El ex canciller Helmut Kohl les prometió paisajes florecientes. Dos décadas después de la caída del Muro de Berlín, los alemanes del este evalúan con menos euforia y más realismo las ventajas que trajo la reunificación.
La revolución pacífica que agujereó el Telón de Acero hasta provocar su derrumbe nació en el este de Alemania. Fueron los ciudadanos de la República Democrática Alemana quienes portaron velas en la Iglesia de Nuestra Señora de Leipzig, quienes iniciaron las "manifestaciones de los lunes", quienes recordaron al mundo que los divididos alemanes constituían un solo pueblo. Ellos desmontaron el cincel y el martillo para usarlo contra el Muro, y lo traspasaron en masa.
La otra mitad del país contemplaba, sentada frente al televisor. Sin embargo, hubo saltado el primer alemán oriental el muro de la vergüenza, el oeste se hizo con las riendas del devenir histórico. La RDA se incorporó en tiempo récord a la República Federal de Alemania, asumió su Ley Fundamental y su organización política y Helmut Kohl se convirtió en el "canciller de la reunificación".
El 60 % de los alemanes que actualmente viven en los "nuevos" Estados federados, los que se unieron al mapa de la RFA en 1990, fueron testigos presenciales de aquellos acontecimientos y el 40 % tomó parte activa en los mismos, revela un estudio presentado en Berlín por la organización Volkssolidarität (solidaridad popular). Todos ellos escucharon a Kohl pronosticarles un futuro repleto de campos de flores.
20 años más tarde, el balance que se saca de la unificación en esta región de Alemania reconoce lo ganado, pero llama la atención sobre lo nunca logrado.
Los estantes vacíos en los supermercados, las cuadriculadas y estrechas casas del trabajador medio socialista, la política reducida a un solo partido, el mundo limitado a los países comunistas y la omnipresencia del Estado son cosas que los antiguos ciudadanos de la Alemania oriental no echan de menos. El 72 % considera que la oferta de alimentos y productos es hoy más satisfactoria de lo que lo era en 1989, el 62 % ve mejorada la situación inmobiliaria, el 56 % valora positivamente los valores democráticos adquiridos, el 61 % considera un avance la absoluta libertad para viajar y el 52 % se alegra de poder organizar a su gusto el tiempo libre.
Con ello, Volkssolidarität trata de desmontar uno de los principales prejuicios contra los alemanes del este: el de personas en constante estado de disconformidad. Sólo el 17 % se confiesa insatisfecho con su nivel de vida, revela el estudio; el 44 % se dice en general satisfecha con las condiciones en las que se desarrolla su existencia.
No obstante, en el bolsillo se esconde de nuevo el talón de Aquiles del este germano. Dos décadas después de que cayera el Muro de Berlín, pasados 19 años desde la reunificación del país, aquí sigue sintiéndose la desventaja económica. Los sueldos no han llegado a equipararse con los del oeste; el desempleo continúa por encima de las tasas occidentales y persiste como amenaza palpable, al tiempo que la seguridad social se observa mermada por las reformas políticas emprendidas desde el inicio del presente milenio. Más de la mitad de los alrededor de 1.500 encuestados temen que dentro de cinco años les vaya peor que en la actualidad.
Sin sentirse en casa en la RFA
Así, son sobre todo las flores de Kohl las que nunca llegaron a echar raíces. El ex canciller prometió que se igualarían las pensiones y que se duplicarían los puestos de trabajo. Lo que los alemanes orientales sospechan hoy es que tendrán que trabajar hasta los 67 años sin llegar a cobrar lo que embolsan sus vecinos y que la meta de la seguridad laboral ha sido sustituida por el endurecimiento de las leyes que regulan los subsidios por desempleo. Sólo uno de cada cinco ciudadanos del este considera que las "dos Alemanias" conviven en las mismas condiciones: el 53 % sigue contemplado grandes diferencias.
Tal vez como consecuencia del mismo, pero no sólo en el desequilibro económico vislumbra Volkssolidarität un problema de desintegración que podría tornarse peligroso en el futuro: muchos ciudadanos del este no ven reconocido por sus conciudadanos occidentales el papel que jugaron en la revolución pacífica de 1989 y encuentran desvalorada su existencia en la RDA, que no deja de ser vida aunque ésta se desarrollara bajo una dictadura. Dos décadas después de haber traspasado un Muro, sin llorar al comunismo, aún el 60 % de los alemanes orientales confiesa no sentirse a gusto en la ampliada República Federal Alemana.
Autor: Luna Bolívar/ edp/ afpd
Editora: Emilia Rojas
Excelente artículo, muy realista e interesante.
ResponderEliminarEs importante leer estas cosas, para ver que estos conceptos que nos venden como absolutos (bienestar, prosperidad, progreso) en el fondo son subjetivos.