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EL FUTBOL VUELVE A BERLIN


JORDI QUIXANO
EL PAIS


Al tiempo que se derrumbó el muro de Berlín, en 1989, el Hertha se esforzó en reclutar aficionados para impulsar al equipo, destartalado y con una historia más turbia que exitosa. Fue en vano. Hasta que en 1996 llegó al club Dieter Hoeness, ex vicepresidente y ahora director general. "Al aterrizar, me encontré con 12 personas que mecanografiaban en máquinas de escribir y poco más", reconoce Hoeness al otro lado del teléfono; "ahora, en el área deportiva ya trabajan 70". El Hertha es el actual líder de la Bundesliga, con un punto de ventaja sobre el Bayern, el Wolfsburgo y el Hamburgo. La capital alemana, por primera vez, está volcada con el equipo y sueña con revivir los éxitos de 1930 y 1931, cuando obtuvo sus dos únicos títulos ligueros. Para alcanzar este éxito, se ha aprendido de los errores.

De 1991 a 1997, la capital alemana fue la única europea sin un equipo en Primera
Le estaban practicando un TAC (escáner), preocupados por su salud. Pero no se acabó porque Alex Alves, que llevaba abrigos de piel blancos en pleno verano, decidió que tenía hambre y que era más importante comerse un sándwich. A Luizão le presentaron a lo grande, llevándole en helicóptero adonde el equipo hacía la pretemporada. Y a Marcelinho, que jugaba como los ángeles, le pillaron conduciendo a una velocidad desorbitada y ebrio tras llegar tarde a la concentración. Eran tres fichajes estrella que acabaron estrellados; tres millonadas entre otras muchas (Sebastian Deisler, Mario Basler) que llevaron al equipo a la Champions en 1999, pero que no lo mantuvieron ni un lustro en lo más alto y que casi le hicieron quebrar. Arrastraba el Hertha, además, la sonora suspensión de pagos del imperio televisivo de Leo Kirch (Kirchmedia); se estima que mantiene una deuda de unos 30 millones de euros. Nada le salía bien al club, que en la temporada 2002-2003 contrató a Huub Stevens como reactivo en el banquillo. "Me equivoqué", cuenta ahora Hoeness, "porque la afición nunca lo aceptó por venir del Schalke, nuestro rival histórico".
Cuando se alzó el muro de Berlín, muy pocos jugadores querían fichar por el Hertha, que tiró de sobornos para remediarlo y se encontró con una nota de la federación alemana exigiéndole jugar en las Ligas regionales. Cuando se derrumbó, Hoeness se esforzó en marginar y expulsar a los neonazis que acudían al estadio y trató de abrir el club a inmigrantes fichando, por ejemplo, al turco Yildiray Bastürk. Un dato aclara el asunto: en los últimos 15 años, la ciudad ha aumentado en cerca de 1,5 millones de habitantes. "Fue muy difícil motivar a la gente", asevera Hoeness. Más que nada, porque no existía arraigo con el club y porque la ciudad apoyaba al Union Berlín (Segunda B), equipo antisistema. Ahora, cada fin de semana se cuelga el cartel de no hay entradas. "Tiene mérito que vengan 75.000 personas", reflexiona Hoeness, "porque en Berlín, al contrario que en Dortmund o Gelsenkirchen [la sede del Schalke], se celebran cerca de 600 eventos deportivos al mes".
Sostenido en la portería por el checo Drobny, comandado en la zaga por el capitán Friedrich y el croata Simunic -está haciendo una temporada excepcional- e impulsado por los goles de Voronin, el equipo funciona de maravilla. "La fuerza está en lo colectivo", dice Marko Babic, ex jugador del Betis, "aunque destaca Voronin". El ucranio, cedido por el Liverpool en el mercado invernal, ha marcado ocho goles en ocho partidos. "Él se quiere quedar, pero para nosotros no es fácil por el dinero y porque debemos esperar a ver si entramos en la Champions", se lamenta Hoeness. Pero la gran estrella es Lucien Favre, un técnico que destacó en el Servette, suizo, y que se empapa del juego brasileño. "Toques y ritmo", expone Babic. "Mantiene la disciplina, aplica bien las tácticas y sabe exactamente lo que quiere de cada posición del campo", le reconoce Hoeness.
Eliminado de la Copa alemana por el Borussia de Dortmund y en la de la UEFA en la liguilla, por detrás de Metalist Kharkov, Galatasaray y Olympiacos, el Hertha aspira al título liguero. "Es un gran reto para nosotros y no nos vamos a rendir", avanza Hoeness. Pero este club, fundado en 1892 por dos parejas de hermanos -tomaron el nombre de Hertha porque uno viajó en un barco de vapor llamado así-, parece alejado de los errores del pasado. "La filosofía de ahora es paso a paso", argumenta Hoeness, que ha desarrollado una academia de jóvenes sensacional, que remodeló el estadio y que controla las finanzas como buenamente puede. Atrás queda que desde 1991 hasta 1997 fuera la única capital europea que no tenía un equipo en Primera División. Berlín, que este año acoge la Final de la Euroliga de baloncesto y los Mundiales de atletismo, ya tiene un equipo de fútbol en la élite.

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