| Publicado: 29/11/2016 09:05 Álvaro Aguilera * Recuerdo aún aquella noche tibia en el barrio de La Lisa, a las afueras de La Habana. Serían las dos de la madrugada y tomaba ron con mi amigo El Negro y mi hermano José (no hermano de sangre sino de corazón, que es tan importante o más) en una terraza. Fumábamos cigarros marca criollos mientras hablábamos de política, de revolución, de vida. Olía (parece que estuviera allí ahora mismo, es curioso) a gasolina y a aguacate. De vez en cuando pasaba un coche, ladraba un perro o saludaba algún vecino que regresaba a casa. La humedad era espesa y el calor pegajoso como el ron. Fidel se había retirado de la vida pública hacía unos dos años y mis compañeros de charla recordaban anécdotas del comandante. Yo escuchaba asombrado. Ellos sabían que yo era comunista, pero lo habían olvidado o lo habían querido olvidar. No sabían que yo me había hecho comunista, al principio de los principios, entre otras cosas po...
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