“Me acuerdo del enorme vendaval despertándome. La casa entera vibraba. Se oía un ruido extraño, como si un monstruo viniera del cielo. En apenas cuestión de minutos, el agua ya me llegaba al pecho. La corriente era tan fuerte que ya no podía seguir agarrándome a ella. Sabía que si seguía sujetando el cuerpo de mi madre, yo también moriría”.
En 2013 el tifón Haiyan, el más fuerte de la historia, arrasó el sudeste asiático llevándose por delante miles de vidas. Entre ellas, las de los padres de Joanna, su hermano mayor, su cuñada y su sobrino de tres años. Hoy Joanna está en el Ártico con Greenpeace, porque la vida le ha dado una segunda oportunidad. Porque como ella bien dice, “lo que pasa en el Ártico no se queda en el Ártico”, y la decisión del gobierno noruego de abrir las aguas árticas a la extracción de petróleo tiene un efecto dominó que llega a todos los rincones del mundo. En nuestro país lo estamos viendo este inusual verano con cambios bruscos de temperatura, en el que pasamos de días muy calurosos a días frescos. En otros países como Filipinas, de donde es originaria Joanna, las tormentas y otros fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más fuertes. “El cambio climático no son sólo estadísticas y números. Significa perder todo lo que quieres y has trabajado tan duro para conseguir. ¿Cuántas vidas más se necesitan para que países tan poderosos como Noruega se den cuenta de que lo que están haciendo es sólo para una ganancia a corto plazo?”
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