Es fotogénico y encantador, además de joven y desenvuelto. A la gente le gusta el simpático cartero de Neuilly, un barrio acomodado en las afueras de París, porque lo consideran auténtico, y le darían su voto en las elecciones. Ello, a pesar de que Oliver Besancenot es un revolucionario, al que le gustaría cambiar la sociedad a través de una revuelta, apoyada por el poder callejero. Pero es un revolucionario simpático, al fin y al cabo. Ahora, el político de ideología trotskista acaba de fundar el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), que quiere hacer temblar al gobierno y a la oposición ya durante las próximas elecciones europeas. Los socialistas, preocupados por la nueva competencia en el ámbito de la izquierda, enviaron observadores al congreso fundador del NPA. La líder del Partido Socialista, Martine Aubry, acaba de dar un giro verbal hacia la izquierda, para intentar evitar el desangramiento de su formación, que se anuncia ya desde hace un buen tiempo. Objetivamente, Bensancenot es un aliado del presidente Sarkozy, sostiene el diario "Le Monde", porque divide a la izquierda. Pero en el gobierno nadie lo celebra, desde donde se sostiene más bien que Besancenot fomenta el descontento social en tiempos de crisis. Y eso es un peligro es un país tan "explosivo" como Francia, dicen. La fortaleza de Besancenot es también una consecuencia de la debilidad de los desorientados socialistas. Uno de cada siete franceses considera a Besancenot el rival más creíble del presidente. En los índices de popularidad, el trotskista deja a casi todos los principales políticos del gobierno y la oposición detrás, con amplia ventaja. Las encuestas le dan desde hace meses entre un 8 y un 13 por ciento de los votos. Y si la crisis económica empeora, su potencial podría ser mayor. El instituto de mercado TNS Sofres acaba de analizar, justo en los días de fundación del NPA, que el 66 por ciento de los franceses consideran a Besancenot un político serio y que otro 56 por ciento comparte sus críticas sociales. Aunque sólo el 16 por ciento apoyan sus propuestas para solucionar los problemas, y casi un cuatro por por ciento lo consideran peligroso. Según su antiguo mentor, el trotskista Alain Krivine, Besancenot cuenta con el apoyo de personas que rechaza a Sarkozy y que están decepcionados de los socialistas, a los que los viejos frentes ideológicos les dan igual. Publicaciones como "Valuers actuelles" o el periódico económico "Challenges" intentan explicar el fenómeno con historias de portada. El "Figaro", cercano al gobierno, analiza detalladamente el programa de Besancenot y otros diarios publican largas entrevistas. No hay duda de que se toman en serio al cartero, hijo de una familia de maestros y graduado en Historia. Pero Bensancenot no tiene en mente llegar al gobierno con su partido. "No queremos fundar 'La Izquierda' francesa" -dice, en alusión al nuevo partido en Alemania, formado con antiguos miembros del partido de gobierno de la República Democrática Alemana y socialdemócratas desilusionados-. "Nosotros queremos una izquierda anticapitalista, que no se deje llevar a esos juegos de alianzas y coalisiones", agrega. Luchas laborales, movimientos sociales y un "nuevo mayo del 68": esa es la apuesta de Besancenot, autor de un libro sobre el Che Guevara, y que se ve a él mismo más en huelgas que en estudios de televisión. Aunque eso, matiza, no excluye tajantemente el gobernar. "El Che también fue ministro", dice. Su programa no va más allá de lo que pretendían los comunistas y socialistas que llegaron al poder en 1981. Besancenot quiere a los bancos en un "sector público" controlado por los clientes, la nacionalización de las principales compañías abastacedoras, un salario mínimo de 1.500 euros, más prestaciones sociales e impuestos más elevados para las grandes empresas. Asimismo, pide que los museos no cobren entrada, y que los inmigrantes ilegales reciban todos un permiso de residencia. Por lo demás, Francia debe salir desde luego lo más rápido posible de la OTAN, aunque no de la Unión Europea. A cambio, Europa debe convertirse en una lugar más social y democrático. Con ello, Besancenot cosecha los votos del amplio espectro de franceses que en 2005 rechazaron la nueva Constitución europea como "ultraliberal".
