De cómo el sistema alemán intenta domar a las izquierdas
Ingo Niebel
Gara
Las declaraciones de una militante del DKP y diputada de Die Linke sobre la extinta RDA han abierto una crisis en la izquierda en el contexto de su irrupción en el oeste alemán. El sistema busca, a medio plazo, integrar a esta coalición, tal y como hizo con los Verdes en los 90
El partido Die Linke está apunto de entrar en el parlamento del Estado-Ciudad de Hamburgo. Hoy se celebran elecciones regionales en la ciudad portuaria al norte de Alemania y los sondeos auguran un empate técnico entre el bloque formado por la conservadora CDU y liberales (FDP) y por el SPD y los Verdes.
Similar situación se vive en Hesse, donde una coalición de SPD y Verdes necesita los votos de Die Linke (La Izquierda) para acabar con el Ejecutivo de la CDU. Pero los socialdemócratas rechazaron rotundamente en campaña la ayuda de Die Linke.
Para evitar que el panorama de Hesse se repita en el norte, las cuatro organizaciones tradicionales han optado por atacar frontalmente a Die Linke recurriendo a las declaraciones que una comunista hizo recientemente. Aunque se trata de un ataque táctico con fines electorales, va más allá: el nuevo partido es ya un factor político y la cuestión es si acepta las reglas del sistema político o no.
El partido nació en 2006 de la fusión del Partido del Socialismo Democrático (PDS) con el WASG. El primero era el sucesor del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) que gobernó durante 40 años la República Democrática Alemana (RDA) hasta 1989. El WASG está formado por ex miembros del SPD, sindicalistas e izquierdistas afincados en el oeste alemán.
Dado que Die Linke cuenta aún con poca infraestructura en el oeste llegó a un acuerdo con el DKP. Los comunistas decidieron echarles una mano en las recientes elecciones y por eso Die Linke abrió sus listas a los afiliados del DKP. Debido al inesperado 7% en Baja Sajonia, la comunista Christel Wegner logró un escaño en el hemiciclo de Hannover.
Sin embargo, esta semana el grupo parlamentario de Die Linke la ha excluido como consecuencia de unas declaraciones que la comunista hizo a la televisión. Los periodistas cortaron la entrevista de tal manera que sólo quedaron dos mensajes: Wegner quiere un estado policial y defiende la construcción del Muro de Berlín. De hecho, la comunista explicó que cada sistema diferente al actual necesita un organismo que lo defienda ante la reacción y situó el Muro en ese contexto histórico. Un análisis que no acepta el sistema dominante, que alardea de su victoria sobre el socialismo.
La suerte de Wegner estaba echada antes de que la televisión emitiera la entrevista. El semanario «Der Spiegel» abrió la campaña desde su página web con el título: «Diputada de Linke anhela la Stasi» en alusión a la Seguridad de Estado oriental. Siguió un amplio ataque mediático y político que culminó el jueves en un debate extraordinario en el Bundestag. Mientras tanto, la cúpula de Die Linke y su estructura en Baja Sajonia no habían dejado de distanciarse lo máximo posible del DKP. Este último tardó una semana en emitir un comunicado respaldando a la camarada, pero criticándola.
El suceso va a tener consecuencias para el DKP, que este fin de semana celebra su congreso. Voces críticas preguntan por los detalles que la dirección acordó con Die Linke antes de subirse al bordo de su barco electoral. El presidente del DKP, Heinz Stehr, ha criticado más de una vez que Die Linke les ningunea. Ahora le ha ayudado a entrar en dos parlamentos pero ¿a qué precio? No pocos critican que Die Linke sigue siendo un partido sin programa político, que sólo cuenta con unos puntos clave y que su indefinición se ha transmitido también al DKP, que tendría que posicionarse claramente después del golpe bajo recibido.
El sistema político ha marcado las pautas que ambas formaciones, pero ante todo Die Linke, han de seguir si quieren participar en el poder: desmarcarse de la RDA. Parece que los poderes fácticos siguen temiendo que el desaparecido Estado pueda servir de punto de referencia, sobre todo en lo social. Además, parece inquietarles que Die Linke está aún, por lo menos teóricamente, en la situación de establecerse como una fuerza dispuesta a reformar el sistema.
Pero con el «caso Wegner», el sistema ha logrado dividir la frágil unión de la izquierda alemana, creando los dos bloques de «posibilistas» y «tradicionalistas». Dado que el partido de Lafontaine ha tenido la arrogancia de denominarse como «La Izquierda», su política afecta a todos los grupos definidos en ese lado. El primero en sufrirlo es el DKP.
El método de domar a Die Linke es el mismo que el sistema usó con los Verdes. Estos nacieron en los ochenta como un partido antisistema y pacifista. Después de que los declaró aptos para gobernar Alemania en coalición con el SPD llevaron al país primero a la guerra contra Yugoslavia (1999) y después a la de Afganistán (2001).
Es posible que Die Linke llegue antes a los puertos seguros del sistema alemán que los Verdes. Su misión consistiría en salvar el status quo social y político pero no en cambiarlo. Después de darle con el palo el SPD ofrece la zanahoria a Die Linke. Se rumorea ahora que los socialdemócratas de Hasse sí quieren ser elegidos ahora con los votos de la izquierda.
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