Escrito por Carlos Ramírez Jueves, 14 de Febrero de 2013 11:40
Después de un año en el que el gobierno del PP ha lanzado la mayor ofensiva contra los derechos y condiciones de vida de la mayoría de la sociedad, en el que los capitalistas han declarado una auténtica guerra contra la clase trabajadora, la conclusión fundamental del Comité Federal del PSOE reunido el 12 de enero fue declarar 2013 “año de reflexión”.
No será hasta el 2014 cuando se definirá, oficialmente, el tipo de oposición del partido. En la práctica, la línea estratégica del PSOE encabezado por Rubalcaba está bastante definida: no crear ninguna expectativa de cambio profundo en la política económica y social y tratar de enfriar al máximo el ambiente de lucha, aunque sin ningún éxito.
El domingo 27 de enero, el secretario general del PSOE comparecía ante los medios para proponer al PP la apertura de un proceso de diálogo que culminara en un “gran pacto” por el empleo que pudiera ser suscrito por empresarios, gobierno, sindicatos y partidos políticos, aunque se “conformaría” con que únicamente se abriera el diálogo para “examinar esta situación dramática” e hizo llegar a Mariano Rajoy una carta en la que le transmite que debe ser el presidente del Gobierno quien lidere este proceso.
En este escrito no encontramos ni una palabra sobre la readmisión de los miles de profesores despedidos en todos los niveles educativos, ni de derogar la Ley Wert. Tampoco sobre la necesidad de frenar los planes de privatización de la sanidad pública ni nada acerca de derogar la reforma laboral. Ningún plan para evitar la evasión fiscal ni de acabar con el escándalo de las SICAV, el fraude fiscal “legal” diseñado a la medida del gran capital. Ninguna alusión a las decenas de miles de millones de euros que van a parar a los bolsillos de los banqueros a costa de la destrucción de los servicios sociales básicos, ni a la explotación cada vez más despiadada que sufren los trabajadores.
Lo que encontramos en sus páginas es la tradicional y abstracta letanía, a la que también nos tienen acostumbrados los dirigentes de CCOO y de la UGT, sobre la necesidad de instaurar un nuevo modelo productivo, además de “medidas” para la creación de empleo basadas en seguir subvencionando a manos llenas a los empresarios y el autoempleo. En realidad esta “alternativa” se basa —aceptando la lógica de los recortes, los despidos, la precarización del empleo, etc.— en pedir que las “tijeras” se apliquen en un espacio más prolongado de tiempo y que, en todo caso, se haga sobre la base del diálogo social y el acuerdo.
Nunca ha sido tan fácil conectar con las aspiraciones de cambio de las masas
¿Qué tiene de extraño que el PSOE esté inmerso en una profunda crisis de credibilidad? Según la encuesta de Metroscopia del 13 de enero, el PSOE tiene una intención de voto del 23,3%, 5,4 puntos menos que en las elecciones de 2011 cuando consiguieron los peores resultados de su historia. La crisis del PSOE no se debe solamente, ni fundamentalmente, a un problema de incapacidad o al desgaste sufrido por su política anterior, que también, sino, precisamente, a que el grueso de la dirección del PSOE tiene como prioridad política garantizar la estabilidad del sistema capitalista, y actúa de forma totalmente consecuente con ello, incluso a costa del propio partido y de sus resultados electorales.
No hace falta un año sabático para dar con el programa que saque al PSOE de la crisis. De hecho, nunca ha sido más fácil dar con uno que conecte con los sentimientos de las masas. El problema para los socialdemócratas es que las consecuencias políticas de la defensa de un programa que simplemente plantease revertir todas y cada una de las medidas de ataque del PP irían mucho más lejos que una la recuperación electoral del PSOE: daría aún más fuerza a un movimiento que se está fraguando por abajo y que amenaza con desestabilizar el capitalismo. Ésta es la causa del fuerte arrebato de moderación y conservadurismo que se ha instalado en la dirección PSOE y que lo puede llevar a un desastre aún mayor. La crisis del PSOE no revela la “crisis de la izquierda” sino la profunda crisis de la socialdemocracia.
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