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A pesar de que nacieron después del colapso del comunismo, muchos jóvenes alemanes mantienen vigentes las diferencias de ideas entre los habitantes del Este y los del Oeste
BERTRAND BENOIT
Laura Brinker nació hace 19 años en Wilmesdorf, en lo que en ese entonces todavía se llamaba Berlin Occidental, pero cuando quiere tomar un trago va Kastanienallee, un lugar de moda en la parte oriental.Jacob Golisch, también de 19, nació en Treptow, en la ex zona comunista, pero este año obtuvo su bachillerato en el colegio francés, ubicado en Derfflingerstrasse, en el centro del ex Berlín Occidental. “Me considera un berlinés, no un Ossi”, dice Jacob, usando el slang para designar a los orientales.Laura y Jacob integran el pequeño grupo de gente que nació después de la caída del muro de Berlín, hace casi 20 años, y que votará por primera vez en las elecciones generales del año próximo. Si uno los escucha hablar, podría pensar que, dos décadas después del colapso de la República Democrática Alemana, el país de los Ossis y los Wessis volvió a unificarse.Sin embargo, esto no es tan claro. Cuando se le pregunta si hay Ossis en su círculo de amigos, Laura, hija de madre alemana y padre estadounidense, dice que “en realidad no”.Para encuestadores y sociólogos, la atractiva idea de que los hijos de la unificación alemana puedan convertirse en vectores de una cultura política que transcienda la noción de oriental y occidental es prematura.“Si uno observa al grupo de los que tienen entre 18 y 24 años, encuentra las clásicas diferencias entre occidentales y orientales, y tal vez estén más marcados en los jóvenes que en la gente mayor”, comentó Richard Hilmer, director gerente de Infratest-Dimap. Esta firma encuestadora, con sede en el parque Treptower, cerca de donde nació Jacob y frente al enorme monumento a los soldados del Ejército Rojo, emplea un número similar de Ossis y de Wessis.Según Hilmer, en la vida cotidiana resulta difícil decir quién es quién, pero en el campo político las diferencias son grandes, y pasan de generación en generación. El rasgo más prominente de la cultura política oriental es un apoyo más marcado por el partido de izquierda radical del sucesor directo del difunto SED, el partido gobernante del este.Allensbach, uno de los cada vez más escasos grupos encuestadores que todavía realizan estudios que discriminan entre orientales y occidentales, dice que el partido La Izquierda (Die Linke) cuenta con un apoyo de 6,5% en el oeste, y de 26% en el este, donde está seis puntos por delante del Partido Social Democrático y sólo 3,5% puntos detrás de la Unión Demócrata Cristiana, de la canciller Angela Merkel. “Existe un patrón de voto oriental y se mantiene estable en todos los grupos etarios”, explicó Matthias Moehl, que maneja election.de, un sitio web de análisis electoral. En parte, esto refleja la realidad económica. El mes pasado, el desempleo estaban en 7% en el oeste y en 12,9% en el este.La persistencia de la división es irónica porque ahora Alemania tiene como canciller a una mujer que nació en Occidente y se crió en el este. “Los orientales desconfiaban de Merkel y en 2005 ella se esforzó mucho para que no la percibieran como una Ossi. Ahora está más tranquila y gran parte de la desconfianza desapareció. Así que tal vez su caso sirva como evidencia de que sí se están uniendo, pese a todo”, agregó Hilmer.
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