Es fotogénico y encantador, además de joven y desenvuelto. A la gente le gusta el simpático cartero de Neuilly, un barrio acomodado en las afueras de París, porque lo consideran auténtico, y le darían su voto en las elecciones. Ello, a pesar de que Oliver Besancenot es un revolucionario, al que le gustaría cambiar la sociedad a través de una revuelta, apoyada por el poder callejero. Pero es un revolucionario simpático, al fin y al cabo. Ahora, el político de ideología trotskista acaba de fundar el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), que quiere hacer temblar al gobierno y a la oposición ya durante las próximas elecciones europeas. Los socialistas, preocupados por la nueva competencia en el ámbito de la izquierda, enviaron observadores al congreso fundador del NPA. La líder del Partido Socialista, Martine Aubry, acaba de dar un giro verbal hacia la izquierda, para intentar evitar el desangramiento de su formación, que se anuncia ya desde hace un buen tiempo. Objetivamente, Bensancenot es un aliado del presidente Sarkozy, sostiene el diario "Le Monde", porque divide a la izquierda. Pero en el gobierno nadie lo celebra, desde donde se sostiene más bien que Besancenot fomenta el descontento social en tiempos de crisis. Y eso es un peligro es un país tan "explosivo" como Francia, dicen. La fortaleza de Besancenot es también una consecuencia de la debilidad de los desorientados socialistas. Uno de cada siete franceses considera a Besancenot el rival más creíble del presidente. En los índices de popularidad, el trotskista deja a casi todos los principales políticos del gobierno y la oposición detrás, con amplia ventaja. Las encuestas le dan desde hace meses entre un 8 y un 13 por ciento de los votos. Y si la crisis económica empeora, su potencial podría ser mayor. El instituto de mercado TNS Sofres acaba de analizar, justo en los días de fundación del NPA, que el 66 por ciento de los franceses consideran a Besancenot un político serio y que otro 56 por ciento comparte sus críticas sociales. Aunque sólo el 16 por ciento apoyan sus propuestas para solucionar los problemas, y casi un cuatro por por ciento lo consideran peligroso. Según su antiguo mentor, el trotskista Alain Krivine, Besancenot cuenta con el apoyo de personas que rechaza a Sarkozy y que están decepcionados de los socialistas, a los que los viejos frentes ideológicos les dan igual. Publicaciones como "Valuers actuelles" o el periódico económico "Challenges" intentan explicar el fenómeno con historias de portada. El "Figaro", cercano al gobierno, analiza detalladamente el programa de Besancenot y otros diarios publican largas entrevistas. No hay duda de que se toman en serio al cartero, hijo de una familia de maestros y graduado en Historia. Pero Bensancenot no tiene en mente llegar al gobierno con su partido. "No queremos fundar 'La Izquierda' francesa" -dice, en alusión al nuevo partido en Alemania, formado con antiguos miembros del partido de gobierno de la República Democrática Alemana y socialdemócratas desilusionados-. "Nosotros queremos una izquierda anticapitalista, que no se deje llevar a esos juegos de alianzas y coalisiones", agrega. Luchas laborales, movimientos sociales y un "nuevo mayo del 68": esa es la apuesta de Besancenot, autor de un libro sobre el Che Guevara, y que se ve a él mismo más en huelgas que en estudios de televisión. Aunque eso, matiza, no excluye tajantemente el gobernar. "El Che también fue ministro", dice. Su programa no va más allá de lo que pretendían los comunistas y socialistas que llegaron al poder en 1981. Besancenot quiere a los bancos en un "sector público" controlado por los clientes, la nacionalización de las principales compañías abastacedoras, un salario mínimo de 1.500 euros, más prestaciones sociales e impuestos más elevados para las grandes empresas. Asimismo, pide que los museos no cobren entrada, y que los inmigrantes ilegales reciban todos un permiso de residencia. Por lo demás, Francia debe salir desde luego lo más rápido posible de la OTAN, aunque no de la Unión Europea. A cambio, Europa debe convertirse en una lugar más social y democrático. Con ello, Besancenot cosecha los votos del amplio espectro de franceses que en 2005 rechazaron la nueva Constitución europea como "ultraliberal".
Comentarios
Publicar un comentario