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EL METODO MERCADONA



Con unas cifras de negocio que pulverizan el mercado, la compañía de distribución alimentaria “Mercadona” se erige en un icono del éxito capitalista valenciano y español.



La historia de la cadena de “supermercados de confianza” se remonta a finales de los años 70 en la localidad valenciana de la Pobla de Farnals, pero es en los albores del siglo XXI, tras una agresiva política de adquisición de supermercados en distintas comunidades autónomas, cuando pasa a dominar de manera casi indiscutible el sector de la distribución alimentaria en el Estado español.
A día de hoy, su cuota de mercado es de un 13,5%, cuenta con presencia en 47 provincias del Estado y la única comunidad autónoma en la que no opera aún es el País Vasco. Además, oficialmente factura 17.831 millones de euros con un beneficio neto de 474 millones, emplea a 70.000 trabajadores y su modelo de gestión es considerado ejemplar: “buenos salarios y alta productividad” destacan los medios de comunicación de masas.
Su éxito sin paliativos ha creado escuela, lo que se traduce en infinidad de premios otorgados a su presidente, Juan Roig, un personaje del que el digital “El Economista” destaca lo siguiente “El empresario ha construido su modelo de negocio casi como una religión, de cuyos mandamientos es único autor, pero también el principal predicador para garantizarse que no se abre ninguna fisura en la fe exigida a su comunidad de fieles con los trabajadores y los proveedores como protagonistas”. Una certera definición de la que luego entresacaremos lo que ellos mismos denominan “El método”.
El poder de Juan Roig, cuyo entramado empresarial no se limita a Mercadona, se deja sentir en todos los ámbitos políticos a su alcance. Aparte de ser uno de los empresarios a los que ha sentado el Rey en varias ocasiones ya “para buscar salidas a la crisis”, parece ser que también optó por aportar al PP: en los papeles secretos de Bárcenas publicados por “El País” se atribuye a Mercadona dos ingresos en la tesorería del PP de 90.000 y 150.000 euros en los años 2004 y 2008. Obviamente esto no es más que la punta del iceberg de un personaje tan centrado en la consecución del máximo beneficio como absolutista en los métodos para lograr sus fines, al que, asimismo, se ha relacionado siempre con el PSOE.
Con todo, es sólo en los últimos años cuando algunos medios de comunicación empiezan a poner en tela de juicio los métodos de Mercadona, pero únicamente en lo referido al control férreo de los proveedores, al hecho de que exprime “de por vida” a sus fabricantes y a la, en consecuencia, expulsión de marcas del mercado español a favor de su marca blanca Hacendado.
Un acontecimiento marcó el verano pasado un punto de inflexión en la consideración pública de Mercadona: sindicalistas del SAT, en un acto de protesta contra los recortes y la precariedad, entraron en un supermercado de Écija y llenaron varios carritos con alimentos de primera necesidad para donarlos a un comedor social. La dirección de Mercadona denunció el “asalto”. Lo que quedó en la retina de millones de ciudadanos y ciudadanas fueron, además del debate en torno a la legitimidad o no del acto y la criminalización descarnada por parte de la caverna, los lloros y ataques de ansiedad de los empleados del supermercado. A nadie se le escapó que actuaron como si la empresa fuera suya.
Derechos cero y pasar por el aro.
A pesar de su considerable plantilla, es extremadamente difícil hallar empleados dispuestos a dar un testimonio crítico de lo que ocurre en Mercadona. El terror es total entre los empleados, no sólo temen por su puesto de trabajo, sino que nos hemos topado con antiguos empleados que rechazan opinar por miedo a que la empresa tome represalias contra algún familiar que “está dentro”.
De esta forma, lo que ocurre en el interior de cada uno de los centros de trabajo suele quedar dentro del ámbito “privado”, los sindicatos de clase no tienen incidencia alguna en la cadena. Afortunadamente, controlar la disidencia, sobre todo cuando la experiencia personal es traumática, es un imposible. Y así, Antonia Marín, que trabajó durante más de quince años en una pequeña localidad valenciana y que ha sido, según sus propias palabras, una “abanderada” de Mercadona, decidió difundir públicamente sus vivencias a través de la CGT.
¿Y cómo logran imponer ese orden?
Toñi Marín afirma sin tapujos que lo que se vive en Mercadona es “puro fascismo”, que se funciona en clave de secta a través de una jerarquía perfectamente estudiada que impide cualquier atisbo de solidaridad entre compañeras y compañeras.
