- Blog escrito por Carlos Bardem, actor y embajador de las campañas de Greenpeace para proteger el Ártico y el océano Antártico.
Las emociones se amontonan como sucede siempre al final de algo maravilloso, revelador, de un viaje que nunca olvidaremos ni Javier ni yo, único por lo que hemos visto y aprendido junto a una gente excepcional: las mujeres y hombres, científicas y marinos de Greenpeace a bordo del Arctic Sunrise. Hace pocas horas avistamos focas y ballenas navegando entre icebergs en Cierva Cove, nos quedamos boquiabiertos y sin palabras ante la belleza de descomunales castillos, naves y catedrales de hielo azul, tallados por el viento y el agua.
Asombrados del ruido que hacen al quebrarse, seco y audible desde muy lejos en este silencio aplastante de la Antártida. He viajado mucho, he visitado rincones maravillosos del planeta y estudiado la historia de la humanidad en sus edificios, en las obras de arte de su arquitectura. Pero creo que nada nunca me ha conmovido tanto como las obras de arte de la naturaleza, flotando impávidas, vivas, crujiendo, cambiando. Lo que he podido ver aquí sobrepasa cualquier otra cosa. No soy creyente y me han explicado muy bien los procesos geológicos, climáticos, atmosféricos y biológicos que se entremezclan aquí para crear palacios y esculturas de hielo. Pero hay algo en este silencio y esta desmesura que te habla directamente al espíritu, que te hace conversar contigo mismo –¿acaso no es eso rezar?– y pedir con el alma que esto se proteja. Que se proteja de nosotros.
Porque en este paisaje hay una voz subterránea y un grito en el viento que te dice que este no es nuestro lugar, que no es lugar para el hombre sino es para estudiarlo, documentarlo y protegerlo. En la actividad humana está gran parte del problema ambiental y climático y, por tanto, es la humanidad consciente, unida y responsable la que debe ponerse al frente de la solución. En este diario he intentado trasladaros la emoción que sentía. Las emociones son poderosas y mueven a la acción muchas veces. Emociones positivas deben mover a acciones positivas. Pero en esta última entrega me gustaría reforzar el mensaje con datos más claros sobre por qué aquí, por qué en el océano Antártico tenemos que crear la zona protegida más grande del planeta. ¿Qué nos estamos jugando aquí?
Sin ser zona protegida la pesquería industrial tendría libre acceso a estas aguas. ¿Uno de sus objetivos? Pescar, “aspirar” con enormes mangas toneladas de krill, el pequeño crustáceo que está en la base de toda la cadena alimenticia del Antártico. Aquí todo come krill o algo que come krill. Sin krill se acaba todo. Un santuario evitaría que la industria robe la comida de pingüinos, aves y ballenas, y proporcionaría alivio para que las poblaciones de todas estas especies se recuperen. Especialmente alrededor de la península Antártica se solapan las zonas de pesca industrial con las de alimentación de focas y pingüinos. En los últimos 4 años se han capturado 150.000 toneladas de krill -ese que ya venden en los herbolarios para que tomes omega 3, suplemento que puedes ingerir de muchas otras formas-. Greenpeace pide la prohibición de la pesquería de krill en la península Antártica como primera medida de precaución.
Más de 300.000 parejas de petreles antárticos (aves) crían en las costas del posible santuario. Un tercio de todos los pingüinos emperadores nacen en los bloques de hielo de esta agua. Se han documentado hasta ahora seis especies de focas y doce de ballenas en esta área. El santuario las protegería del hombre para reproducirse y alimentarse. Estas especies y muchas otras están sufriendo los impactos del cambio climático, la contaminación y la sobrepesca. Los santuarios marinos permiten que se recuperen.
La comunidad científica comienza a comprender ahora el papel que desempeñan los océanos sanos en la absorción de dióxido de carbono y cómo ayudan a contener el cambio climático. Los santuarios no solo protegen la biodiversidad, también aseguran la seguridad alimentaria a miles de millones de personas que dependen de los mares. Un océano sano es una de las mejores defensas contra el cambio climático. Existen evidencias de que el krill ayuda a capturar carbono en superficie y depositarlo luego fijado en el fondo.
Si en octubre del 2018 no conseguimos entre todos crear el Santuario Antártico perderemos también la oportunidad de creer en la buena gobernanza de los países para proteger los océanos. ¿Para qué se celebró el Tratado Antártico si los 24 países miembros más la Unión Europea no se ponen de acuerdo? Hagamos que los políticos sientan la presión, que se sepan observados por millones de personas representadas por sus firmas. Hagamos que este sea el primero de muchos santuarios oceánicos, que siente un precedente jurídico internacional aplicable a muchos otros mares.
Aquí, en el océano Antártico nos estamos jugando el futuro. Ni más ni menos que el futuro de la humanidad. Y es que como hemos repetido estos días: no hay plan b porque no hay planeta b.
¡Gracias a todos por leerme!
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