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Cinecittà: “El vacio cósmico antes del Big Bang”



El tren de la memoria
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Cinecittà, los estudios cinematográficos más grandes de Europa, la fábrica de los sueños a orillas del Tíber está a un paso de desaparecer...

La crisis, los recortes y el desgaste de la cultura, amenazan con cerrar los míticos estudios italianos de Cinecittà en favor de un gran complejo hotelero, dos piscinas y un gran parking, incluyendo a modo compensatorio un proyecto de parque temático dedicado al cine. El cierre de los estudios conllevará, como no, muchos despidos y una suculenta oportunidad para la especulación urbanística. Desde el 4 de Julio son muchos los trabajadores que bajo la pancarta“Cinecittà Okkupata” protestan junto a los sindicatos italianos por la reconsideración del proyecto.

El golpe que se avecina habrá de ser el tiro de gracia al patrimonio cultural atesorado en el recinto que durante casi 80 años puso los escenarios de más de 3000 películas. Albergaron los rodajes de clásicos como Ben-Hur, La Dolce Vita, Cleopatra, Quo Vadis?, o filmes más actuales como la tercera entrega de Misión Imposible, Gangs of New York o incluso series como Roma. Cierra la ciudad del cine, el estudio más grande de Europa, el preferido de Fellini, el Estudio 5, que sobrevivió a las llamas hace pocos meses en lo que pareció ser un preludio de su fatal destino. Se esfuma la atmósfera que envolvió 37 estatuillas doradas. Se cierra la casa de Roberto Rossellini, Federico Fellini, Vittorio De Sica y Luchino Visconti.

En 1935, el régimen fascista italiano había creado el Centro Sperimentale di Cinematografía, y dos años después Mussolini inaugura los estudios Cinecittà. Consciente de la importancia del cine como medio de prestigio y propaganda, el Duce encarga a su propio hijo, Vittorio, la dirección de la influyente revista Cinema, definida como “órgano de la Federación Fascista del Espectáculo”, y con una tirada de 20.000 ejemplares. En la práctica, tanto la revista como el Centro Sperimentale se convirtieron en un nido de antifascistas, incluyendo muchos miembros del Partido Comunista. El caso es que esa fue la “cantera” donde se formaron directores del cine italiano de la posguerra como Michelangelo Antonioni o Giuseppe de Santis.

Fue el propio Mussolini quien sorprendió a propios y extraños invitando a hacer cine en Italia al director francés Jean Renoir, cineasta del Frente Popular, conocido por sus simpatías comunistas, y varias de cuyas películas estaban prohibidas. Se le ofreció rodar una adaptación de la ópera Tosca de Puccini. Renoir, tras la acogida desfavorable de La regla del juego, aceptaba cualquier proyecto. Como ayudante de dirección, Jean Renoir incluyó en su proyecto a Visconti, otro nombre ligado a Cinecittà y al Partido Comunista italiano, al que siempre apoyó en las elecciones aunque nunca llegó a afiliarse. Años más tarde, serán los medios del PCI los que defiendan siempre al autor italiano que representaba a la escuela neorrealista más próxima al marxismo ante sus problemas con la censura en la nueva Italia democrática. Con origen en esa relación y, ante las elecciones de 1948, Visconti aceptó el encargo del Partido de un documental que mostraba con todo realismo y crudeza las míseras condiciones de vida del Sur de Italia.

Otro nombre que nos guía a través de la historia de los emblemáticos estudios cinematográficos y al PCI es Giuseppe de Santis, quien durante los 40 acudió al Centro Experimental de Cinematografía, en el que se diplomó con brillantez y en donde pudo llevar a cabo sus primeras pruebas de dirección. Por esa época, trabó conocimiento con un importante grupo de jóvenes romanos ya implicados en la lucha clandestina antifascista, entre los que estaba Pietro Ingrao, uno de los políticos e intelectuales comunistas más importantes del siglo XX que, indignado por la agresión franquista a la República Española, formó parte del clandestino ejército de Liberazione participando en los arrestos de fascistas y nazis en Roma. Ingrao, poeta, aficionado al cine, fue guionista y ayudante de dirección de Visconti en Ossesione, una adaptación ambientada en Italia de la novela de James M. Cain, El cartero siempre llama dos veces. El estreno de Obsesión en 1943 supuso un escándalo mayúsculo en la Italia fascista: sufrió el secuestro, la mutilación de escenas, una persecución que llegó a destruir el negativo original, y que alcanzó el esperpento cuando un arzobispo bendijo una sala donde se había exhibido, para así “purificarla” del pecado.

