Mirar que manera de escupir tiene este personaje, estoy deseando leer sus crónicas de otros países como EEUU, Argentina, Arabia Saudi, por ejemplo, ya que me ha dejado perplejo su manera de retratar esta parte de la historia.
José Gramunt de Moragas
Los berlineses, o Alemania entera, se preparan a celebrar el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín y la subsiguiente reunificación del país. La fecha de aquella proeza es el 9 de noviembre de 1989. Tuve la suerte de visitar Alemania a los pocos días de la caída del muro de la vergüenza. “El muro” se cayó por su propio peso. Quienes lo sostenían, los gobiernos comunistas fueros precipitándose en el abismo de su propia ineptitud política y administrativa. En lo político, atropellaron todas las libertades ciudadanas y practicaron hasta el extremo un centralismo dictatorial. En relaciones internacionales, obligaron al resto del mundo a armarse con el fin de prever cualquier aventura expansionista.Hecha esta breve referencia, déjenme contarles algunos recuerdos de aquel viaje. Hablando del “muro”, mucha gente se agolpaba a aquella ruina con martillos y picos para arrancar algún pedazo de cemento y llevárselo como suvenir. ¡Triste trofeo! Algunos chamarileros vendían esos pedazos a los turistas. Otros habían montado sus tenderetes que ofrecían uniformes, gorras, cascos, insignias, condecoraciones y otros objetos del ejército o de la policía del régimen comunista. Incluso podían encontrarse los mismos objetos de los rusos. El Berlín-Este apenas había reparado los trágicos destrozos producidos por la guerra. Todavía podían verse las ruinas de algunos pomposos edificios del régimen hitleriano.Visité también la ciudad oriental de Schverin. Allí conversamos con los dirigentes políticos de los partidos demócratas, salidos de la catacumba impuesta por el puño del Gobierno comunista. Respiraban una fundada alegría por haber recuperado la libertad. Habían sufrido la opresión de un régimen dictatorial, según el modelo soviético. La policía política, STASI, espiaba por todas partes. Utilizaba métodos diabólicos para enredar a ciudadanos y a sus familiares que no participaban de ninguna actividad sospechosa, y a quienes amedrentaban con toda clase de amenazas o les hacían caer en turbios engaños con el fin de atribuirles imaginarias sediciones. Los archivos de la STASI ocupaban varios kilómetros de pasillos.Los dirigentes políticos esperaban que en ocho o nueve meses lograrían ponerse al mismo nivel que la rutilante zona occidental. Pero la economía oriental había llegado a tal grado de atraso que no fue posible la deseada igualación, hasta muchos años después. El equipamiento industrial y agrícola, obsoletos. El comercio bajo el control del Estado. La preservación del medio ambiente no estaba en ningún programa. La llamada “lluvia ácida” que viajaba de oeste a este y caía sobre los campos de otros países, envenenando las tierras y las cosechas. Los frondosos abetos que flaqueaban la carretera por la que circulábamos, iban perdiendo su verdor a medida que avanzábamos de oeste a este, hasta convertirse en espectrales esqueletos de madera muerta.Termino: cuando un país cae en la tentación fácil de fórmulas políticas colectivistas – o comunitarias, que es lo mismo – corre en riesgo de precipitarse al abismo de autoritarismo y, como una de sus consecuencias, en el empobrecimiento económico e incluso moral, en tanto se deja robar la libertad, sea política o de cualquier otra iniciativa.
José Gramunt de Moragas
Los berlineses, o Alemania entera, se preparan a celebrar el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín y la subsiguiente reunificación del país. La fecha de aquella proeza es el 9 de noviembre de 1989. Tuve la suerte de visitar Alemania a los pocos días de la caída del muro de la vergüenza. “El muro” se cayó por su propio peso. Quienes lo sostenían, los gobiernos comunistas fueros precipitándose en el abismo de su propia ineptitud política y administrativa. En lo político, atropellaron todas las libertades ciudadanas y practicaron hasta el extremo un centralismo dictatorial. En relaciones internacionales, obligaron al resto del mundo a armarse con el fin de prever cualquier aventura expansionista.Hecha esta breve referencia, déjenme contarles algunos recuerdos de aquel viaje. Hablando del “muro”, mucha gente se agolpaba a aquella ruina con martillos y picos para arrancar algún pedazo de cemento y llevárselo como suvenir. ¡Triste trofeo! Algunos chamarileros vendían esos pedazos a los turistas. Otros habían montado sus tenderetes que ofrecían uniformes, gorras, cascos, insignias, condecoraciones y otros objetos del ejército o de la policía del régimen comunista. Incluso podían encontrarse los mismos objetos de los rusos. El Berlín-Este apenas había reparado los trágicos destrozos producidos por la guerra. Todavía podían verse las ruinas de algunos pomposos edificios del régimen hitleriano.Visité también la ciudad oriental de Schverin. Allí conversamos con los dirigentes políticos de los partidos demócratas, salidos de la catacumba impuesta por el puño del Gobierno comunista. Respiraban una fundada alegría por haber recuperado la libertad. Habían sufrido la opresión de un régimen dictatorial, según el modelo soviético. La policía política, STASI, espiaba por todas partes. Utilizaba métodos diabólicos para enredar a ciudadanos y a sus familiares que no participaban de ninguna actividad sospechosa, y a quienes amedrentaban con toda clase de amenazas o les hacían caer en turbios engaños con el fin de atribuirles imaginarias sediciones. Los archivos de la STASI ocupaban varios kilómetros de pasillos.Los dirigentes políticos esperaban que en ocho o nueve meses lograrían ponerse al mismo nivel que la rutilante zona occidental. Pero la economía oriental había llegado a tal grado de atraso que no fue posible la deseada igualación, hasta muchos años después. El equipamiento industrial y agrícola, obsoletos. El comercio bajo el control del Estado. La preservación del medio ambiente no estaba en ningún programa. La llamada “lluvia ácida” que viajaba de oeste a este y caía sobre los campos de otros países, envenenando las tierras y las cosechas. Los frondosos abetos que flaqueaban la carretera por la que circulábamos, iban perdiendo su verdor a medida que avanzábamos de oeste a este, hasta convertirse en espectrales esqueletos de madera muerta.Termino: cuando un país cae en la tentación fácil de fórmulas políticas colectivistas – o comunitarias, que es lo mismo – corre en riesgo de precipitarse al abismo de autoritarismo y, como una de sus consecuencias, en el empobrecimiento económico e incluso moral, en tanto se deja robar la libertad, sea política o de cualquier otra iniciativa.
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