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No es una crisis, es una vulgar estafa por Dolores Redondo


Dolores de Redondo 07/07/2017

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No es una crisis, es una estafa” se convirtió en una de las consignas más repetidas en las calles durante las movilizaciones de los últimos años. Unas movilizaciones (salvo honrosas excepciones) que hoy brillan por su ausencia, a pesar de que la estafa continúa. Y recientemente se han dado tres clarísimos ejemplos de esta estafa: la quiebra del Banco Popular y su posterior venta al Banco Santander por un euro; el informe del Banco de España que anuncia la pérdida definitiva de 60.613 millones del rescate bancario; y la sentencia que declara inconstitucional la amnistía fiscal del ministro Montoro, además de las declaraciones de éste afirmando que está pensando en modificar la Ley General Tributaria para prohibir amnistías fiscales como la suya.

Son asuntos muy serios pero, como en todo lo genuinamente cañí, no dejan de tener su punto cómico. Porque las características del capitalismo español le dotan siempre de dos componentes peculiares: por un lado, la avaricia, corrupción y malicia inherente al propio capitalismo y su afán de lucro; y por otro, la pura incompetencia, siendo en ocasiones muy difícil dilucidar en qué proporción la imbecilidad supera a la mala fe, y viceversa.

Montoro es como la Guardia Civil, que es un instituto armado muy serio pero se presta para cachondeos. Y para muestra dos botones. A principios de junio la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) difundía un vídeo que muestra a guardias civiles, militares y curas bailando la conga durante su peregrinación a Lourdes al ritmo del pasodoble “Y Viva España”. Días después, el mismo sindicato criticaba las clases de tauromaquia impartidas por un guardia uniformado durante un curso celebrado en su propia academia de Baeza (Jaén) para ascender a suboficial, en el que participaban doscientos cincuenta alumnos. España es un espectáculo tan esperpéntico que parece irreal. Si Berlanga resucitase, renunciaría a dirigir cine por imposibilidad de superar en la ficción la realidad protagonizada por la fauna española, aún exagerando. Claro, analizados en profundidad, los dos videos asustan. Como Montoro, que sirve para chistes y comparaciones con el indeseable señor Burns de Los Simpson pero maldita la gracia que tienen sus políticas. Que se lo cuenten a los millones de personas que las sufren.

La España facha de Julio Iglesias, los toros, el Opus, los kikos y las pulseras rojigualdas es ridícula y grotesca; un bluf, un fraude y una entelequia. Como la Cataluña de Carles Puigdemont y sus esteladas. Los nacionalistas, españoles o marcianos, son capaces de buscar supuestos símbolos patrios hasta en la prehistoria, para lanzárselos al otro a la cabeza mientras se ponen de acuerdo en el rescate a la banca, las contrarreformas laborales o los recortes.

Sin embargo, ni siquiera España es España. Incluso Y viva España, himno no oficial de la caspa españolista popularizado por Manolo Escobar, es obra de dos compositores de nacionalidad belga. Y los Botín no alcanzan siquiera el 1,5 % de las acciones del Banco Santander, cuyo 73% está en manos de fondos de inversión de Estados Unidos y de Luxemburgo. Entre ellos destaca el mayor del planeta en capital riesgo, Blackrock, que también era accionista del Banco Popular y esquivó pérdidas millonarias porque, casualmente, vendió de forma masiva paquetes de acciones días antes de la resolución del banco. Al menos los Botín son los únicos banqueros/usureros que tienen un apellido acorde a su cometido. Según el diccionario de la RAE, botín es el beneficio que se obtiene de un robo, atraco o estafa.

Al IBEX 35 podría aplicársele aquello de Javier Krahe refiriéndose al PSOE: “¿O es español solamente? Pues tampoco cien por cien, si americano también: gringo ser muy absorbente”. Las cuarenta y cinco entidades financieras se han quedado en nueve, y cinco de ellas controlan el 72% de todos los euros que se mueven en el llamado mercado bancario. Si las entidades pertenecen a fondos de inversión, ¿en manos de quién está el dinero de españolitas y los españolitos? Parece necesario algo más que una moción de censura.

— Y digo yo... ¿aquí no haría falta una Revolución?

— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?

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