Volvamos a Giuseppe de Santis. Aquel grupo de jóvenes romanos antifascistas fue determinante para su orientación política, ya que como militante del PCI trató los problemas de la clase obrera y de los campesinos. Su primer largometraje en 1948, Caza trágica, que recoge la lucha entre los campesinos de una cooperativa y un grupo de terratenientes, inaugura la época del neorrealismo, a la que De Santis contribuye por medio de un riguroso análisis de las fuerzas sociales y una visión directa de la realidad humana y social. Estas características son en gran parte responsables del éxito de su siguiente película, Arroz amargo (1949), en la que narra, contando con la interpretación de Silvana Mangano, la dura y azarosa vida de las recolectoras de arroz, en una historia que integra el análisis político marcado por la lucha de clases. Curioseando entre la filmografía de Giuseppe de Santis encontramos Italiani brava gente (1964), una coproducción italo-soviética sobre la retirada de Rusia de las tropas italianas, en la que vuelve a reaparecer la ideología en forma de rebelión de los trabajadores de todas las partes contendientes contra la guerra.

Después de la II Guerra mundial y, enmarcada en ese complejo proceso histórico que conforma la hegemonía planetaria de Hollywood, al que contribuyen factores como la participación activa de Estados Unidos en diversas coyunturas, Cinecittà se vio “favorecida” durante la ‘Guerra Fría’ por el despliegue del amigo americano –entendámonos, si queremos, hablando de Plan Marshall- en aras de impedir el ascenso al poder del entonces luminoso Partido Comunista italiano. Tal fue la inversión estadounidense en Cinecittà que llegó a conocerse como "la Hollywood sul Tevere" (Hollywood sobre el Tíber)”. De esta forma, por esos estudios y los hoteles de lujo de vía Veneto se dejaron ver Gregory Peck, Rock Hudson, Charlton Heston, Elizabeth Taylor, Richard Burton, Clark Gable, Jennifer Jones, Audrey Hepburn, Errol Flynn, Kirk Douglas o Ava Gardner. A fin de cuentas la ‘Guerra Fría’, ese gran enfrentamiento entre la URSS y EEUU, tuvo su despliegue en múltiples niveles: el político, ideológico, económico, social, tecnológico, militar, informativo, deportivo y, ¡ay, cómo no¡ también en el mundo de la cultura…

"Quieren construir hoteles, piscinas y parques temáticos para llamar la atención de las producciones extranjeras, pero, sin embargo, anuncian externalizaciones y reducción de puestos de trabajo. Es absurdo, como si en Roma no hubiese sitios para dormir", afirmaba recientemente uno de los trabajadores de Cinecittà. “Son 70 años haciendo cine en este lugar, y lo mejor es que dicen que lo hacen en nombre del cine”, explicaba otro trabajador.

“Cinecittá son 75 años de historia, por aquí han pasado más de 3.000 películas, 37 han sido premiadas con un Oscar. No es algo que se puede olvidar de un día para otro. Que esto se convierta en un complejo hotelero es algo desolador”, se lee en uno de los mensajes de los trabajadores afectados.

Federico Fellini llegó a decir de Cinecittà: “Lo han llamado la fábrica de sueños, un poco banal pero también verdadero. Es un lugar que debiera ser mirado con respeto, porque más allá de este recinto de paredes trabajan artistas dotados e inspirados que sueñan por nosotros. Para mí es el lugar ideal. El vacio cósmico antes del Big Bang.”

En un comunicado emitido por la sección de cultura del Partido de la Rifondazione comunista se explicita el “apoyo a los trabajadores que han ocupado Cinecittà, en defensa no solo del puesto de trabajo, sino también de la función institucional que Cinecittà ha desenrollado siempre para el cine italiano y para el séptimo arte en general.”

“Este gobierno está demoliendo el estado social y la cultura italiana. Se suprimen institutos de investigación, recortan 200 millones de euros a la universidad pública para dárselos a las escuelas privadas. Un gobierno que no hace nada para impedir el desmantelamiento de Cinecittà y que no hace nada en defensa de la cultura italiana, que es uno de los recursos más importantes para el crecimiento económico y social de este país y para la misma democracia”,
 subraya la nota difundida por Rifondazione.

Un grupo de cineastas italianos entre los que se encuentran Ettore Scola, Bernardo Bertolucci, Giuseppe Tornatore y Marco Bellochio y a los que se ha sumado el inglés Ken Loach han firmado un apremiante manifiesto dirigido al Presidente del Consiglio, Monti, y al de la República, Napolitano, para salvar Cinecittá. Sus colegas franceses, entre ellos Lelouch, Beneix, Costa-Gavras, Tavernier y Hazanavicious, han sido aún más hirientes al protestar contra la desaparición de ”ese lugar inseparable del cine de Fellini, Visconti, Comencini, Lattuada, entre otros, para construir un centro de fitness… Adelgazar a expensas del patrimonio y de la cultura, todo un símbolo: ¡Ni siquiera bajo Berlusconi se hubieran atrevido!”

En una reciente viñeta humorística que aludía a la lucha de los míticos estudios italianos por salvarse de su cierre definitivo consta el siguiente mensaje: “Ya nos han robado nuestros sueños. Ahora quieren quitarnos donde fabricarlos. SALVIAMO CINECITTÁ.”

Publicado en el Nº 252 de la edición impresa de Mundo Obrero Septiembre 2012

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