El servicio de trenes, con fama mundial de puntual y eficiente, se reveló como un servicio público mal administrado, al borde del colapso y causa del aislamiento entre ambas partes de la capital alemana.
CHRIS BRYANT
Durante décadas, muros de concreto, atalayas, alambre de púas y guardias armados de frontera impidieron que los alemanes viajasen del este al oeste de Berlín. Pero, a medida que la capital alemana se prepara para festejar 20 años desde que cayó el Muro de Berlín, los comentaristas de izquierda sostienen que el capitalismo, y no el comunismo, es lo que separa a ambas partes en la actualidad.Vino en forma de una frenada abrupta para el S-Bahn, que es el ferrocarril que atraviesa y rodea Berlín y que fue un símbolo de la división de la guerra fría. La semana pasada, se retiró del servicio a más de dos tercios de la red de 550 trenes y la principal línea este-oeste cerró después de que los controles de seguridad posteriores a un descarrilamiento pusieron en evidencia que era necesario reemplazar cerca de 4.000 ruedas.Cientos de miles de berlineses se vieron obligados a subirse a sus bicicletas o a tomar rutas alternativas, atestadas para ir al trabajo, mientras que a los turistas, educados en las estereotipadas nociones de la puntualidad y eficiencia alemana, el caos les ha traído molestias y los ha dejado estupefactos. Se critica a Deutsche Bahn, el operador nacional de ferrocarriles, por haber reducido personal y cerrado talleres de reparaciones de su subsidiaria S-Bahn en un intento por impulsar la rentabilidad ante una oferta pública inicial de acciones que, desde entonces, se ha visto postergada.Para las empresas que dependen de la clientela de los pasajeros del S-Bahn, la suspensión parcial de los servicios es algo serio.“Los últimos dos o tres días fueron muy malos. Hubo menos de la mitad de los clientes -dijo un empleado de un local de composturas ubicado en la plataforma desierta del S-Bahn en la estación Friedrichstrasse, antigua Berlín oriental-; los trenes alemanes son mundialmente famosos. Nunca pensé que algo así podría ocurrir”.Un columnista del Tagesspiegel, un diario de Berlín, hizo notar que la cantidad de vagones del S-Bahn que la incompetencia administrativa volvió inservibles fue apenas menor que el total que dañó el Ejército Rojo en 1945.Otros observan que, incluso el mismo Muro de Berlín no pudo impedir que los pasajeros del S-Bahn viajasen de oeste a este, en tanto tuviesen un pasaporte de Alemania occidental. Hasta la década de los años ‘80, las autoridades de Alemania oriental siguieron operando el S-Bahn en Berlín occidental después de que se dividió la ciudad tras la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, los berlineses occidentales sabotearon el servicio a modo de protesta contra el régimen comunista.Pero ahora se sostiene que el capitalismo es lo que está alejando a los pasajeros.“El caos en S-Bahn berlinés es una lección sobre las consecuencias del capitalismo. Es una representación gráfica del lugar al que lleva la sumisión a la ávida persecución del beneficio de los mercados financieros”, dijo Ulrich Maurer, dirigente del partido radical izquierdista.Deutsche Bahn se disculpó por los inconvenientes pero insiste en que la reducción de costos no era el problema y, en vez de ello, responsabiliza al fabricante de los trenes.“Aun si hubiésemos tenido el doble de empleados y el triple de talleres, no se habría impedido que esas ruedas se rompiesen”, manifestó Deutsche Bahn.No obstante, este mes toda la gerencia senior de S-Bahn-Berlín fue obligada a renunciar después de que se supo que no habían ordenado bastantes controles de seguridad.Según un cálculo, las reparaciones, los reembolsos y las tarifas perdidas podrían hacerle desembolsar a Deutsche Bahn hasta ¥u$s 142 millones en efectivo. No se espera que se retome el servicio completo hasta diciembre.
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