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20 AÑOS DE LA DIMISION DE HONECKER



Por Efe
BERLÍN
A las puertas del vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, en Alemania se recuerda estos días el "putch" del Politbüro de la Alemania comunista contra su líder, Erich Honecker, obligado a dimitir mientras el resto de su cúpula trataba de salvarse con un intento reformista a la desesperada.
El 18 de octubre de 1989, Honecker, jefe del Estado y del partido de la República Democrática Alemana (RDA), presentó su dimisión para dejar el puesto a su segundo, Egon Krenz.
Un día antes, sus veinticuatro camaradas del Politbüro -incluido Krenz- le habían instado a hacerlo, en una sesión escenificada y con el visto bueno de Moscú.
"Razones de salud", fue el argumento oficial de Honecker para dejar el poder, dieciocho años después de haber relevado al primer "mandamás" de la RDA, Walter Ulbricht.
También por razones de salud se zafó Honecker de acabar sus días en una cárcel de la Alemania reunificada, para hacerlo al sol del Chile, donde se exilió.
"Los camaradas sacrificaron a Honecker. Demasiado tarde", titula el diario berlinés "Der Tagesspiegel con ocasión del aniversario, al tiempo que "Die Welt" habla de "Un intento a la desesperada que no impidió el final de la RDA".
El primer rotativo recuerda cómo apenas diez días antes, con ocasión del 40 aniversario de la fundación de la RDA, el entonces presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, había enviado un toque de atención.
"La vida castiga a quien llega tarde", fue la frase -si no literal, al menos así quedó reproducida para la historia- del "hermano mayor" de Moscú a Honecker.
Gorbachov representaba la apertura de la Perestroika, mientras Honecker era el inmovilismo pétreo al que el Politbüro no quería seguir hacia el suicidio político.
Uno de sus veinticuatro compañeros, el primer ministro Willi Stoph, había sido el elegido para formular esa mañana del 17 de octubre una moción "al camarada Honecker" para que dejara el mando.
No hubo votos en contra. Para cuando llegó el jefe ya estaba todo apalabrado. Dos días antes, además, otro miembro del Politbüro, de visita en Moscú, había comunicado a Gorbachov ese propósito. El hermano mayor estaba sobre aviso y había una aquiescencia por pasiva al "putch".
La mañana en que el Politbüro le dio el adiós, Honecker había llegado unos minutos tarde a la reunión, coinciden en recordar ambos rotativos berlineses. Algo nada usual en él, extremadamente puntual y que los articulistas entroncan con la frase de Gorbachov.
La RDA hacía aguas desde meses atrás. Moscú avanzaba en los planes de la Perestroika, a lo que se sumaban los miles de germano-orientales que huían al oeste, por las embajadas de la Alemania federal en Praga y Varsovia o a través de Hungría.
La Revolución Pacífica estaba en marcha y de las manifestaciones de unos pocos centenares en Leipzig, agrupados en torno a la Iglesia evangélica de San Nicolás, se había pasado a concentraciones de 70.000 personas en pocas semanas.
El movimiento de extendía a todo el territorio de la RDA y la represión policial se hacía más y más violenta. Krenz asumió la jefatura del Estado y del partido, pero sólo la ocupó 47 días: el 3 de diciembre, tres semanas después de la caída del Muro (el 9 de noviembre), dimitió con el resto del Politbüro.
Para entonces, Honecker, asimismo desposeído de todos sus cargos, estaba refugiado en un hospital soviético de Berlín. Fue la primera etapa de una larga huida que incluyó la embajada chilena en Moscú, donde fue acogido como "huésped", hasta que año y medio después fue entregado a las autoridades alemanas ya reunificadas.
Podía haber acabado su vida en la cárcel berlinesa de Moabit, donde estuvo preso mientras se le abrió proceso por las muertes del Muro, pero, tras múltiples alegaciones, se le autorizó a exiliarse a Chile, donde se había instalado ya su esposa Margot y donde murió, el 29 de mayo de 1994.
La vida no le castigó tan duro, a pesar de que, efectivamente, había llegado tarde.

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