Todo se da por y para la empresa, eso sí, disfrazado de una presumible entrega hacia el cliente, aunque después los actos de mezquindad desdigan esa dedicación hacia el consumidor, como cuando se le intenta colocar a cualquier precio producto que ha rebasado la fecha para permanecer en los lineales.
La metodología consiste básicamente en los siguientes puntos
Las evaluaciones: Para acceder a la paga anual de beneficios, es necesario someterse a una evaluación que demuestre que se han cumplido todos los requisitos, y, por supuesto, no tener actas por haber hecho algo mal. El negarse a pasar este examen constituye un incumplimiento de las normas de la tienda y es concebido como una intención “de fastidiar a los jefes”. No superar este examen durante dos años consecutivos es motivo de despido, y el tener tres actas, también.
Bajas: En caso de enfermedad, se está obligado a acudir al médico de empresa, quien trata de convencer de que, en vez de coger la baja, se cojan días de descanso. A quien, aun así, coge una baja se le tacha de “terrorista”. A esto cabe añadir que existe una gran presión por parte de los compañeros para que no se cojan bajas, puesto que “repercutiría negativamente en el colectivo”.
Toñi se hizo consciente de la flagrante violación de los derechos sociolaborales de los trabajadores y trabajadoras por parte de la dirección de Mercadona al caer enferma con terribles dolores de espalda. A la hora de solicitar la invalidez tras años de padecimiento, ésta le fue denegada por el Tribunal Médico al no existir bajas previas. Cuando trató de pleitear, se encontró con grandes dificultades, aunque finalmente la consiguió. Un dato fundamental: Mercadona es accionaria de la Mutua. ¿Estará Juan Roig detrás de la reforma que pasará la gestión de las bajas laborales a las mutuas?
Organización del trabajo: Existe una gran competencia entre las distintas tiendas “por ser la más modélica, la que más productos vende”. Ante el descenso de ventas, se ha acentuado la presión: los coordinadores son amenazados y, a su vez, éstos amenazan a las trabajadoras y trabajadores a su cargo, que se ven obligados a atosigar a los clientes para dar salida a los productos perecederos. Ante las quejas de los consumidores por este agobio que padecen, la respuesta desde las altas instancias es felicitar al jefe de planta por estar haciendo bien el trabajo.
Política del miedo: “Si tú no respondes, esto repercute en la tienda, lo que te culpabiliza”, explica Toñi. En un mecanismo perverso y muy extendido en la actualidad, los auténticos responsables hacen recaer la responsabilidad de las crisis, de sus decisiones políticas y económicas en las propias víctimas. En Mercadona juegan con la culpa y así consiguen que el empleado trabaje más tratando de reparar su “error” sin exigir responsabilidades a los verdaderos culpables. Toñi afirma que se aprovecharon de su “amor al trabajo”, de su deseo de hacer las cosas correctamente, de su perfeccionismo.
Por otro lado, gran parte del trabajo de descarga, traslado de género, etc. es controlado por cronómetro, lo que repercute en la atención al cliente, puesto que no da tiempo a entretenerse en explicarle dónde está un producto, por ejemplo. La sensación de control es absoluto: hay multitud de cámaras instaladas “no solo para evitar robos, sino también para las trabajadoras, en el almacén, en la sala de descanso.”
Las consecuencias entre la plantilla son devastadoras: sometida a una presión insostenible, son frecuentes el estrés, las depresiones, rupturas de pareja, enfermedades psicosomáticas. De ello da cuenta el hecho de que Mercadona ha contratado a través de la mutua una extensión del servicio con especialistas en salud mental. Y según informa un psiquiatra psicoanalista que colaboró durante unos años ofreciendo sus servicios a la distribuidora de alimentación, “el volumen de trabajo era muy considerable, se ganaba mucho dinero. Los pacientes llegaban a la consulta muy necesitados de terapia”.
En conclusión, el método Mercadona es tan antiguo como conocido, no es más que la última versión del viejo paternalismo patronal característico del fascismo. El contraste de este método frente a las más novedosas tácticas neoliberales de mayor agresividad y flexibilidad en las relaciones laborales no esconden la realidad, esa que en todos los países y bajo la forma más adecuada en cada momento persigue el máximo beneficio en el menor tiempo posible, a costa, cómo no, de una clase trabajadora alienada, dócil, que asume el discurso del explotador y a la que, en el caso de disentir, no dudan en someter mediante la coacción y el miedo a perder el empleo, agudizado especialmente en tiempos de crisis.
Libertad Montesinos | Equip de Comunicació CGT-PV
Paqui Arnau | Redacción Rojo y Negro

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