si se forma una lista de izquierda, participaré», aseguró. El Partido del Socialismo Democrático (PDS), heredero de los comunistas de la ex RDA, construyó una alianza con Lafontaine para los comicios federales de 2005. Con el 8,7% de los sufragios, impidieron un Gobierno formado por los democristianos (CDU) y el Partido Liberal. Pero también robaron votos al SPD y Schröder se quedó sin reelección.
Una misión histórica
Ahora, «Oskar el rojo» ha recuperado protagonismo en Sarre. El éxito de La Izquierda le abre una inesperada puerta para influir en el destino del país y revivir el viejo fantasma comunista que acecha a Alemania desde hace ya más de 150 años, como predecían Marx y Engels en el famoso manifiesto. Ese monstruo es la posibilidad de que Lafontaine se coloque como la tercera fuerza política, por encima de Los Verdes y el Partido Liberal.
«Me alegro de que gracias a nuestros resultados, al SPD se le abra una nueva perspectiva para llegar al poder», afirmó el Lafontaine tras su triunfo dominical. «La carrera para las elecciones federales sigue abierta», añadió al sugerir que la primera potencia económica de Europa podría ser regida por un bloque de izquierda; menos radical que la alianza pactada entre socialistas y comunistas franceses, que encumbró a Francois Mitterrand en 1981 en plena guerra fría.
«Él cree en una misión histórica: la reunificación de la izquierda», concluyó el influyente comentarista del periódico 'Süddeutsche Zeitung', Heribert Prantl. Es su objetivo. La partida de ajedrez ha comenzado y la próxima jugada está en menos del SPD.
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